Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo B, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 7
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Por mi cuenta borraba tus crímenes * Jesús no fue
primero "sí" y luego "no"; en él todo se ha convertido en un "sí" * El Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
Textos para este día:
Isaías 43,18-19.21-22.24b-25:
Así dice el Señor: "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que
realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el
desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que
proclamara mi alabanza. Pero tú no me invocabas, Jacob, ni te esforzabas por mí,
Israel; me avasallabas con tus pecados y me cansabas con tus culpas. Yo, yo era
quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados."
2 Corintios 1,18-22:
Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero "sí" y
luego "no". Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos
anunciado, no fue primero "sí" y luego "no"; en él todo se ha convertido en un "sí";
en él todas las promesas han recibido un "sí". Y por él podemos responder: "Amen"
a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con
vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones,
como prenda suya, el Espíritu.
Marcos 2,1-12:
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni en la puerta. Él les proponía la palabra.
Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío,
levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y
descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al
paralítico: "Hijo, tus pecados quedan perdonados." Unos escribas, que estaban allí
sentados, pensaban para sus adentros: "¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién
puede perdonar pecados, fuera de Dios?" Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y
les dijo: "¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados
quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues,
para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados..." Entonces le dijo al paralítico: "Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla
y vete a tu casa." Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de
todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto
una cosa igual."
Homilía
Temas de las lecturas: Por mi cuenta borraba tus crímenes * Jesús no fue
primero "sí" y luego "no"; en él todo se ha convertido en un "sí" * El Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
1. Lo visible como camino hacia lo invisible
1.1 Jesús es visible y es revelación de lo invisible. Esta es una enseñanza básica del
Nuevo Testamento que puede muy bien encontrarse en el evangelio de hoy. Dice el
Señor, en efecto: "ahora sabrán que el Hijo de Hombre tiene poder en la tierra para
perdonar los pecados" (Mc 2,10). La curación de la parálisis, un hecho visible, sirvió
pedagógicamente para descubrir el perdón de los pecados, que en sí mismo es un
hecho invisible.
1.2 La parálisis no era un fruto del pecado necesariamente, porque más bien vemos
que Jesús se aparta de aquella idea de que la enfermedad brota de pecados
anteriores, quizá ocultos (cf. Jn 9,2-3). El pecado tampoco produce siempre
consecuencias visibles, enseñó también Jesucristo, pues llamó "sepulcros
blanqueados" (Lc 11,44) a aquellos que dominaban el arte de esconder con éxito su
maldad. Y sin embargo, el pecado es como una parálisis: parálisis del alma, de la
esperanza y de la alegría, y en tal analogía reside la fuerza de la pedagogía que el
Señor utiliza para esta ocasión.
1.3 Cuando el paralítico llegó la camilla lo llevaba a él; después de encontrarse con
el poder sanador de Jesús, él lleva su camilla. Muchas cosas son soporte de
nuestras parálisis, y vienen a ser como "camillas" nuestras. Por ejemplo, los
llamados "mecanismos de defensa" con los que queremos salvaguardar una cierta
estabilidad interior mostrándonos insensibles, duros o distraídos ante los problemas
que nos acechan. La agresividad, digamos por caso, es un mecanismo de defensa
para proteger un alma tímida, acomplejada o asustada. Sirve como "camilla" que
protege una parálisis sin sanarla. Pero Jesús sí sana, y sanados por Jesús ya no
tenemos que ser defendidos por mecanismos como la agresividad porque el miedo
que nos paralizaba ha sido vencido y ya podemos dominar la camilla.
2. Sobre la divinidad de Jesús
2.1 En más de una ocasión los Evangelios nos dejan ver la capacidad de Jesús para
penetrar en las conciencias de los hombres y descubrir sus más ocultos
pensamientos e intenciones. En el pasaje de hoy ello es claro, cuando los escribas
empiezan a pensar para sus adentros: "¿Cómo se atreve a decir eso? ¡Blasfema!
¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Mc 2,7), y Cristo les muestra lo
que están pensando sin que lo digan.
2.2 Este rasgo de Jesús no es una curiosidad; es muy importante porque en el
Antiguo Testamento sólo Dios penetra los pensamientos: "Más engañoso que todo,
es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el
corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según
el fruto de sus obras" (Jer 17,9-10). Y en Amós leemos: "He aquí el que forma los
montes, crea el viento y declara al hombre cuáles son sus pensamientos, el que del
alba hace tinieblas y camina sobre las alturas de la tierra: el Señor, Dios de los
ejércitos, es su nombre" (Am 4,13).
2.3 Por otro lado, no es cualquier fruslería lo que anda en el pensamiento des estos
escribas. Se sienten seguros de haber encontrado una blasfemia en Jesús porque
ha dicho: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2,5). El argumento de ellos es:
"¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Mc 2,7). Y es bien interesante
notar que Jesús no niega lo que ellos afirman, que sólo Dios perdona pecados, sino
que recalca que él mismo perdona pecados "pues ahora sabrán que el Hijo de
Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados" (Mc 2,10). De este
modo revela con suficiente discreción pero con suficiente claridad su naturaleza
divina.