I Domingo de Cuaresma, Ciclo B
EL PROCESO DE LA CONVERSIÓN
La Palabra: Quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. De
allí partió a proclamar la buena noticia: el reino de Dios está irrumpiendo”
(evangelio).
1. “Impulsado por el Espíritu”. En toda su existencia, en todas sus actividades
proféticas, en todas sus decisiones e incluso en la muerte de cruz actuó impulsado
por el Espíritu, esa fuerza de que es Dios mismo siempre dando y dando vida.
Nuestra conversión cuaresmal tiene como punto de partida la iniciativa de Dios
mismo, la sugerencia del Espíritu en nuestro corazón. No es el empeño febril para
con nuestros sacrificios ganarnos el cielo, sino más bien dejarnos seducir por la
presencia del Espíritu que continuamente nos habla en nuestra conciencia.
2. “Se quedó en el desierto cuarenta días”. Un número simbólico; puede referirse al
tiempo necesario para cumplir una tarea o evocar los cuarenta años que el pueblo
hebreo estuvo en el desierto. En cualquier caso ir al desierto y permanecer allí
significa una ruptura con la ciudad donde reinan los faraones de turno; donde lo
que cuenta es poder, tener, aparentar y gozar. No es verdad que nuestra sociedad
no tenga valores; lo malo es que la jerarquía de valores se establece no desde la
solidaridad, compasión, respeto y ayuda especialmente a los más débiles, sino
desde la propia seguridad individualista, del propio éxito a costa de lo que sea y de
quien sea. Tiempo de cuaresma es oportunidad para que cada uno seamos sinceros
con nosotros mismos y nos preguntemos con qué jerarquía de valores estamos
tejiendo nuestra conducta y nuestras relaciones con los demás.
3. “Proclamar la buena noticia: el reino de Dios”. Cuando tomamos distancia
respecto a la sociedad donde se ha impuesto la codicia individualista y nos
preguntamos por el sentido de nuestra existencia –…y yo ¿para qué nací?–, llegan
las dudas y las tentaciones.
En el desierto el pueblo hebreo fue tentado y cayó en la tentación. Según los
evangelios también Jesús sufrió la tentación pero no se dejó arrastrar y se entregó
totalmente a construir la fraternidad o reino de Dios. Cuaresma debe ser tiempo en
que los cristianos, mirando a Jesús de Nazaret, renovemos nuestra vocación
bautismal: con nuestra forma de vivir responsabilizarnos y trabajar por unas
relaciones fraternas entre todos los ciudadanos. Eso significa la conversión
cristiana.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net