“Respetarán a mi hijo”.
Mt 21, 33-46
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LEVANTAR LA MIRADA AL CORAZÓN DEL PADRE
Uno es el protagonista de los casos narrados por las presentes lecturas. Una sola es
también la reacción de los personajes en cuestión. Se habla de Jesús. Se habla de
nosotros. Él es quien está detrás de la historia de José, vendido por sus envidiosos
hermanos. El es el heredero enviado a percibir el fruto de la viña. Nosotros somos los
hermanos malvados. Nosotros somos los pérfidos viñadores. Pero no se actualizan
estos relatos para condenarnos, sino que más bien nos invitan a levantar la mirada al
corazón del Padre. De hecho, es de él de quien sobre todo se habla; de él, al que
Jesús ha venido a revelar. Por amor, el Padre envía a Jesús, como José -figura que lo
anuncia- a "buscar a sus hermanos" (cf. Gn 37,16). La predilección por ellos, que los
hace "diferentes", es sólo una mayor participación en el amor paterno. Al final,
triunfando, mostrará la inconsistencia del mal y vencerá perdonando sobre el odio y la
rivalidad.
También sobre nosotros, hijos en el Hijo amado, se ha volcado un amor que nos hace
"diversos", partícipes desde ahora de una naturaleza regia. Pero así como el "plus" de
amor por José sufrió la prueba de ser arrojado al pozo, la prisión, la soledad, también
cada uno de nosotros está llamado a reconocer que el camino de Dios pasa siempre,
como para Jesús, por el sufrimiento y la cruz. Sólo a este precio podremos ser
colaboradores de la salvación de nuestros hermanos y testimoniarles el gozo de ser
llamados juntos a la libertad del amor.
ORACION
Padre Santo, viñador celestial, queremos cantar tu inconcebible amor por la viña que
tu mano plantó y que confiaste a viñadores infieles y hostiles; nos reconocemos
también entre ellos, por ignorancia, por superficialidad.
También queremos cantar tu amor por tu Hijo predilecto, que has enviado en el
momento oportuno, diciendo: "A mi hijo lo respetarán". Era justo, bueno, manso. Lo
vieron aquellos viñadores y le odiaron. ¡Qué gran vendimia en este tiempo de gracia!
Y nosotros estábamos allá mirando y ninguno le defendió...
Padre, ¡qué infinito amor te llevó a entregar a tu Hijo, el Amado, como precio altísimo
por el rescate de tu viña, la amada infiel! ¡Qué locura de amor te mueve hoy, Padre
bueno, a entregar a tu Hijo en nuestras manos, sabiendo que son capaces de ejercer
violencia!