MIERCOLES DE CENIZA
Jl 2, 12-18; Sal 50; 2Cor 5, 20-6,2; Mt 6, 1-6.16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis
recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas
tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por
las calles con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han
recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre,
que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis no seáis como los hipócritas, a
quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para que los vea
la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar entra
en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu
Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis no andéis
cabizbajos,como los farsantes que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que
ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes,
perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino
tu Padre que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te
recompensará.
Con la liturgia del Miércoles de Ceniza se da inicio al Tiempo del itinerario
cuaresmal, período de cuarenta días que llegará a su término con el Santo Triduo
Pascual: pasión, muerte y resurrección del Señor, centro del misterio de la
salvación. Este es un tiempo en el cual la Iglesia nos invita a todos los creyentes a
mirar y acoger de una manera viva la obra redentora de Cristo y a vivir, a través
del ayuno, la oración y la limosna, con mayor profundidad nuestra vida cristiana. Es
así que la liturgia de este tiempo nos lleva a realizar un recorrido por toda la
historia de la creación y de la redención. Al respecto nos dice el Papa Benedicto
XVI: Hoy, miércoles de Ceniza, comenzamos el camino cuaresmal: un camino
que dura cuarenta días y que nos lleva a la alegría de la Pascua del Señor. En este
itinerario espiritual no estamos solos, porque la Iglesia nos acompaña y nos
sostiene desde el principio con la Palabra de Dios, que encierra un programa de
vida espiritual y de compromiso penitencial, y con la gracia de los Sacramentos
(Benedicto XVI, Audiencia General del miércoles de Ceniza, 17 de febrero de 2010).
El evangelio nos hace presente que este es un tiempo de conversión y de oración,
un tiempo de ayuno, de penitencia y de vigilancia expectante sobre nosotros
mismos, porque en este tiempo estamos invitados a poner más atención y énfasis
en nuestra lucha diaria contra el pecado, la rebeldía y la soberbia, combate que no
termina nunca, pues la tentación y la debilidad propia de todos nosotros los
creyentes es una realidad de todos los días, la cual nos permite ver la fragilidad de
nuestra existencia y el inmenso amor de Dios que nos perdona y acoge cada día
invitándonos a la búsqueda constante de la conversión. La llamada a la conversión
revela y denuncia la superficialidad que caracteriza nuestra vida. Convertirse
significa cambiar de mentalidad y por ende de manera de vivir, pero no como
pequeño ajuste, sino como un verdadero cambio de sentido (según el evangelio), la
conversión es ir contracorriente, donde la "corriente" es el estilo de vida que el
mundo nos busca imponer: superficial, incoherente e ilusorio que nos arrastra, nos
domina y nos hace esclavos del mal y de la mediocridad moral. Con la invitación a
la conversión, los creyentes estamos llamados a aspirar a la auténtica vida cristiana
que significa tener a Cristo como camino, verdad y vida, adhiriéndonos al Evangelio
que es adherirse a Jesucristo, que es la meta final.
El Papa Benedicto XVI hace una profunda reflexión sobre el verdadero sentido de la
conversin cuando nos dice: La ceniza bendecida impuesta sobre nuestra cabeza
es un signo que nos recuerda nuestra condición de criaturas, nos invita a la
penitencia y a intensificar el empeño de conversión para seguir cada vez más al
Seor.() Hoy Dios revela su ley y nos da a elegir hoy entre el bien y el mal, entre
la vida y la muerte (cfr Dt 30,19); hoy "el Reino de Dios está cerca. Convertíos y
creed en el Evangelio" (Mc 1,15);hoy Cristo ha muerto en el Calvario y ha
resucitado de entre los muertos; ha subido al cielo y se ha sentado a la derecha del
Padre; hoy se nos da el Espíritu Santo; hoy es el tiempo favorable. Participar en la
Liturgia significa entonces sumergir la propia vida en el misterio de Cristo, en su
presencia permanente, recorrer un camino en el que entramos en su muerte y
resurreccin para tener la vida (BENEDICTO XVI, Audiencia General en el
Miércoles de Ceniza, 9 de marzo de 2011).
De este modo, el tiempo de Cuaresma nos ofrece un camino de conversión que nos
ayuda a abrir los ojos ante nuestra debilidad y nos hace abrir el corazón al amor
misericordioso de Cristo. Por ello en todas las comunidades parroquiales se realiza
el gesto austero y simbólico de la imposición de las cenizas, rito que es
acompañado por dos fórmulas llenas de significado que a su vez son un
llamamiento a reconocernos pecadores y a volver a Dios. Así se nos dice:
«Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» (Gn 3, 19) o «Convertíos y creed
en el Evangelio» (Mc 1, 15). Estas palabras evocan y hacen presente la condición
humana que está sometida al signo de la caducidad y de la limitación, pero que
vivimos con la esperanza puesta en Dios, porque la Cuaresma nos invita a dejar
que la Palabra de Dios penetre e ilumine nuestra historia para que podamos
conocer nuestra verdad fundamental y vivir plenamente aceptando la acción y
voluntad de Dios en nuestra vida.
El Papa Benedicto XVI en su Mensaje para la Cuaresma nos dice: El fruto de
acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se
trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de
mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención
constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v.
24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante
participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la
meta escatolgica: la comunin plena en Dios (BENEDICTO XVI, Mensaje para la
Cuaresma 2012).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar