“Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué
comer”
Mc. 8, 1-10
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
La lectura en paralelo de los dos textos orienta al pensamiento a detenerse en la diferente
“mirada” que figura en la base del obrar de Jeroboán y de Jesús y a remontar desde aquí a su
fuente: el corazón. De aquí brota esa fuerza que es el amor, motor y timón de toda acción.
Jeroboán se mira a sí mismo, teme la precariedad de su posición y orquesta toda una serie de
intervenciones orientadas a inducir al pueblo, desde «detrás de los bastidores», para que siga
su juego, sin preocuparse de atraerlo así a un pecado que le conducirá a la destrucción.
Una mirada de este tipo es la que está en la base de eso que llamamos “estructuras de
pecado”. La mirada de Jesús, en cambio, se dirige al hombre. Se posa y se une a su necesidad
actual, material y espiritual. La mirada que nace de la compasión se convierte en gesto, y el
gesto en don para la vida del otro. ¿No es acaso ésta la mirada que inaugura la “nueva
civilización del amor”, “la ciudad de Dios”?
ORACION
Señor, Dios de piedad, compasivo, lento a la ira y lleno de amor, Dios fiel, vuélvete a mí y posa
sobre tu siervo tu mirada de misericordia (cf. Sal 86,15ss). Alcanza y toca lo profundo de mí
ser. Pon al desnudo los pensamientos angostos y mezquinos de mi corazón, capaz de oír y
seguir sólo la voz insistente de mi yo. Quema y purifica todo residuo de esta esclavitud mía,
para que habite en mí un nuevo sentir, un auténtico compadecer -el de Jesús-. Sólo tu mirada
puede encender, Señor, esta vida nueva en mí para llevarme a seguir a Jesús en su ministerio
de compasión.