“El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí”
San Marcos 9, 30-37:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ES MUY GRANDE LA TENTACIÓN DE SER O HACERSE LÍDER.
Se trata de una tentación que aparece de una manera sutil y en forma de bien: al comienzo, tal
vez ni siquiera nos damos cuenta, pero poco a poco nos va sugiriendo cosas cada vez más
alejadas de la verdad de Cristo.
Charles de Foucauld oyó un día esta frase durante una homilía del padre Huvelin: “Jesucristo
ha tomado el último puesto de tal modo que nadie podrá quitárselo jamás”. Estas palabras nos
hieren y nos proporcionan consuelo al mismo tiempo, porque la experiencia humana de cada
día nos lleva a decir que somos nosotros quienes debemos luchar con los condicionamientos y
los bombardeos psicológicos que se nos presentan. Sin la humildad, esa virtud que nos permite
reconocer a Otro fuera y por encima de nosotros, sólo conseguimos afirmar nuestras pasiones,
que no conducen a la unión y al compartir, sino sólo a imposiciones que con el correr del
tiempo no concuerdan ya con la sabiduría, don de Dios. Existe una sola pasión, y es aquella
que sufrió Jesucristo por cada uno de nosotros, haciéndonos de nuevo niños en el espíritu,
últimos en el mundo, pero grandes en su Reino. Jesús “rico como era, se hizo pobre por
nosotros” y, de este modo, puso en tela de juicio la raíz del mal que reina dentro de nosotros:
hacernos como él.
Imitar al Señor no significa repetir de manera servil los gestos que él realizó, sino confrontar lo
que sale de nuestro corazón con lo que él dijo e hizo. La obediencia al Padre que lo envió le
hizo libre de obrar por nosotros y en nosotros, para que no seamos esclavos de nuestras
voluntades, sino libres de amar y de entregar a los otros lo que nosotros mismos recibamos.
ORACION
Señor, estamos en deuda contigo por la vida que nos has dado con tu pasión, muerte y
resurrección. No permitas que usemos los dones gratuitos que nos has dado para especular en
perjuicio de los pobres o para hacernos grandes ante los otros.
Recuérdanos, cuando volvamos a ti humillados, lo que hemos tenido miedo de pedirte en los
momentos de orgullo y de presunción. Ayúdanos a acoger y a dar antes de ser acogidos y
recibir, para no presumir de hacer nuestra voluntad, sino la de nuestro Padre, tal como tú nos
enseñaste.