“La gente de este tiempo es una gente perversa”
Lc 11, 29-32
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
"AQUÍ HAY UNO QUE ES MÁS QUE JONÁS"
Mientras la gente se apiñaba en torno a Jesús, él responde a los que `para ponerle a prueba le
pedían un signo del cielo" (v 16). Rechaza un signo que sacie la curiosidad y la sed por lo
maravilloso (v 29) y en su respuesta Jesús deja entrever su propia identidad divina: "Aquí hay
uno que es más que Jonás" (v 32). En concreto, declara que él es el signo del cielo, el Mesías
prometido y largamente deseado por Israel, pero ahora no es reconocido porque se presenta
de modo muy diferente al esperado por la gente.
El Hijo del hombre es `para esta generación" una llamada viviente a la conversión, como lo fue
Jonás para los ninivitas; y, como él, no busca medios espectaculares para afirmarse, sino que
ofrece sencillamente la Palabra y la misericordia de Dios. El recuerdo de los habitantes de
Nínive y de la reina de Saba subraya la universalidad de la llamada a la salvación. Pero
mientras algunos pueblos paganos supieron reconocer como "enviados" de Dios a hombres
que proclamaban la conversión y escuchando su voz encontraron el camino de una conversión
radical, la `generación malvada", entre la cual Jesús ejerce históricamente su ministerio, es
ciega y dura de corazón. Por esa razón serán los mismos ninivitas y la reina de Saba quienes
la condenen en el día del juicio (vv 31s), porque, cegada por el orgullo, no ha reconocido, bajo
las humildes apariencias humanas de Jesús, al Cristo.
ORACION
Padre justo y misericordioso, tú nunca te cansas de llamar a todos a la conversión, para que
tus hijos gusten del gozo de la comunión contigo. Perdóname, Padre: he cerrado el corazón en
la indiferencia egoísta y satisfecha y no me he abierto a tu invitación. Señor Jesús, tú
manifestaste la llamada extrema del amor, ese amor que vence la muerte ofreciendo la vida.
Perdóname, oh Cristo: he dudado confiar en ti y he preferido pedir signos espectaculares,
garantías absurdas, a un Dios que ha perdido todo, en la cruz, para salvarme.
Espíritu Santo, fuego de amor, inflama mi corazón consumiendo toda la escoria de temor,
mezquindad y dureza. Luz santísima, haz que experimente la medida ilimitada de la
misericordia de Dios, la profundidad insondable de su sabiduría. Líbrame de la frialdad de mi
endurecimiento, de la ceguera de mi lógica humana.