VII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Con permiso de dominicos.org
Lunes
“El padre le dijo: Creo, pero ayuda mi falta de fe”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la carta del apóstol Santiago 3,13-18:
¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena
conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón
amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería
pura falsedad. Esa sabiduria no viene del cielo, sino que es terrena, animal,
diabólica. Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males.
La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la
paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante,
sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la
justicia.
Sal 18,8.9.10.15 R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,14-29:
En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al
llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a
unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y
corrió a saludarlo.
Él les preguntó: «¿De qué discutís?» Uno le contestó: «Maestro, te he traído a
mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al
suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus
discípulos que lo echen, y no han sido capaces.» Él les contestó: «¡Gente sin fe!
¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?
Traédmelo.» Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño;
cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre:
«¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»
Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al
agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.»
Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.» Entonces el padre
del muchacho gritó: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame.» Jesús, al ver que acudía
gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo
mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.» Gritando y sacudiéndolo
violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la
multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano,
y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos
echarlo nosotros?» Él les respondió: «Esta especie sólo puede salir con oración y
ayuno.»
II. Oramos con la Palabra
No hay oración para este día.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
Santiago, en la Primera Lectura, nos habla de la Sabiduría, de la verdadera
sabiduría, según él, porque hay otras que las considera falsas.
Inmediatamente después de la Transfiguración, al bajar del monte, Jesús se
encuentra con mucha gente. Por un lado, los discípulos que discuten con unos
letrados, y, como suele suceder, mucha gente alrededor. Al reconocer a Jesús, la
gente quedó sorprendida, pero él les preguntó de qué discutían. La callada por
respuesta, hasta que “uno le contest –sin que tuviera mucho que ver con la
pregunta-: „Maestro, te he traído a mi hijo poseído por un espíritu que no le deja
hablar…”. El nio epiléptico, enfermedad confundida entonces con la posesin
diabólica. Dos ideas me llaman la atención, la fe y la oración. Y, en Santiago, el
pragmatismo de la Sabiduría.
“Señor, auméntanos la fe” (Lc 17,5)
“Creo, pero ayuda mi falta de fe”. Este hombre es modelo de oracin para
nosotros, y ejemplo y paradigma de persona creyente. ¿Quién puede presumir
de creer lo suficiente? ¿Quién habrá que no necesite purificar su fe, confiar más
en Dios, fiarse más de él? Por más que apostemos por Jesús y nos hagamos
seguidores suyos, “Seor, auméntanos la fe” también a nosotros. Porque, la vida
cristiana empieza por la fe, se desarrolla por la fe y se consolida en la fe. “El
justo vivirá por la fe” (Rom 1,17; Heb 10,38).
El que cura, el que libera es Dios. No se trata de acciones mágicas o poderes
humanos especiales. Por eso Jesús increpa a la muchedumbre cuando dice:
“Gente sin fe. ¿Hasta cuándo estaré con vosotros?” Y al padre del nio: “Todo es
posible al que tiene fe”. E indirectamente se lo dice a los discípulos al explicarles
la importancia de la oración en estas curaciones.
Creer para orar; orar para creer
Para orar hay que tener fe, de otra forma sería más un simulacro de oración que
algo sentido y vivido. Y para creer más y mejor necesitamos orar. La oración
conduce a la fe, y la fe lleva a alimentar, mantener y aumentar la oración.
Incluso con dudas de fe, la oración no sólo es conveniente sino necesaria.
Jesús antes de hablarnos de la oracin, la practic: “Te doy gracias, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y
entendidos y se las revelado a los pequeos” (Mt 11,25). Jesús, antes de tomas
las decisiones más importantes de su vida, se pone en contacto con su Padre en
oración. Al empezar su vida pública va al desierto a orar. Y, al ver cómo oraba,
sus discípulos le piden que les enseñe a orar, y así lo hace para que no caigan en
la tentación. La oración que les enseña es el Padrenuestro, ejemplo y modelo de
toda oración cristiana.
Sabiduría “práctica” de Santiago
Santiago no se anda por las ramas: “¿Hay alguno entre vosotros, sabio y
entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad
propia de la sabiduría”. Todo es importante, nos viene a decir Santiago, pero lo
decisivo no es la sabiduría sólo teórica, ni siquiera la fe sin más, sino la vida, la
conducta, las obras y el modo de realizarlas. Esta es la sabiduría de Dios, la que
nos mostró Jesús en el Evangelio. Y Santiago hace sus aplicaciones: la sabiduría
no tiene nada que ver con un corazón amargado por la envidia y el egoísmo… La
sabiduría es amante de la paz, comprensiva, llena de misericordia y de buenas
obras. No consiste tanto en conocer muchas cosas, cuanto en practicar el bien.
Preguntémonos, siguiendo a Jesús, por los frutos que damos, y sabremos qué
sabiduría anida en nosotros.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino