«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Mc 7:31-37
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
EL MILAGRO ES LA RELACIÓN: UNA AUTÉNTICA «NOTICIA ALEGRE» PARA
NUESTROS DÍAS.
No sólo porque todos intuyamos que la salvación tiene que ver con relaciones nuevas, por fin
liberadas, sino sobre todo porque Jesús nos sale aquí al encuentro como alguien que puede
llevar a cabo todo esto. Si lo ha hecho con un hombre sordo y mudo -y además extranjero-, es
para dar a entender que puede hacerlo con cualquier hombre.
Si participamos en el dolor de la humanidad que padece, no nos resultará difícil darnos cuenta
de que, hoy, las heridas más graves de la gente tienen que ver precisamente con las
relaciones. Con los endurecimientos, con las atrofias, verdaderas y auténticas parálisis de la
relación. De ahí procede el aislamiento, la sospecha y el miedo al otro, que nos hace
encerrarnos en nosotros mismos y nos condena a la pérdida del sentido.
Ahora bien, Jesús busca, toca los sentidos del hombre —parece hurgarnos en la vida—, para
llegar finalmente al corazón y tocarlo. « ¡Ephata!»: es la condición para volver a lanzar puentes
con la Vida. Abrirse a Dios, a su Palabra, al encuentro con él, para ser devueltos —abiertos—
al encuentro con el mundo, al diálogo con los hombres, a la relación verdadera con todos.
ORACION
No tengáis miedo de acoger a Cristo ni de aceptar su poder. No tengáis miedo. Abrid de par en
par las puertas a Cristo. Abrid a su poder salvador las fronteras de los estados, los sistemas
económicos y también los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización, del
desarrollo. No tengáis miedo.
Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Sólo él lo sabe. Con gran frecuencia, el hombre no
sabe hoy lo que lleva dentro, en el fondo de su ánimo, en su corazón. Con gran frecuencia, no
está seguro del sentido de su vida en esta tierra. Está invadido por la duda, que se transforma
en desesperación. Permitid a Cristo hablar al hombre. Sólo él tiene palabras de vida, sí, de vida
eterna (Juan Pablo II).