Carta del Obispo de Posadas
IV Domingo del Tiempo Ordinario
“Leprosos de hoy….”
En este inicio de siglo no dudamos en afirmar que somos protagonistas de
profundas transformaciones de todo tipo. A veces quedamos perplejos ante el
rapidísimo avance tecnológico, bio-genético, informático… todo esto tiene una estrecha
relación con ámbitos fundamentales para la existencia humana, como la ética, la
economía o la misma cuestión social.
Ante esta realidad tan dinámica los cristianos necesitamos profundizar y formarnos
en la fe en la que creemos. En nuestro primer Sínodo Diocesano hemos tomado como
una de las temáticas, iluminada por el documento de Aparecida, la formación:
“Discípulos de Jesucristo: Formacin como camino de discipulado”. Podremos
evangelizar y ser misioneros si buscamos tener un verdadero encuentro con Jesucristo,
el Señor. Sin identidad cristiana será difícil tener una actitud de diálogo y apertura en
los diversos desafíos que nos presenta nuestro tiempo. El documento de Aparecida nos
señala, entre otros aspectos una referencia clara al proceso de formación de los
discípulos misioneros: “La vocacin y el compromiso de ser hoy discípulos y misioneros
de Jesucristo en América Latina y El Caribe, requiere una clara y decidida opción por la
formación de los miembros de nuestras comunidades, en bien de todos los bautizados,
cualquiera sea la función que desarrollen en la Iglesia. Miramos a Jesús, el maestro
que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos. Cristo nos da el método:
“Vengan y vean”. (Jn. 1,39), “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6). Con Él
podemos desarrollar las potencialidades que están en las personas y formar discípulos
misioneros con perseverante paciencia y sabiduría, Jesús invitó a todos a su
seguimiento. A quienes aceptaron seguirlo, los introdujo en el misterio del Reino de
Dios, y, después de su muerte y resurrección los envió a predicar la Buena Nueva en la
fuerza de su Espíritu. Su estilo se vuelve emblemático para los formadores y cobra
especial relevancia cuando pensamos en la paciente tarea formativa que la Iglesia
debe emprender en el nuevo contexto sociocultural de América Latina” (Ap. 276).
En el centro de nuestra identidad como cristianos está la persona de Jesucristo,
Dios hecho hombre. Es Él, quien con sus gestos y palabras nos enseña a ser discípulos.
El Evangelio de este domingo nos pone en el “centro” de la vida cristiana, al
proponernos el encuentro del Señor con los leprosos. Durante miles de años los
leprosos no tenían cura y eran totalmente marginados de la sociedad. Este hombre,
que presenta este evangelio, logra conmover al Seor: “Si quieres puedes
purificarme… Jesús conmovido extendi su mano y lo toc diciendo: lo quiero, queda
purificado” (Mc. 1,40-45).
Nuestra identidad como cristianos se desdibuja si no abrimos nuestro corazón a sus
enseñanzas. Son muchos los leprosos de nuestro tiempo. Aunque es frecuente que
como cristianos podamos ir perdiendo la capacidad de encuentro con Jesucristo, que se
hace presente en los marginados y excluidos de hoy, está en la esencia de nuestro
seguimiento del “Seor”, el amor a todos y sobre todo a los hermanos más débiles. Los
leprosos de hoy en nuestra realidad misionera tienen distintos nombres: es la
problemática indígena que cada vez más los lleva a estos hermanos nuestros a
deambular en contextos culturales adversos y racistas. Son los desnutridos que han
crecido con limitaciones y diferencias que los llevan a la exclusión social e incluso a la
condena por vagancia. Los leprosos son muchos jóvenes que no encuentran trabajo, y
“desde el vamos” se encuentran sin futuro. Son los desamparados que siguen
contenidos por el asistencialismo, todavía necesario en algunos casos, pero que daña
“la cultura del trabajo”. Son los leprosos de nuestro tiempo los que padecen SIDA, y
los enfermos que no tienen monedas para acercarse a un hospital o centro de salud.
En la cercanía, compromiso e integracin de “estos nuevos leprosos”, se pesará
nuestro compromiso cristiano, y también la calidad de aquellos que por su lugar y
situacin son dirigentes políticos, econmicos y sociales… Lamentablemente estos
hermanos están tan en la marginalidad, que padecen nuestros olvidos, exclusión y
racismos. De ellos no se ocupan en general ni la gente, ni los que tienen
responsabilidades, ni cuentan con micrfonos, ni cámaras de televisin…
En nuestra realidad parece que están los ganadores y los perdedores. Nosotros si
queremos asumir nuestra identidad de discípulos de Jesucristo, el Señor, tendremos
que asumir el compromiso, lamentablemente siempre actual, de la opción preferencial
por los pobres, por los leprosos de nuestro tiempo. Esto nos exige que como el Señor
nos sintamos conmovidos y que animados en la esperanza busquemos caminos que
nos lleven a construir una sociedad más solidaria, que respete la dignidad de las
personas, la familia y sobre todo, la vida.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez
Obispo de Posadas