“no tienen más que un Maestro”
Mt 23 1-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA PALABRA DE DIOS, ESCUCHADA CON OÍDO ATENTO, INTERIORIZADA EN EL
CORAZÓN
Dejemos que nos hieran las palabras que hoy la madre Iglesia hace resonar en nuestros oídos.
No demos nada por descontado, pensando en nuestro interior: "Estas palabras le van bien a
fulano o a mengano... ". Dios nos lo dice a nosotros.
Y es una gracia inestimable que todavía nos las diga: en su paciencia quiere brindarnos una
posibilidad de evitar un merecido castigo, aunque sólo fuese por nuestra ingratitud y
superficialidad o quizás por la malicia de nuestra falta de generosidad. Cuando dormimos
seguros sobre los laureles de los preceptos que observamos (así nos parece), recibimos gloria
unos de otros, en vez de dar gloria al Señor.
¿Y Él? Él vuelve la mirada a otra parte: a sus ojos somos como los fariseos que ostentan sus
filacterias y alargan las franjas del manto. Además, Isaías nos dice que todavía no hemos
aprendido lo que es amor: respuesta agradecida, generosa y total a un Dios fiel que ha salido a
nuestro encuentro y se ha unido a nosotros con vínculos nupciales. Sacrificios y ofrendas no
valen nada si nuestros oídos y el corazón, seducidos por el pecado, se endurecen en las
relaciones. ¿Quién circuncidará nuestro corazón y lavará nuestras manos? Será precisamente
la Palabra de Dios, escuchada con oído atento, interiorizada en el corazón, guardada con amor,
practicada con sencillez.
ORACION
¡Cuántas veces, Señor, hemos hecho ostentación de obras y méritos para "dejarnos ver"..., y
no precisamente por tus ojos, que ven el corazón, sino para ser admirados por los hombres;
cuántas veces hemos buscado la estima y la gloria! Ten piedad de nosotros, Señor, por todas
las veces que la Palabra de vida de la que nos mostramos maestros deja insensible nuestra
conducta.
Tú, único Maestro del hombre, nos das el ejemplo más preclaro, haciéndote siervo. Tú, Hijo
unigénito de Dios, nos invitas a buscar la mirada del Padre celestial, quien por tu extrema
humillación te ha exaltado a su derecha. Lávanos en la sangre de tu sacrificio, purifícanos de
toda malicia y vanidad; haznos discípulos dóciles, abiertos a la escucha, prontos en el buen
obrar, humildes y transparentes en la vida de cada día.