¿Quién dice la gente que soy Yo?
Mc 8, 27-33:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. CRISTO SE DIRIGE “A LAS ALDEAS DE CESÁREA DE FILIPO
Marcos sitúa esta escena cuando Cristo se dirige “a las aldeas de Cesárea de
Filipo. Marcos, lo mismo que Lucas, sólo traen en este lugar el relato que hacen
los apóstoles sobre quién dicen las gentes que sea Él, y la confesión de Pedro
proclamando que Jesús es “el Cristo,” el Mesías. Ambos traen también la
prohibición que les hace para que no digan que Él es el Cristo. Mira siempre a
evitar exaltaciones mesiánicas prematuras. Aunque en diversas escenas
anteriores, relatadas por Marcos, los “endemoniados” lo proclaman Mesías, en
los apóstoles se ve un retraso en su comprensión. Puede ser que haya escenas
“anticipadas” o a las que se les haya prestado un contenido posterior, ya que,
en los “endemoniados,” el objetivo directo es la supremacía de Cristo sobre los
demonios, con lo que el mesianismo se presenta en Israel: así al reconocerlo
ellos y vencerlos, se acusaba, literariamente, aún más su triunfo.
2. "¿QUIÉN DICE LA GENTE QUE SOY YO?"
Es en este lugar de Cesárea de Filipo, es el momento cuando Jesús, dirigiéndose
a los discípulos, les hace abiertamente esta pregunta: ¿Quién dice la gente que
soy yo? Jesús no lo ignoraba por su conocimiento sobrenatural, pero también lo
que pensaba la gente de El lo sabía, como los apóstoles, por el rumor popular.
¿Por qué les pregunta primeramente a ellos lo que piensan de El las gentes? El
contacto de los apóstoles con las muchedumbres a causa de la predicación y
milagros de Jesús les había hecho recibir toda clase de impresiones en torno a
esto. Las que recogieron eran éstas: Unos, que Juan Bautista; otros, que Elías,
y otros, que uno de los profetas. Jesús, para unos, era Juan Bautista, sin duda
resucitado, como sostenía el mismo Herodes Antipas. Pues esta opinión había
cobrado cuerpo entre el pueblo, ya que Lucas mismo dice que Antipas estaba
preocupado con la presencia de Jesús, puesto que algunos decían que era Juan,
que había resucitado de entre los muertos (Lc 9:7).
3. "ALGUNOS DICEN QUE ERES JUAN EL BAUTISTA; OTROS,
ELÍAS; Y OTROS, ALGUNO DE LOS PROFETAS"
Para otros, Jesús era Elías. Lucas recoge en otro lugar esta creencia popular.
Jesús era, para diversos grupos, Elías, que había aparecido (Lc 9:8). Según la
estimación popular, Elías no había muerto, y debía venir para manifestar y
ungir al Mesías. Otros piensan que fuese Jeremías (Mateo). El profeta Jeremías
era considerado como uno de los grandes protectores del pueblo judío, sobre
todo por influjo del libro II de los Macabeos (2:1-12). Pero no pasaba por un
precursor del Mesías. Mateo ya hizo referencia a él (2:17). Acaso se lo cita por
el simple prestigio que tenía en el judaísmo, y del que se podrían esperar cosas
extraordinarias. Por último, sin saber a ciencia cierta quién sea, para muchos
era algún profeta de los antiguos, que ha resucitado (Lucas). Era el poder
milagroso de Jesús el que los hacía creer en la resurrección de un muerto (Mt
14:2; Mc 6:14).
No deja de extrañar el que los apóstoles no citen, tomado de la opinión de las
gentes, el que El fuese o pudiese ser el Mesías.
4. "Y USTEDES, ¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?"
Así fue como ellos le respondieron: Unos dicen que es Juan el Bautista; otros,
Elías; y otros, alguno de los profetas. Y preguntó, "Y ustedes, ¿quién dicen que
soy yo?" Por eso, después de oír lo que las gentes pensaban de El, se dirige a
los apóstoles para preguntarles abiertamente qué es lo que, a estas alturas de
su vida y de su contacto de dos años con El, han captado a través de su
doctrina, de su conducta, de sus milagros. Era un momento sumamente
trascendental. Si no fuera que Jesús tenía un conocimiento de todo por su
ciencia sobrenatural, se diría que esperaba impaciente la respuesta de sus
apóstoles. Los tres sinópticos no dicen la respuesta que hayan podido tener
éstos. Sólo recogen la respuesta que le dirigió Pedro. Todos los detalles se
acumulan en la narración de Mateo para indicar no sólo la precisión que interesa
destacar, sino con ella acusar la solemnidad del momento y la trascendencia del
acto.
5. PEDRO RESPONDIÓ: "TÚ ERES EL MESÍAS".
Mientras Marcos y Lucas presentan sin más a Pedro, Mateo lo precisa ya de
antemano como Simón Pedro. En efecto, Pedro tenía por nombre Simón (Mateo
4:18 y par.). En Juan se lee que Jesús, al ver por vez primera a Simón, le
anunció que será llamado Pedro (Jn 1:42). Ya desde un principio, Jesús puso en
Simón la elección para Pedro, para ser piedra El conservar aquí los dos nombres
es sumamente oportuno. La confesión de Pedro es expresada así: Pedro
respondió: "Tú eres el Mesías". Aquí se confiesa por Pedro la mesianidad y la
divinidad de Jesús. Al decir que es el Mesías, indica su relación supereminente
de autoridad con Dios el Padre que lo envía. Pedro, desde su primer
encuentro con Jesús, deja al descubierto, por una parte, la amistad no
disimulada del Maestro, y por otra, la entrega sin reservas a su servicio o
compañía, es así como Pedro sabe quien es Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.
6. JESÚS LES ORDENÓ TERMINANTEMENTE QUE NO DIJERAN
NADA ACERCA DE ÉL
En este fragmento del Evangelio de Marcos, Jesús solo le dice: “Jesús les
ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él”, sin embargo según
Mateo (Mt 16:13-20), Jesús le dijo: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan!, porque
eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos.
La respuesta de Jesús tiene dos partes bien marcadas: la primera es una
felicitación a Pedro por la revelación tenida. La felicitación de Jesús a Simón es
porque esta confesión no se la reveló ni la carne ni la sangre, con la que se
expresa el ser humano. Tal era la grandeza de este misterio, que su revelación
se la hizo su Padre celestial. Se trata, pues, de un misterio desconocido a
Pedro, y un misterio que no podía, sin revelación, ser alcanzado por la carne y
sangre el hombre Entonces, este conocimiento no es por su capacidad
humana, es un don de Dios. En efecto, Pedro alcanzó este conocimiento por la
fe. Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.
Los tres sinópticos añadirán, después de esto, que Jesús prohibió a los
discípulos que a nadie dijesen que El era el Mesías, Dada la efervescencia
mesiánica que había, y que se había ya manifestado en orden a Jesús, hasta
querer las multitudes arrebatarlo para llevarlo a Jerusalén y proclamarle, sin
duda en el templo, “Rey,” Mesías (Jn 6:15), se imponía no contribuir a excitar a
las gentes ni precipitar los acontecimientos. Había que esperar la hora de Dios.
7. Y COMENZÓ A ENSEÑARLES
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser
rechazado por los ancianos. Marcos resalta (es el único que lo dice), que Jesús
les enseñaba sobre la predicción de; su pasión y muerte con mucha claridad.
Otro detalle del Señor es que le anuncia “resucitar después de tres días”, en
otros relatos aparece como “en el tercer día.” Claramente les hablaba de esto.
Era un momento ya oportuno. Había que corregirles el concepto erróneo del
medio ambiente. No era el Mesías político nacionalista que los judíos y ellos
esperaban (Hech 1:6). Era el Mesías profético del dolor: el “Siervo de Yahvé”
de Isaías. Por eso les anuncia: Que éste es el plan de Dios, para esto ha de ir a
Jerusalén: “No puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc 13:33),
y que allí será condenado por “los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas” (Mateos), además allí “sufrirá mucho” y será “entregado a la muerte.”
Pero “al tercer día resucitará.
8. "¡RETÍRATE, VE DETRÁS DE MÍ, SATANÁS!
Entonces Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle y trató de disuadirlo.
Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro: Quítate allá, Satán, porque no sientes
según Dios, sino según los hombres. La respuesta de Jesús a Pedro es que no
sea para El un Satanás, el gran enemigo del reino. Por eso, la proposición de
Pedro, nacida de ignorancia y de afecto, era para el Señor un obstáculo de
seguirla, para no cumplir el mesianismo de dolor, que era el plan del Padre. No
es de extrañar en Pedro una dificultad para aceptar aquellas profecías de Jesús.
Pedro conocía y confesaba la mesianidad de Jesús, pero algo deformada por los
prejuicios rabínicos que el antes había oído sobre un Mesías triunfador y
nacionalista, entonces no le era fácil aceptar la imagen de un Mesías doliente,
humillado y crucificado por los jefes de la nación.
Así es como Jesús le hace ver que habla al modo humano y, que elude el
dolor. Jesús debía padecer y morir, ese era el Plan de Dios, pero ese
sufrimiento había de ser la causa de nuestra salvación. Como a Pedro, nos
sucede lo mismo, el no entendía las cosas de Dios, del mismo modo, por no
situarnos en el Plan del Padre, se nos hace difícil entender sus obras. Tenemos
necesidad de despojarnos de los criterios del hombre y adoptar solo y
únicamente el de Jesucristo.
El Señor les Bendiga