Hijo, tus pecados te son perdonados”.
Mc 2, 1-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“NUNCA HEMOS VISTO NADA IGUAL”.
“Nunca hemos visto nada igual”. exclama la gente, y alaban a Dios por la prodigiosa curación
del paralítico y el milagro -superior incluso- del perdón de los pecados. Sí, porque sólo Dios
puede perdonar los pecados. Se trata de un prodigio cualitativamente superior a la resurrección
de un muerto: con la condición de que -como sucede en nuestro caso- la culpa no sea sólo
cubierta, sino suprimida de manera radical, de forma que el pecador vuelva a ser inocente e
inmaculado como la lana, para usar la imagen de Isaías. De ahí que remitir el pecado sea una
obra exclusivamente «divina»: es el milagro del amor creativo, preveniente y gratuito de Dios,
como de un modo muy eficaz se dice con una frase que debería dejarnos pasmados por su
fuerza y -¿cómo diríamos?- por su nervio: “Soy yo, y slo yo, quien por mi cuenta borro tus
culpas, oh Israel, y dejo de recordar tus pecados”, aunque fueran rojos como la escarlata y
negros como la pez.
Por desgracia, el hombre, hipnotizado por lo sensible, siente pronto y con facilidad sólo las
enfermedades que golpean a los sentidos del cuerpo: las visibles y tangibles, pero no ve la
sucia podredumbre negra que se imprime psicofísicamente en el alma con la práctica de los
egoísmos -tener-gozar-poder- y con las porquerías de los siete vicios capitales; esa
podredumbre, lamentablemente, le cuesta bastante notarla. Oh hombre infeliz, exclamaría
Agustín con Pablo, ¿quién me liberará de este cuerpo de muerte?
ORACION
Oh Espíritu de la verdad, que eres luz, haz que yo vea lo sucias que son las siete manchas de
los siete vicios capitales. Cómo quisiera hacer mía la ardiente exclamación de los ciegos del
evangelio: “Cristo, hijo de David, haz que vea”. Oh Espíritu de la verdad, que eres luz, infunde
en mí esa iluminación interior que me permita distinguir el bien del mal, la verdadera felicidad
de la falsa, la verdadera belleza-grandeza de las falsas. Oh Espíritu de la verdad, que eres luz,
hazme comprender que existe también una belleza invisible, bastante más bella y fascinante
que la visible; hazme comprender que puede existir una salud espiritual incluso bajo un cuerpo
enfermo, una riqueza espiritual bajo una envoltura de andrajos.
Oh Padre, infunde en mí tu Espíritu, a fin de que yo comprenda con mayor claridad que es
justamente verdad que vale muy poco ganar todo el mundo y perder los verdaderos bienes,
que son los invisibles; hazme comprender que son liberadoras estas palabras de Jesús:
“Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por aadidura”. Oh
Espíritu de la verdad, que yo vea.