V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Nuestos corazones sanan; nuestras heridas se curan: ha llegado a nosotros el
Reino de Dios"
Jb 7,1-4.6-7: "Mis días se consumen sin esperanza"
Sal 146,1-2.3-4.5-6: "Alabad al Señor, que sana los corazones
destrozados"
1 Co 9,16-19.22-23: "¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!"
Lc 1,29-39: "Curó a muchos enfermos de diversos males"
Elifaz le había dicho a Job que cada hombre tiene asignada una tarea; y éste
reconoce que la suya está llena de sufrimiento y miseria. A pesar de lo cual, parece
apelar al amor que Dios le tiene.
Jesús entra en casa de Pedro y Andrés en compañía de los discípulos habituales en
estos casos. Ante ellos tienen lugar importantes autorrevelaciones, es una manera
de subrayarlas precisamente delante de estos testigos.
La oración de Jesús suele estar vinculada a momentos importantes que tienen que
ver con su mesianidad: momentos de aplauso público y reconocimiento masivo;
instantes de compromiso radical con su entrega y pasión, etc. Las palabras "todo el
mundo te busca" pueden aludir al primer motivo. Ha creado con sus milagros tales
expectativas mesiánicas que la gente no para hasta encontrarlo.
Ocupado en miles de cosas, agobiado por miles de preocupaciones, el hombre de
hoy acaba por estar desinteresado de casi todo. Cuanto más hace el hombre,
menos se para a pensar en el sentido de la vida. Pero cuando encontramos a
alguien que, además de vivir, se da cuenta de que vive, estamos ante una persona.
— "Jesús acompaña sus palabras con «milagros, prodigios y signos» (Hch 2,22)
que manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el
Mesías" (547).
— "El Hijo de Dios hecho hombre aprendió a orar conforme a su corazón de
hombre. Y lo hizo de su madre que conservaba todas las «maravillas» del
Omnipotente y las meditaba en su corazón. Lo aprende en las palabras y en los
ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero
su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de
los doce años: «Yo debía estar en las cosas de mi Padre» (Lc 2,49). Aquí comienza
a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial,
que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en
su Humanidad, con y para los hombres" (2599; cf. 2601).
— "Cuando Jesús ora, ya nos enseña a orar. El camino teologal de nuestra oración
es su oración a su Padre. Pero el Evangelio nos entrega una enseñanza explícita de
Jesús sobre la oración. Como un pedagogo, nos toma donde estamos y,
progresivamente, nos conduce al Padre. Dirigiéndose a las multitudes que le
siguen, Jesús comienza con lo que ellas ya saben de la oración por la Antigua
Alianza y las prepara para la novedad del Reino que está viniendo. Después les
revela en parábolas esta novedad. Por último, a sus discípulos que deberán ser los
pedagogos de la oración en su Iglesia, les hablará abiertamente del Padre y del
Espíritu Santo" (2607).
— "La oración de fe no consiste solamente en decir «Señor, Señor», sino en
disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21). Jesús invita a sus
discípulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan divino" (2616).
— "Jesús ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza
nuestra; a Él dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto,
en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros" (San Agustín, Sal 85, 1) (2616).
Cuando cura a los enfermos, se manifiesta la fuerza libertadora de Jesús; cuando
ora, enseña a los hombres el camino de la liberación.
Con permiso de Almudi.org