V Semana del Tiempo Ordinario. (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
SABADO
a.- Gn.3, 9-24: El expulsado del paraíso.
b.- Mc. 8, 1-10: La gente comió hasta quedar satisfecha. Segunda
multiplicación de los panes para los paganos.
La primera multiplicación, que nos narró Marcos, había sido en Israel (cfr. Mc. 6,
31-34), a favor de los judíos; esta segunda ocurre en tierra de paganos, en la
Decápolis. Las dos narraciones responden a un solo hecho histórico, pero que
suscitó dos tradiciones: una judía y otra helenista, y que Marcos recogió sin más.
Las semejanzas que encontramos son: la compasión por la muchedumbre, dialogo
con los discípulos, comida de panes y peces en el desierto, saciedad, las sobras, el
número de los participantes. Aquí también encontramos una gran muchedumbre,
pero a diferencia de los discípulos que son quienes se preocupan de las necesidades
de la gente, aquí es Jesús quien se preocupa de ello, manifestando la ternura de su
corazón por esas personas, venidas de lejos y hambrientas porque ya llevan tres
días con ÉL (v. 2). El contrapunto lo dan los discípulos, que sólo ven dificultades,
cómo conseguir pan para tanta gente, o sea están lejos de preocuparse por la
gente. Es Jesús quien los implica preguntando: ¿cuántos panes tienen? (v. 5). Lo
humano de Jesús, se deja sentir en su preocupación por el hambre de la gente,
llevan tres días con ÉL, escuchándole, algunos habían venido de lejos. Estos
últimos, son los judíos de la diáspora, como también los gentiles. Se puede
entender como una expresión bíblica, que quiere destacar, que la acción de Jesús
va en su beneficio. Este milagro de los panes que son multiplicados, tiene sus
referencias bíblicas en el maná del desierto que Yahvé hizo aparecer para su pueblo
Israel, y ambos son un preludio de la Eucaristía, que Jesús instituirá víspera de su
entrega en la Cruz, como banquete y sacrificio para su pueblo, la Iglesia. Aquí se
repetirán los signos y los gestos de este milagro hecho para los gentiles, con lo
cual, se manifiesta la invitación universal a la salvación y al banquete del reino de
Dios. Se dan los gestos eucarísticos básicos: tomar los panes, dar gracias a Dios
por los beneficios, parte los panes y los entrega a los discípulos para distribuirlos. El
pan recibido, bendecido, partido para todos, anticipa la entrega de Cristo inmolado
se entrega para ser comido por la asamblea. Este pan, es figura, del Pan bajado del
cielo, donde Cristo Jesús, es Pan de vida para quien lo come (cfr. Jn. 6, 51). Si ese
pan dado a los hombres para saciar su hambre, creó comunión con Dios y entre
ellos, mucho más el Pan de la Eucaristía, que es comunión con la Santísima
Trinidad, Padre que nos da a su Hijo y el Hijo que nos da su Cuerpo y Sangre, el
Espíritu Santo transforma el pan, en Cuerpo de Cristo, también es vínculo de unión
entre los que han comulgado en la misma celebración (cfr. Jn. 6, 52-58). Si la
celebración de la Eucaristía es comunitaria, que no sea sólo presencia física, sino
verdadera comunión espiritual, es decir, comunión de verdaderos hermanos, con
toda la comunidad eclesial que celebra el sacrificio de Cristo (cfr. 1Cor.10, 16-17).
La celebración de la Eucaristía, no acaba ahí, porque también hay que compartir
ese pan con los más pobres, expresión de piedad y amor al prójimo. Es la
comunidad eclesial la que celebra la Eucaristía, la misma que es caritativa con los
más necesitados, asume con un compromiso social serio y fecundo. Jesús
igualmente que a ellos y a nosotros nos despide saciados de su Palabra y de su Pan
celestial.
Santa Teresa de Jesús, cuando comenta el Padre Nuestro, “el pan nuestro de cada
día” comenta: “¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este
santísimo Manjar y gran medicina aun para los males corporales? Yo sé que los es,
y conozco una persona de grandes enfermedades, que estando muchas veces con
graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo. Esto
muy ordinario, y de males muy conocidos que no se podían fingir, a mi parecer. Y
porque de las maravillas que hace este santísimo Pan en los que dignamente le
reciben son muy notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona que
he dicho, que lo podía yo saber y sé que no es mentira. Mas ésta habíala el Señor
dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir quisieran ser en el
tiempo que andaba Cristo nuestro Bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole
que teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces,
que ¿qué más se les daba?” (Camino de Perfección 34, 6).