“Secreto mesiánico”
Nuestro mundo es vanidoso, ostentoso, soberbio. Priman los títulos
nobiliarios, los pergaminos sanguíneos, tribales, o de la academia. Relegada
queda la persona humana, su dignidad, su identidad. Los parámetros para
medir la grandeza del ser humano tienen referencia exclusivamente en el
tener, el hacer, el éxito. No alcanzamos a detectar la belleza del alma, ni a
medir el sentimiento o la hondura del corazón.
Es claro en el evangelio que Jesús impone silencio a beneficiarios, discípulos
y hasta los demonios sobre su persona. No acepta el facilismo ni en
convicciones, ni entusiasmos, ni opciones temperamentales. Su “secreto
mesiánico” está en la cruz. Toda su fuerza se esconde en la debilidad de su
pasión, del sufrimiento. Job pasó por esta prueba hasta el estercolero y
salió vencedor. Pablo sabe del aguijón que le atormenta.
La fe cristiana no se casa con la fatuidad que acunamos dentro y
expresamos de mil maneras. Jesús busca el anonimato a partir de una
conciencia clara de su misión. Su relación con el Padre, la construcción del
Reino, la escuela del discipulado las lleva en el silencio, como fermento
escondido que exigen simplicidad, humildad, paciencia. De esto no se da en
escenarios con montajes calculados y público selecto.
Y como prueba fecunda de su testimonio, Jesús “sale” al desierto a orar. No
cede a la tentación del éxito o de la notoriedad. No se deja aprisionar por
quienes buscan su cercanía para apropiarse de Él. No es propiedad privada
ni de gentes pretensiosas que buscan poseerlo, domesticarlo, o de quienes
pregonan a voces su fe tan vacía como su grito. Jesús se remansa en la
voluntad de su Padre. Ahí lo encontramos.
Cochabamba 05.02.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com