EL SEÑOR LO MERECE
Padre Javier Leoz
Recientemente nos conmocionaba el trágico accidente del encallamiento de un
crucero con cerca de 5.000 personas a bordo. El gusto por el riesgo, la excesiva
confianza o seguridad en el mando humano, la cercanía del litoral hizo que, lo que
pudo haber sido un feliz viaje, se convirtiera en horas amargas, en un triste final.
1.- La cuaresma nos alienta a caminar hacia la Pascua. Es una travesía de cuarenta
días que nos puede aportar mucho y bueno si lo sabemos aprovechar. Y, por qué no
decirlo, nuestra vida puede encallar o desviarse si no utilizamos todos los medios a
nuestro alcance para disfrutar –y digo disfrutar- de este tiempo de gracia y de
conversión que iniciamos hoy con la imposición de la Santa Ceniza.
2.- ¿Hacia dónde vamos? ¡La Pascua nos espera! Será el colmo y la dicha final de
nuestro viaje cuaresmal. Cristo, porque subirá con la cruz sobre sus hombros y
luego con su cuerpo al madero, se merece que preparemos esos días con
intensidad; sin nada que distorsione la grandeza de esas jornadas; con el corazón
repleto de sentimientos de reconciliación, paz y agradecimiento.
Sería bueno, como si fuésemos veleros, que en estas semanas nos dejemos
empujar por el viento del Espíritu. Que nos sacudamos nuestras perezas y
tentaciones. Que saquemos a flote nuestra vida.
La Pascua, porque es el paso de Dios por nuestra existencia, requiere que nos
pongamos en marcha; que nos sintamos peregrinos; que busquemos a Dios no
cerca de las costas de nuestro mundo y sí desde la distancia y seguridad que nos
marcan la oración, el silencio o el sacrificio personal en algo o por algo.
3.- ¿Quién nos acompaña? ¡No vamos solos! El Señor, con el timón en sus manos,
sigue dirigiendo la nave de su Iglesia. Merece, por lo tanto, que todo lo que
acontezca en nuestro interior esté a la altura.
Cada uno tendríamos que hacer una pequeña reflexión ¿Cómo voy a prepararme al
acontecimiento de la Pascua? ¿Con el Señor o sin el Señor? ¿Mirando siempre a las
orillas del mundo (y a veces tropezando con ellas) o dejándome guiar por la fuerza
de la Palabra de Dios?
Este Miércoles de Ceniza nos pone en el punto de salida. ¿Quién ha dicho que en sí
mismo este tiempo de cuaresma no es un fin? ¡Claro que lo es!
-Puede ser un final a nuestra piedad inconsistente. El desierto (la oración personal,
la eucaristía de cada día, la lectura de la Palabra de Dios, el rezo del vía crucis) nos
puede llevar a una comunión perfecta con el Padre.
-Puede ser un final a nuestros pecados, reticentes e inconscientes. La confesión
sacramental, individual y contrastada con el sacerdote, nos hará sentir la infinita
misericordia de Dios. ¡Él es más grande que nuestras faltas! ¿Por qué nos cuesta
tanto acudir al médico de almas cuando, bien sabemos, nuestro interior está
necesitado de un soplo, de un consejo o de una corrección fraterna?
-Puede ser un final de nuestra comodidad. Si Dios, en Cristo, se hace gigantesca
caridad (se da al cien por cien), en la cuaresma no podremos olvidar que el amor
nos define. No está de moda el esfuerzo personal y mucho menos la penitencia.
¿Qué escalador que pretenda subir a una cumbre de miles de metros no batalla por
conseguirlo? La comodidad, en este tiempo de cuaresma, ha de dar lugar a otra
palabra: “como- di- dad” Como yo me di, vosotros dad también.
4.- Inclinemos nuestras cabezas para que (sintiéndonos llamados a la conversión,
al encuentro personal con Cristo en esta peregrinación cuaresmal) lleguemos a la
Semana Santa dispuestos a vivir con emoción, veneración y agradecimiento las
horas que más Pasión, Muerte y Resurrección puso Dios en la tierra: su Hijo
Jesucristo.
¿Estamos dispuestos a emprender este crucero hacia la Pascua? ¡Distanciémonos
un poco de tierra! ¡No encallemos en lo superficial, en el todo vale, en el “yo soy
así” o en ausencia de oración, piedad o compromiso personal con el Reino de Dios!
5.- PORQUE TE NECESITO
Me colocas, Señor, en el inicio de este camino
para que, sintiéndome con todo y a la vez sin nada,
sepa distinguir lo eterno de lo efímero.
Me instalas, Señor, en mi propia indigencia:
¿Quieres ser rico? ¡Sígueme y te daré Vida Eterna!
¿Quieres ser pobre? ¡Quédate donde te parece seducirte el oro!
PORQUE TE NECESITO
Me llamas a iniciar este sendero de oración y de penitencia
a levantar las antenas de mi mente
para que, a través de ella, pueda yo sentirte;
para que, con ellas, sepa cómo mejor servirte
PORQUE TE NECESITO
Me convocas a este tiempo de gracia y de búsqueda
de prueba y de discernimiento, de austeridad y de conversión
¡Gracias, oh Cristo!
Porque, ante tu Pasión, me convidas a no ser indiferente
a vivir, tus grandes horas, desde mi pequeñez humana
Me llamas, oh Señor, porque quieres librarme
de tantos eslabones que, en apariencia parecen ser hilos,
y no me dejan vivir mirándote frente a frente
Hilos que son cadenas que me esclavizan
y endurecen mis entrañas
y me hacen sentirme poderoso y casi dios
cuando, bien sé, que soy tierra, poco y casi nada
PORQUE TE NECESITO
No dejes que, la barca de mi existencia, vaya perdida
que seas Tú, Cristo sufriente, quien me levante en mis caídas
que seas Tú, Cristo con la cruz, quien me ayude a llevar la mía
que seas Tú, Cristo Redentor,
quien me abra los ojos ante tanto misterio que aguarda.
PORQUE TE NECESITO, SEÑOR
Inclino mi cabeza y digo que…sólo Tú eres grande
Abro mi corazón y confieso que…necesito cambiar
Pienso en mi interior y te pido….que vengas a redimirme
Escucho tu Palabra y creo que sólo ellas son únicas y verdaderas
Quiero subir contigo, Jesús, al Monte Santo
Y si faltan cirineos, intentar con tu cruz ayudarte
Y si una cruz queda vacía, desde ella, poder yo gritarte:
¡Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino!