VII Semana del Tiempo Ordinario. (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
a.- Is. 43, 18-22. 24-25: Por mi cuenta borraba tus crímenes.
En la primera lectura, se pide a Israel en cautiverio, que se olvide de las grandes
hazañas del pasado, la salida de Egipto, porque lo que ahora hará Jahvé será muy
superior a todo aquello. Esa liberación será superada por esta que está en ciernes,
lo que se pide a Israel no es olvidar, sino tener fe en lo que viene. Ciro será el
instrumento de Yahvé, sobre Babilonia y dispondrá la libertad para los judíos. El
mismo que preparó el camino por el desierto ahora les prepara una avenida para su
regreso a Jerusalén. Sin embargo, tanta generosidad de su parte se puede mal
entender, y pensar que es una recompensa a su dolor presente. La generosidad
divina, no se debe confundir con supuestos merecimientos humanos, o hasta querer
gloriarse de sus obras. Yahvé les recuerda, que también en el destierro, son
pecadores e infieles a su alianza. Ya no lo invocan ni lo recuerdan, ya no están sus
sacrificios ante ÉL, ni siquiera el culto que le daban subsiste. Lamenta el profeta, la
actitud del pueblo para con su Dios. “Era yo, yo mismo el que tenía que limpiar tus
rebeldías por amor de mí y no recordar tus pecados.” (v. 25). El nuevo orden que
vendrá instaurado, será obra del amor divino, Yahvé responde a su esencia divina
que es puro amor. Forma inmediata de recordar que el perdón de Dios, es obra de
su amor. En la nueva creación, todo procede del amor. Si Dios es amor, quien no
vive en el amor no vive en Dios, por lo mismo conocerá la condenación.
b.- 2Cor. 1, 18-22: Jesús no fue sí y no, sino sí.
Ante un problema concreto, de cambio de planes en sus viajes, una proyectada
visita a Corinto, que luego no se realizó, la comunidad acusa a Pablo de falta de
seriedad, instrumento de un sí y un no. Pablo se defiende y da razones de porqué
no hizo ese viaje. El viaje proyectado preveía una visita primero a Macedonia y
luego a Corinto (cfr. 2Cor.1,15-16), distinto a lo anunciado (cfr.1 Cor.16,5-6), que
preveía la visita primero a Corinto y luego Macedonia, volviendo a Corinto y luego ir
a Judea. El que prometiera la visita, y luego no la realizara, no significa que obrara
con ligereza o estuviera al vaivén de sentimientos muy humanos, como la
comodidad (cfr. 2Cor.1,17). Protesta el apóstol diciendo que siempre ha obrado con
dignidad, constancia y lealtad (cfr. 2Cor.1,18), fruto de predicar a Cristo, que no ha
sido sí y no, sino que en ÉL todo es Sí (vv.19-20). Todas las promesas divinas han
sido un Sí, en Cristo Jesús, se han cumplido en ÉL, y para alegría de los hombres
(cfr.2 Cor.7,1; Rm.9,4; 15,8; Gál.3,16; Heb.6,12). Gracias a ÉL, pronunciamos el
Amén, en las celebraciones litúrgicas, adhiriéndonos a su obra por medio de la fe, a
la gloria de Dios (cfr. 1Cor.14, 16). No contento Pablo con lo dicho, les da otra
razón, resaltando la idea de la lealtad y constancia, les dice que es Dios, quien les
mantiene firmes en la fe en Cristo (v.21). ¿Desde cuándo poseen esa firmeza en la
fe? Desde que fueron ungidos, sellados, y recibieron las arras del Espíritu (v.22).
Alude al sacramento del Bautismo y quizás a la Confirmación (cfr. Hch. 2, 38; 8,
17-18). Ungidos en el Bautismo, recibieron la unción de ser incorporados a Cristo,
constituidos en hijos de Dios y herederos de la vida eterna (Rom. 6,4; 8,17).
Sellados, son propiedad de Cristo, no se pertenecen (cfr. 1Cor.1,13; 3,23). Las
arras del Espíritu anticipan, con los dones y gracias recibidos por su accionar en la
vida del cristiano, el pregustar en esta vida, la bienaventuranza eterna. Finalmente,
el apóstol les dice que fue en consideración a ellos, que no hizo la mencionada
visita, porque como la última había sido muy dolorosa, se habría visto obligado a
tomar medidas estrictas sobre ellos. Prefirió dejar pasar un tiempo, no quiere
dominar sobre su fe, sino ayudarles a conseguir la alegría de creer, consecuencia
de la fe, en que se mantienen firmes (v.24; cfr. Rm.15,13; Gál.5,22; Flp. 1,25).
c.- Mc. 2,1-12: El Hijo del Hombre tiene poder para perdonar pecados.
El evangelio de este domingo podríamos denominarlo de la amistad entrañable y de
la fe. Lo que hacen los amigos, por su amigo paralítico, traerlo, descolgarlo desde el
techo y ponerlo delante de Jesús, para que lo sane, habla de una amistad
verdadera. “Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son
perdonados.» (v. 5). Para los fariseos que estaban ahí, esas palabras les supo a
blasfemia, sólo Dios puede perdonar los pecados de los hombres (v. 6-8), pero
Jesús conociendo sus intenciones replica: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico:
"Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?"
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar
pecados - dice al paralítico: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu
casa."» Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de
modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás
vimos cosa parecida.» (vv. 9-12). La curación física, fue efecto del perdón que
Jesús acaba de desplegar a favor de ese paralítico, con lo que se confirma que tiene
el poder de perdonar los pecados. Con este gesto, Jesús está demostrando que
actúa como Dios, se revela como Dios antes sus discípulos y ante la multitud, el
milagro adquiere categoría de epifanía o manifestación divina. Tal poder, lo confió
a la Iglesia, luego de su resurrección: “Al atardecer de aquel día, el primero de la
semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se
encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz
con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se
alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el
Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn. 20, 20-23).
Este Sacramento de la Reconciliación está puesto para como lo dice la palabra,
reconciliar a los pecadores con Dios, lo que significa un proceso serio de conversión,
y volver a la mística bautismal de sabernos ante todo hijos de Dios. Mientras no se
parta de aquí, la conversión no dará los frutos esperados. No hay que olvidar la
dimensión pascual de este Sacramento, es decir, actúa la fuerza de la Pasión de
Cristo, es en la Cruz gloriosa, donde fueron perdonados todos nuestros pecados. La
comunidad eclesial es el espacio donde ese perdón de los pecados se da, porque es
a ella a quien he ofendido en cada uno de los miembros de la Iglesia. La
reconciliación es con la comunidad de fe, de culto y de servicio que es la Iglesia; el
pecado es ruptura con Dios y con los hermanos de comunidad, es decir, es la
dimensión social y comunitaria de todo pecado. La reconciliación pasa por Dios,
también, por la relación fraterna. La absolución del presbítero, es la readmisión del
pecador al seno de la comunidad eclesial. Finalmente, la reconciliación tiene una
dimensión personal, es decir, la experiencia gozosa del perdón del Señor y de la
comunión con los hermanos. En cada celebración penitencial, Jesús repite sus
palabras: “Hijo, tus perdonados quedan perdonados”, con lo cual Dios regenera al
pecador, le devuelve la vida de la gracia, restableciéndolo en su dignidad de hijo de
Dios. La actitud penitencial, debe acompañar a este proceso de conversión toda la
vida, conociendo nuestras debilidades, pero también conociendo la misericordia
divina que nos perdona, y que con alegría nos reconforta e impulsa desde lo
interior a seguir adelante, en nuestro camino de santidad.
Santa Teresa de Jesús enseña que sólo la oración perseverante salva al hombre de
su condición pecadora y Dios lo lleva a puerto de salvación. Porque es en la oración
donde el hombre debe aprender a leer su verdad, su vida, a la luz de la verdad de
Dios, que es todo Santo y Justo, su propia pobreza para que en su misericordia
infinita y su gracia, Dios le levante a unión de amor. Teresa de Jesús, se reconoce
pecadora, cuando abandonó la oración y se alejó del Señor por preferir amistades
de amigos y parientes que la distraían de su vida contemplativa. “Pues para lo que
he tanto contado esto es como he ya dicho para que se vea la misericordia de
Dios y mi ingratitud; lo otro, para que se entienda el gran bien que hace Dios a un
alma que la dispone para tener oración con voluntad, aunque no esté tan dispuesta
como es menester; y cómo si en ella persevera por pecados y tentaciones y caídas
de mil maneras que ponga el demonio en fin, tengo por cierto la saca el Señor a
puerto de salvación, como a lo que ahora parece me ha sacado a mí. Plega a Su
Majestad no me torne yo a perder.” (Vida 8 ,4).