“No temas, basta que creas”
Mc 5, 21-43:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS ES EL SALVADOR DEL HOMBRE, EL SEÑOR DE LA VIDA
Nuestra fe es siempre frágil y está encerrada constantemente dentro de los estrechos confines
de nuestro temor a enfrentarnos con situaciones que nos superan. El Señor lo sabe, y
precisamente por eso viene a «educarnos», es decir, a sacarnos fuera.
La confianza que hemos puesto en él es un comienzo, y él mismo es su «autor». Ahora bien,
nos separa aún de la meta un largo trecho de camino que la Palabra nos invita a recorrer a la
carrera: no podemos quedarnos en el punto de partida. Los acontecimientos personales y
sociales nos interpelan, y alguien -tal vez mucha gente-nos mira para orientarse. Partamos,
pues, con impulso, confiándonos a Jesús, perfeccionador de la fe; también de la nuestra, si lo
queremos... Mantengamos fija la mirada del corazón en la espléndida carrera a través de la
ignominia de la cruz, del sufrimiento, del humano fracaso.
Así aparece su camino a los ojos del mundo, aunque desemboca en la gloria y en la alegría sin
fin, puesto que es el camino del Amor. Esta es «la carrera que se abre ante nosotros» y que las
situaciones concretas de cada día predisponen para nosotros. Sería absurdo pensar que
podemos partir cargados con lo superfluo o atados, con lazos más o menos sutiles, al pecado.
Jesús mismo, como un experto entrenador, nos despojará de todo eso, hasta de una fe casi
supersticiosa, como la de la hemorroísa, o todavía excesivamente limitada, como la de Jairo.
Estas dos personas probadas por la vida han sido hechas por Jesús «campeonas» en la fe y,
una vez llegadas a la meta de su carrera, nos atestiguan a nosotros, hoy, que Jesús es el
Salvador del hombre, el Señor de la vida. En consecuencia, vale la pena correr por su camino
con una fe indefectible.
ORACION
Jesús, Señor nuestro, manteniendo fija la mirada en ti nos atrevemos a partir para la carrera
que se abre ante nosotros, pero ayúdanos tú a perseverar. Ven a liberarnos de la mentalidad
del mundo, que nos haría pedir perspectivas seguras y recompensas atractivas. Ven a
soltarnos de los lazos multiformes del pecado, que quisieran retenernos a toda costa. Ven a
sacarnos, cogiéndonos de la mano, porque vacilamos a la hora de seguir tus huellas por el
camino de la humillación y del sufrimiento. Tú, que eres «el autor y el perfeccionador» de la fe,
concédenos la fuerza del Espíritu para llegar a la meta superando el obstáculo de nuestra
incredulidad que siempre se repite. Tú, que estás sentado ahora a la diestra del Padre,
concédenos acoger toda situación como ocasión propicia para crecer en la fe. Esperando en ti,
nunca nos veremos decepcionados, puesto que tú eres el Salvador del hombre, el Señor de la
vida.