" Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”
Mc 7, 1-13
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS NO HA VENIDO A QUITAR TODO ESTO.
A fin de que Israel correspondiera a la elección divina y realizara plenamente la «semejanza»
con Dios, que más tarde será la santidad («Sed santos, como Yo soy santo»: Lv 19,2), Dios le
dio su Ley, la Torá. Esta ley consiste, precisamente, en una serie de pequeñas intuiciones
sagaces, casi de «estratagemas», destinadas a imitar la santidad de Dios en los más pequeños
gestos de la vida cotidiana. Lavarse las manos antes de comer o comer siguiendo ciertas
reglas de pureza alimentaria son pequeños «trucos» que le recuerdan a Israel que es el pueblo
elegido de Dios, santificado precisamente a través de estos preceptos.
Jesús no ha venido a arramblar con todo esto. Contrariamente a una opinión muy difundida en
el ámbito cristiano, Jesús no vino a «liberar» a Israel del yugo de los preceptos, no vino a
abrogar la Torá (cf. Mt 5,17).
Bien al contrario, la radicalizó aún más, la recondujo a sus intenciones originarias, al dato
escrito que precede a toda reelaboración doctrinal posterior. Obrando así, nos recuerda a
todos, judíos y cristianos, que la práctica de la Torá (para los primeros) y la obediencia a la
Palabra escrita (para los segundos) es una imitatio Dei que restablece en el hombre, hecho a
imagen de Dios, la plena semejanza con su Creador.
En ambos casos se ve claro que el honor que el hombre tributa a Dios consiste, esencialmente,
en vivir su propia vocación originaria: ser «imagen y semejanza» del Creador. ¿Seremos
capaces de recoger este desafio, de realizar una opción y vivir sus consecuencias?
ORACION
Nos has querido a tu imagen, oh Dios, para poder alegrarte con nosotros.
Cuando te apareciste a los discípulos en el lago les preguntaste si tenían hambre y les
preparaste un banquete.
No mires si están sucias nuestras manos, tú que estás dispuesto a lavarnos también los pies.
Todos tienen sitio en tu mesa: justos e injustos, judíos y gentiles.
Nos has querido a tu imagen, oh Dios, para convertirnos en tus comensales.