“Y él se asombraba de la falta de fe”.
Mc 6, 1-6a:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
¿POR QUÉ TAMPOCO EN NUESTROS DÍAS SON ESCUCHADAS LAS VOCES
«PROFÉTICAS» O, LO QUE ES PEOR, SON MARGINADAS, RIDICULIZADAS, ACUSADAS
DE HEREJÍA?
De este fragmento se desprende la ambigua relación que mantuvo Jesús con su ciudad: los
nazarenos, asombrados por sus palabras, se escandalizan de él, y él se sorprende de su
incredulidad. Entre líneas parece manifestarse el desconcierto del mismo evangelista: ¿cómo
es que los suyos, aquellos que hubieran debido serles más próximos, no creen en él? ¿Cómo
es que, precisamente en su ciudad, realiza poco prodigios?
Sin embargo, esto no debía sorprender a los israelitas, que conocían bien la historia de los
profetas, perseguidos y despreciados a menudo precisamente por su mismo pueblo. Y tampoco
debe sorprendernos a nosotros, que nos encontramos, por así decirlo, en la condición de los
nazarenos: ¿por qué precisamente las comunidades cristianas se encuentran con frecuencia
tan alejadas de la Palabra de Dios? ¿Por qué sucede que los no creyentes conocen mejor la
Biblia? ¿Por qué tampoco en nuestros días son escuchadas las voces «proféticas» o, lo que es
peor, son marginadas, ridiculizadas, acusadas de herejía?
En el segundo libro de Samuel es el Señor quien sugiere a David el censo (2 Sm 24,1),
mientras que el primer libro de las Crónicas atribuye la idea a Satanás (1 Cr 21,1). En realidad,
se trata de una lectura teológica especular: Satanás no es más que un instrumento en manos
de Dios (cf. Job 1,6), que pone a prueba la fe de los suyos. David cree seguir una sugerencia
exterior, pero no hace más que obedecer a su sed de dominio, que quiere hacerle controlar al
pueblo; olvida que es sólo el administrador, no el dueño, del pueblo de Dios.
El problema, tanto en el caso de David como en el de los nazarenos, consiste en dejarse llevar
por la Palabra de Dios sin pretender saber más que ella o juzgar si en el hijo de un carpintero
puede manifestarse o no la sabiduría de Dios.
ORACION
Señor, perdona el orgullo que me impide leer las cosas por dentro. Pretendo siempre ser capaz
de dominar los acontecimientos, y me escandalizo cuando no discurre todo según mis
previsiones. Perdona, Señor, mi falta de confianza en ti.
Te acuso de estar lejos, de no escucharme, de no acudir en mi ayuda; sin embargo, soy yo
quien no es capaz de hacer el vacío en mi corazón para dejarte espacio. Señor, no sé rogarte.
No sé dirigirte mis peticiones con sencillez y confianza. Sugiéreme tú las palabras, porque
tengo necesidad de ellas: soy un ser humano, Señor, y no soy capaz de soportar el silencio.
No haces prodigios para mí porque yo, como los nazarenos, no creo en ti. No tienes piedad de
mí como tuviste piedad de Jerusalén porque no sé reconocer mis culpas como las reconoció
David. Ayúdame, Señor. Tú no estás lejos de mí: soy yo el que estoy lejos de mí mismo y de ti.