¡Qué chulada de maíz prieto!
Domingo 5º. Ordinario 012 B
Con la alegría propia de quien ha conseguido una buena cosecha, aquel
agricultor se preciaba del maíz que había logrado en sus terrenos, y así nosotros en
este día podemos exclamar: ¡Qué chulada de Cristo nos presenta este día nuestro
compadre Marcos! Y me refiero al Evangelista. Veamos porqué. Ya establecido en
Cafarnaúm como su lugar de residencia, después de su visita a la Sinagoga del
pueblo y de la curación del poseso, ya nada puede contener su iniciativa de
salvación. Desde entonces la salvación ya no será posesión de los judíos y Cristo
sacará de cuajo la posesión de la verdad de los muros de las sinagogas y del
templo de Jerusalén, para acercar la salvación a los hombres, a donde ellos se
encuentran, a sus casas, a sus hogares a sus lugares de trabajo, y romperá con
todos los moldes que atan y esclavizan a los hombres. Inmediatamente después de
la sinagoga, Cristo se dirigió a la casa de Pedro y viendo que la suegra estaba en
cama, con fiebre, se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Un rabino
nunca hubiera hecho cosa semejante con una mujer. Bendito Cristo Jesús.
Con la sencillez propia de Marcos, nos relata la revolución de Cafarnaúm: “Al
anochecer, cuando el sol se ponía le llevaron a todos los enfermos y poseídos del
demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de
diversos males y expulsó a muchos demonios”. Podemos imaginarnos al poblado
de Cafarnaúm, un pobladito al fin y al cabo, frente al Cristo que quita el
aislamiento en el que se veían sumidos los enfermos, incluso por motivos
religiosos, recordemos por ejemplo el caso de los leprosos, que eran materialmente
echados fuera, sin ninguna consideración. Cristo los tomará de la mano, los
levantará, y sus apóstoles les dará consignas: “Ellos fueron a predicar, ungían a los
enfermos y los curaban”, “Curen a los enfermos y díganles: El Reino de Dios está
cerca de ustedes”, Estaba enfermo y me visitaron”. Cristo será el médico pero
sobre todo el Salvador.
Por la madrugada, cuando todo mundo dormía, Cristo ya se encontraba en oración
y los apóstoles, queriendo azuzar su fama y su popularidad, le fueron a decir que
todo mundo lo andaba buscando. “¿A sí?”, respondería Cristo, pues entonces
vamos a los pueblos vecinos a predicar también allá el Evangelio, pues para eso he
venido. Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los
demonios”. Bendito Dios que así nos regaló con un Cristo incontenible desde
entonces. Atrás quedaba Nazaret y ahora también Cafarnaúm, y Cristo se
entregaba desde entonces a todo el mundo. Y de una forma gratuita, como son las
grandes cosas, el amor, la amistad, el gesto solidario en los momentos de soledad
o de abandono, la felicidad que se comparte, la sonrisa de un niño, el desvelo de
una madre, la inquietud maravillosa de los jóvenes y de los novios, sobre todo en
este mundo en que se ha fabricado una industria que pretende vender amor, y
dicha y felicidad, pero sin poder conseguirlo porque está fuera del alcance de un
puñado de dinero.
Bien haremos nosotros en correr al encuentro con Cristo llevando nuestras
enfermedades y uno que otro demonio que se nos ha metido, para que él nos libre
y nos haga vivir como verdaderos hijos en el Reino. Llevarle el demonio de la
desesperanza, de la depre, del aborto, de hijos habidos al garete, de matrimonios
deshechos porque matamos al amor y sobre todo una vida sin ley, sin
mandamientos y sin Dios.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx