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Buscadores de Dios
5º Domingo del tiempo ordinario (Mc 1,29-39)
5 de febrero de 2012
Es una de las imágenes que más se repite en el Evangelio: tantos buscan a Jesús. Unos porque van
detrás de Él siguiéndole como discípulos. Otros van en pos a ver si lo descubren en algún renuncio y
pueden acusarlo y condenarlo. La escena que se nos presenta se desenvuelve en Cafarnaún, en casa de
Simón. Tras lo ocurrido con el endemoniado en la Sinagoga unas horas antes en aquel sábado (Mc 1,21-
28), suceden dos reacciones similares respecto de Jesús. En efecto, los discípulos dijeron a Jesús que la
suegra de Simón estaba con fiebre en cama. Jesús la curó y ella se puso a servirles. Pero, no sólo a ellos:
“al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se
agolpaba a la puerta” (Mc 1,30-32). Era un espectáculo: enfermos, poseídos, todo el pueblo de
espectador... Dice el Evangelio que curó a muchos y expulsó a muchos demonios. Pero al llegar la
madrugada, Jesús se levantó y se fue a la soledad del campo para orar.
Sin embargo, no fue Él el único que madrugó aquel domingo. Los discípulos, embajadores de
suegras, lo serán ahora de la masa: “Simn y sus compaeros fueron, y al encontrarlo le dijeron: todo el
mundo te busca” (Mc 1,36-37). Tanto los discípulos como aquel pueblo, perseguían al Maestro. ¿Que les
seducía? ¿Qué habían descubierto en Él? ¿Qué esperaban recibir? Aquí se abre una dolorosa división
entre el modo de pensar y de actuar de Jesús y de todos los demás en esta escena. Estaban en planos
completamente diferentes.
Es lo que dice Juan al contarnos el dolido reproche de Jesús ante el “interés” que su Persona
suscitaba tras el milagro de los panes y los peces: “En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis no
porque habéis visto signos, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado” (Jn 6,26).
Evidentemente, se puede buscar a Jesús, se le puede seguir y perseguir, como quien entra en un
supermercado: para autoservirse sólo de aquello que se quiere consumir, haciendo caso omiso del resto
de las ofertas. La iniciativa no la tienen los estantes, ni el dueño del negocio, sino la libertad del
consumidor. No es así, no debe serlo, en la relacin con Jesucristo, no cabe un cristianismo “a la carta”. Él
se nos da por entero, y sólo por entero podemos darnos a Él en respuesta agradecida. No vale servirse de
Jesús, aprovecharse de Dios, sólo en la prebenda, en el favor, en la recomendación. Acoger a Jesús es
acoger el don de su Persona, el Reino, hecho de palabras y signos, de gracia y de exigencia, de entrega y
donación. Y ese Reino es amar a Dios amando todo lo que Él ama, y por lo tanto hacer nuestra su causa y
su proyecto, sus amores y dolores, sus hijos todos. Seremos así eco que se escucha, y testimonio creíble de
la Buena Noticia que quien pasó haciendo el bien nos dejó como tarea.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo