DOMINGO QUINTO. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.
Mc. 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y Juan a
casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y
se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la
fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y
poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos
enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los
demonios lo conocían no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
--Todo el mundo te busca.
Él les respondió:
-- Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí;
que para eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando
demonios.
CUENTO: LA SOLIDARIDAD Y DIOS
Cuentan que un sacerdote se aproximó a un herido en medio de una dura
batalla de una lejana guerra, y le preguntó: ¿quieres que te lea la Biblia? -
Primero dame agua, que tengo sed- le respondió el herido. Y el sacerdote le
entregó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más
agua en muchos kilómetros a la redonda. – Y ahora, ¿quieres que te lea la
Biblia?- volvió a insistir el sacerdote. – Primero dame de comer- suplicó el
herido. Y el sacerdote le dio el último mendrugo de pan que guardaba en su
mochila. – Tengo frío- fue el siguiente lamento del herido, y el sacerdote se
despojó de su abrigo, a pesar del frío que calaba hasta los huesos, y cubrió
al lesionado. – Ahora sí, le dijo el herido al sacerdote, ahora puedes
hablarme de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último
mendrugo y tu único abrigo. Ahora quiero conocer a tu Dios.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Cuando pregunto a mis alumnos sobre lo que piensan del cristianismo y de
la Iglesia, siempre destacan la labor social y caritativa como la más
importante. Pero no entienden que haya personas que se recluyan en un
monasterio para rezar, no le encuentran sentido cuando hay tantas
necesidades en el mundo. Y es que para muchas personas de nuestra
sociedad el cristianismo es una filosofía solidaria de vida, una especie de
ONG internacional, pero no se ve necesario de ella la Eucaristía, la oración,
los ritos religiosos. En su primera encíclica como Papa, “Dios es amor”,
Benedicto XVI dice muchas cosas interesantes, pero en relación al
evangelio que nos ocupa hoy destacaría su advertencia sobre el peligro de
desligar el amor cristiano de la fe, es decir, el peligro de vivir una acción sin
contemplación, un compromiso sin oración. Convertir la caridad cristiana en
mera solidaridad de ONG, olvidando que la raíz del amor cristiano está en el
Amor de Dios, Fuente de todo amor. También el Evangelio nos presenta
este equilibrio entre oración y vida, entre contemplación y acción. Vemos a
un Jesús predicando infatigablemente y haciendo multitud de milagros,
atendiendo a todos sin descanso. Pero también a un Jesús que sabe
retirarse a solas en oración toda la noche para sacar de ella las energías
para seguir haciendo el bien. Y es que sin oración, sin referencia a Dios, la
acción cristiana puede convertirse en puro activismo, muy respetable por
otra parte, pero es que sin contemplación la acción solidaria no puede llevar
el nombre de cristiana, por loable que sea. Les pasa hoy a mucha gente, a
muchos jóvenes, que reducen la fe cristiana a la entrega a los demás, sin
ver en ella una diferencia substancial: la motivación por la que se hace el
bien. El cristiano al menos lo hace claramente desde Dios, desde la fe,
desde su vida interior que no se agota en la mera acción. Y es que corremos
el riesgo de meternos en la corriente activista y pragmatista de nuestra
sociedad actual, olvidando esta dimensión espiritual, aduciendo la falsa
excusa de que “no tenemos tiempo para la oración”, ni tenemos tiempo
para dedicarle unos minutos exclusivos al Señor. ¿Os imagináis una pareja
de novios que no tuviera tiempo para verse nunca porque están muy
ocupados?. Sin duda el amor se iría desgastando y al final se terminaría
rompiendo. Al amor como a la fe hay que dedicarle tiempo y tenerlos como
prioridades en nuestras vidas, si no queremos caer en un desgaste que nos
lleve al cansancio, al estrés, a la depresión y a la anorexia psicológica y
espiritual. Porque el problema de esto es que el amor puramente
voluntarista y humano se agota, se cansa, se desgasta. Hay muchos
cristianos que dejaron incluso de creer después de muchos años en la lucha
solidaria con los pobres. Dejaron de alimentar esa lucha en las fuentes de la
fe: la eucaristía, la oración, la vida comunitaria. Sólo en Dios el amor no se
agota, y se entrega mucho más allá de los meros deberes de justicia
humana. Sólo el amor desde Dios no se desgasta, se renueva cada día en la
presente amistosa y orante ante El. El cristianismo, qué bien lo expresó el
hermano Roger de Taizé, es la búsqueda del equilibrio entre contemplación
y acción. Porque contemplación sola puede ser espiritualismo desencarnado
y falso; acción sola puede derivar en activismo inoperante y falto de raíces.
El cuento de hoy refleja esta doble dimensión de nuestra fe: la solidaridad y
Dios. Quizá lo primero sea socorrer al necesitado antes de hablarle de Dios,
pero no podemos dejar de testimoniar lo que nos habita, el Amor de un
Dios que da sentido a nuestra vida y a nuestra acción. La palabra del Papa
también nos invita a mirar a Jesús en este día y contemplarlo con los ojos
vueltos a Dios y las manos abiertas hacia los hombres, en especial los más
necesitados. Como lo hace la ONG católica Manos Unidas y su Campaña
contra el Hambre que celebraremos esta semana. Ojalá que nuestra vida,
nuestro obrar, nuestras palabras, nuestras manos, nuestros labios, nuestra
mirada refleje este amor de Dios misericordioso, compasivo, alegre, amable
y sonriente para cuantos nos rodean. ¡FELIZ Y SOLIDARIA SEMANA A
TODOS!.