III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Creer en la conversión del corazón es confiar en que es Dios mismo quien cambia
nuestra vida"
Jon 3,1-5.10: "Los ninivitas se convirtieron de su mala vida"
Sal 24,4-5ab.6-7bc.8-9: "Señor, enséñame tus caminos"
Co 7,29-31: "La representación de este mundo se termina"
Mc 1,14-20: "Convertíos y creed en el Evangelio"
La idea central de Jonás es mostrar a Israel la misericordia divina para con los
gentiles. La capacidad de escucha de la palabra profética, no tan frecuente entre el
pueblo elegido, será portador del anuncio de la misericordia divina si se convierten
de sus pecados.
La invitación a la conversión y a la fe en el Evangelio es la frase con que Cristo
comienza su acción pública. Que esta conversión esté vinculada con el Reino de
Dios es la prueba de que pertenece a la enseñanza de Jesús.
Lo que en Jonás era un plazo de amenaza "Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida", en Jesús es un anuncio de salvación: "Se ha cumplido el plazo". Y, sin
embargo, resulta más apremiante que el del profeta. Urge la responsabilidad de
responder.
Cuando la sociedad, a fuerza de vivir de un modo determinado acaba por creer que
no hay otro modo de vivir, se cierra ella misma el futuro. Y es que, a fuerza de
acostumbrarnos a algo, lo creemos lo mejor. La llamada a la conversión tiene
siempre como objetivo poner en cuestión el modo de vivir y de ser de cualquiera;
convencerle de que hay otros caminos, que merece la pena recorrerlos.
— " «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en
la Buena Nueva» (Mc 1,15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige
primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el
Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en
la Buena Nueva y por el Bautismo se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es
decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva" (1427).
— "El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre
un corazón nuevo. La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios
que hace volver a Él nuestros corazones: «Conviértenos, Señor, y nos
convertiremos» (Lc 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo"
(1432; cf. 1430).
— "Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un
movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la
salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para
los demás" (1489).
— "En el «cara a cara» con Dios, los profetas sacan luz y fuerza para su misión. Su
oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a
veces un litigio o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la
intervención del Dios salvador, Señor de la historia" (2584).
— "El que confiesa sus pecados actúa ya con Dios. Dios acusa tus pecados, si tú
también te acusas, te unes a Dios. El hombre y el pecador, son por así decirlo, dos
realidades: cuando oyes hablar del hombre, es Dios quien lo ha hecho; cuando oyes
hablar del pecador, es el hombre mismo quien lo ha hecho. Destruye lo que tú has
hecho para que Dios salve lo que él ha hecho... Cuando comienzas a detestar lo
que has hecho, entonces tus obras buenas comienzan porque reconoces tus obras
malas. El comienzo de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces
la verdad y vienes a la Luz" (San Agustín, ev. Ioa. 12,13) (1458).
La conversión es dudar de nuestro modo de ser y de vivir para entregarnos por la
gracia divina al modo que nos propone el Evangelio..
Con permiso de Almudi.org