San Mateo 6, 1-6.16-18:
“Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
"EN TU LUZ VEREMOS LA LUZ"
La liturgia de la Palabra de hoy nos lleva de la mano por el camino de la verdadera alegría,
viniendo a buscarnos en los callejones sin salida donde nos metemos y donde no podemos
avanzar. Penitencia y arrepentimiento no son sinónimos de abatimiento, tristeza o
frustración; por el contrario, constituyen una modalidad de apertura a la luz que puede
disipar las oscuridades interiores, hacernos conscientes de nosotros mismos en la verdad y
hacernos gustar la experiencia de la misericordia de Dios. El siempre ve y conoce nuestras
mezquindades y suciedades interiores y, sin embargo, ¡qué diferente es su juicio del
nuestro!
"En tu luz veremos la luz" (Sal 35,10b): admirados notamos que desde el momento en que
nos ponemos en camino, él nos envuelve con un amor más grande, nos despoja de nuestro
mal y nos reviste de una inocencia nueva.
El Señor había asignado al profeta la misión de convocar al pueblo para suscitar nueva
esperanza a través de un camino penitencial; a los apóstoles les confía el ministerio de la
reconciliación; a la Iglesia hoy, le en-carga proclamar que ¡ahora es tiempo favorable, ahora
es el día de la salvación! Volvamos al camino del Señor con todo su pueblo, dejémonos
reconciliar con Dios permitiendo a Cristo que asuma nuestro pecado: sólo él puede
conocerlo y expiarlo plenamente. Renovados por el amor aprenderemos a vivir bajo la
mirada del Padre, contentos de poder cumplir humildemente lo que le agrada y ayuda a
nuestros hermanos. Su presencia en el secreto de nuestro corazón será la verdadera
alegría, la única recompensa esperada y ya desde ahora pregustada.
ORACION
Padre mío, tú que ves en lo escondido, sabes cómo rehúyo de lo escondido del corazón y
cómo busco la admiración de los hombres, pobre recompensa al orgullo de mi "yo" que
recita su papel en la comedia de la piedad humana.
Muy distinto, mucho más desconcertante, es el misterio de tu piedad, pero cómo lo ignoro
todavía, vagando lejos... Hazme volver, te suplico, a la hondura de mi ser donde tú moras:
en la luz nueva del arrepentimiento exultaré de gozo en tu presencia.
Padre nuestro, que estás en los cielos, tú conoces el mal del mundo y cómo yo lo aumento
cada día. Ayúdame hoy a acoger el día de salvación; concédeme ahora el mirar a tu Hijo,
tratado como pecador por nosotros, crucificado por nosotros, por mí. Reconciliado por el Amor
infinito, viviré en el humilde amor que no busca otra recompensa fuera de ti.