EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Libro de Eclesiástico 47,2-13.
Como se aparta la grasa del sacrificio de comunión, así fue elegido David entre los
israelitas.
El jugó con leones como si fueran cabritos y con osos como si fueran corderos.
¿Acaso, siendo joven, no mató a un gigante y extirpo el oprobio del pueblo, cuando
lanzó una piedra con la honda y abatió la arrogancia de Goliat?
Porque él invocó al Señor, el Altísimo, que fortaleció su brazo para exterminar a un
guerrero poderoso y mantener erguida la frente de su pueblo.
Por eso, lo glorificaron por los diez mil, y lo alabaron por las bendiciones del Señor,
ofreciéndole una diadema de gloria.
Porque él destruyó a los enemigos de alrededor y aniquiló a sus adversarios, los
filisteos, quebrando su poderío hasta el día de hoy.
En todas sus obras rindió homenaje al Santo Altísimo, con palabras de gloria; cantó
himnos de todo corazón, mostrando su amor por su Creador.
Estableció cantores delante del altar, para que entonaran cantos melodiosos;
dio esplendor a las fiestas, y ordenó perfectamente las solemnidades, haciendo que
se alabara el santo nombre del Señor y que resonara el Santuario desde el alba.
El Señor borró sus pecados y exaltó su poderío para siempre, le otorgó una alianza
real y un trono de gloria en Israel.
Después de él surgió un hijo lleno de saber que, gracias a David, vivió
desahogadamente.
Salomón reinó en tiempos de paz y Dios le concedió tranquilidad en sus fronteras, a
fin de que edificara una Casa a su Nombre y erigiera un Santuario eterno.
Salmo 18(17),31.47.50.51.
El camino de Dios es perfecto,
la promesa del Señor es digna de confianza.
El Señor es un escudo para los que se refugian en él.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación,
Por eso te alabaré entre las naciones
y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre.
El concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido,
a David y a su descendencia para siempre.
Evangelio según San Marcos 6,14-29:
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas
partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en
él poderes milagrosos:
Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé
decapitar y que ha resucitado".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías,
la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo
protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños,
ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que
el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el
Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero
que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no
quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja,
la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo
sepultaron.
Comentario del Evangelio por
San Cipriano (v. 200-258), obispo de Cartago y mártir
Exhortación al martirio, 13; CSEL 3, 346
Juan Bautista, mártir por la verdad
"No existe comparación entre los sufrimientos del tiempo presente y la gloria
que un día Dios nos revelará " (Rm 8,18). ¿Quién pues, no trabajaría con todas sus
fuerzas para obtener tal gloria, para hacerse amigo de Dios, regocijarse para
siempre en compañía de Jesucristo, y recibir la recompensa divina después de los
tormentos y los suplicios de este mundo?
Para los soldados de este mundo, es glorioso volver triunfalmente a su patria
después de haber vencido al enemigo. ¿No es una gloria mucho mayor volver
triunfalmente, después de haber vencido al demonio, al paraíso de donde Adán
había sido expulsado a causa de su pecado? ¿De devolver el trofeo de la victoria
después de haber abatido al que lo había perdido? ¿De ofrecerle a Dios, como botín
magnífico, una fe intacta, un coraje espiritual sin desfallecimiento, una devoción
digna de elogios?... ¿De llegar a ser coheredero con Cristo, de ser igualado a los
ángeles, de gozar con felicidad del reino de los cielos con los patriarcas, los
apóstoles, los profetas? ¿Qué persecución puede vencer tales pensamientos, que
pueden ayudarnos a superar los suplicios?...
La tierra nos encarcela por sus persecuciones, pero el cielo permanece
abierto... ¡Qué honor y qué seguridad salir de este mundo con alegría, de salir
glorioso atravesando pruebas y sufrimientos! ¡Cerrar un instante los ojos que veían
a los hombres y al mundo, para volverlos a abrir enseguida y ver a Dios y a
Cristo!... Si la persecución asalta a un soldado tan preparado, no podrá vencer su
coraje. Aunque seamos llamados al cielo antes de la lucha, la fe que se había
preparado así, no quedará sin recompensa... En la persecución Dios corona a sus
soldados; en la paz corona la buena conciencia.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”