I Semana de Cuaresma, Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas :
a.- Gn. 9, 8-15: Pacto de Dios con Noé.
Hablamos de la primera alianza hecha por Dios con Noé, luego del diluvio, y donde
Dios se arrepintió de aniquilar la humanidad por su perversión. La segunda alianza,
será con Abraham y la tercera con Moisés en el Sinaí. Se le repiten a Noé las
palabras dichas al primer hombre (cfr. Gn.1). Es una nueva creación, por lo mismo,
deben crecer y multiplicarse, llenar la tierra, dominarla, hacer de ella su morada.
Se da el mandato de respetar la vida, desde el animal hasta la vida humana, es
Dios quien la defiende con su presencia, en esa que es su imagen y semejanza. La
alianza consiste, en que Dios promete que no habrá otro diluvio universal, siempre
que se respete la vida; es un pacto. Quien ofende la vida, ofende a Dios. El respeto
a la vida propia y del otro, es el núcleo de esta alianza, porque el otro, es la imagen
viva de Dios. La creación y la vida, se convierten en lugares teológicos, en que la fe
ha descubierto la acción creadora de Dios. Se grafica la alianza con la señal del arco
iris: hay un orden natural, un pacto con la creación entera. Esta señal recuerda a
Dios, como Creador del universo, recuerda su alianza con el hombre. Los justos
como Noé son herederos de esta alianza, en un ámbito de paz, de vida, de
salvación de Dios.
b.- 1Pe. 3,18-22: El bautismo busca impetrar de Dios una conciencia pura
La pasión de Cristo, su gloriosa resurrección, define como trasfondo, la vida del
cristiano con todas sus complejidades. El dolor o sufrimiento a causa de la fe, es
uno de esos momentos de la vida en que el cristiano eleva su mirada a Cristo
Jesús, como su mejor modelo de padecer (cfr. 1Pe.3,14-17). Su dolor no se
compara, porque siendo inocente, el Cordero que quita los pecados del mundo,
soportó todo por amor al hombre pecador, amor infinito por el hombre, nacido de la
obediencia filial a Dios Padre. Muerto en la Cruz, según la carne, pero poseído por
el Espíritu, no significó la corrupción o aniquilación, fue devuelto a la vida con su
resurrección. Vivificado por el Espíritu, se le concedió una vida nueva, cuyo origen
se encuentra en el mismo Espíritu (cfr. Rm.1,3). Descendió a los infiernos o el
hades, lugar de las almas de los que habían muerto, y que con fe habían esperado
al Salvador, que les viniera a anunciar la Palabra y la salvación, así como también
había venido por los vivos (cfr. Rm. 10.7; Ef. 4, 8-10). Jesús baja a los infiernos,
lugar de los muertos, con una misión predicar, la salvación a esas almas. Se trata
de tender un puente a aquellos que vivieron antes de Jesucristo, justos e impíos,
como los de la generación de Noé, que les comunique su gracia redentora y los
frutos de su pasión y su resurrección. Así como Noé fue salvado de las aguas junto
con su familia en el arca, así el hombre de hoy es salvado del pecado, en las aguas
del sacramento del Bautismo. Éste tiene toda su eficacia a través de la resurrección
de Jesucristo, porque su muerte fue por los pecados de cada hombre, y porque
Cristo está a la derecha del Padre, es que puede comunicar la vida verdadera de ser
hijos de Dios a quien lo pide (cfr. Rm. 4, 25). Cada bautizado, ha hecho alianza con
Jesucristo, tener a Dios como su Padre, y ser su discípulo que ama y sirve al
prójimo como lo hizo ÉL. Cristo es Señor, Kyrios para gloria de Dios Padre.
c.- Mc. 1, 12-15: Jesús es tentado en el desierto
El evangelista en forma muy sintética, nos narra que Jesús fue al desierto, fue
tentado por Satanás y vivía entre las fieras. Jesús es arrojado por el Espíritu al
desierto, porque lo habita, lo posee, lo impulsa con todo su ser; el Hijo, se mueve
connaturalmente al compás del Espíritu. Marcos, presenta a Jesús como nuevo
Adán, que es tentado (cfr. Gn. 23; Rm. 5, 12-21; 1 Cor.15, 21-22. 45-49). Jesús,
ha venido a poner por obra el proyecto original de la creación, mueve la historia
desde dentro, según la voluntad original del Padre. El desierto, en la tradición
bíblica, es lugar de fracasos y rebeliones, reflejadas en el paso por el desierto del
pueblo hebreo y su rebelión contra Moisés; en cambio Jesús va al desierto para
hacer la voluntad de Dios. Estuvo ahí cuarenta días, clara alusión a los cuarenta
años que pasó Israel en el desierto donde fue tentado, pero también el tiempo de la
opresión, de la prueba, de la purificación, del duro camino hacia la tierra prometida.
Es aquí, donde ahora es tentado Jesús. El evangelista, no precisa ni las tentaciones,
su contenido ni la reacción de Jesús a ellas. Seguramente fue tentado de dejar su
mesianismo, para asumir un rol político o triunfalista (cfr. Mc. 8, 33; 1, 35-38; 2,1-
3.5). Pero el evangelista sí nos dice que Jesús está con las fieras y con los ángeles.
En el primer caso, se quiere restablecer la armonía con las criaturas, que el pecado
rompió, con la ley del más fuerte; en cambio, los profetas cuando miran los
tiempos nuevos, ven un renovado entendimiento entre el hombre y los animales; el
desierto era el lugar de las fieras, el lugar donde muere el chivo expiatorio (cfr. Lv.
16, 10-22). Jesús convive con ellas, como lo habían anunciado los profetas (cfr. Is.
11, 6-9; 65, 25), los ángeles no lo expulsarán, como a Adán del paraíso, es más, lo
servirán; con su actitud de servicio, reflejan una menor dignidad que Jesús.
Teniendo clara la identidad de Jesús, como el que vive en comunión con la voluntad
del Padre, vencedor de Satanás, pasa a explicar sus exigencias. Una vez que
arrestaron a Juan, Jesús deja el desierto y va a Galilea para asumir su misión,
anunciar la conversión a la Buena Nueva, es decir, el Evangelio. Del anuncio del
Reino de Dios habían hablado los profetas, la novedad está en que lo hiciera en esa
región de judíos y paganos, y no en Jerusalén, lugar del Templo. Galilea será el
lugar donde por primera vez, se pronuncia la Buena Nueva que Jesús identifica
consigo mismo, donde se quiere destacar una incipiente universalidad, cuyo destino
es superar las divisiones (cfr. Mc. 8, 35). Jesús anuncia en Galilea la buena noticia
de Dios, el evangelio, la salvación con la cual Jesús se identifica plenamente, como
enviado por el Padre. Los profetas habían anunciado esta misión de Jesús, y Juan
Bautista preparó los caminos para el Señor en el corazón de los hombres. Ha
llegado la plenitud de los tiempos, se ha cumplido el tiempo, el Reino ya está
presente, el Hijo está presente entre nosotros. Es el Hijo enviado por el dueño de
la viña a sus siervos, clara alusión a la misión de Jesús, después de los profetas
(cfr. Mc.12,1-12).
Teresa de Jesús, contada entre las grandes almas que han sabido amar a
Jesucristo, como opción de vida, ha debido padecer grandes tentaciones en su vida
espiritual. Por una mal entendida o falsa humildad, dejó largo tiempo la oración,
por considerarse indigna hasta que el Señor la fue sacando de este estado
calamitoso de vida. “Su precio se tienen estos trabajos, que como quien los pasó
muchos años que cuando una gota de agua sacaba de este bendito pozo pensaba
me hacía Dios merced, sé que son grandísimos, y me parece es menester más
ánimo que para otros muchos trabajos del mundo. Mas he visto claro que no deja
Dios sin gran premio, aun en esta vida, porque es así cierto, que [con] una hora de
las que el Señor me ha dado de gusto de Sí después acá, me parece quedan
pagadas todas las congojas que en sustentarme en la oración mucho tiempo pasé.
Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la
postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que se ofrecen, para probar a
sus amadores, y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz, antes que
ponga en ellos grandes tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad
llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de tan
gran dignidad las mercedes de después, que quiere por experiencia veamos antes
nuestra miseria, primero que nos las dé, porque no nos acaezca lo que a Lucifer.”
(Vida 11,11).