III Semana de Cuaresma
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
MARTES
a.- Dn. 3, 25. 34-43: El sacrificio agradable a Dios.
b.- Mt. 18, 21-35: Perdón de las ofensas.
La primera lectura, nos presenta la oración de Azarías. El sacrifico agradable a Dios
es un corazón humilde y contrito, es lo que ora y canta Azarías en el horno al que
había sido arrojado por Nabucodonosor. La oración narra la triste situación de un
país sin guías y en completa ruina. Se acentúa el sacrificio espiritual de expiación,
que compromete más al hombre que los ritos religiosos. “Seor, que somos más
pequeños que todas las naciones, que hoy estamos humillados en toda la tierra, por
causa de nuestros pecados; ya no hay, en esta hora, príncipe, profeta ni caudillo,
holocausto, sacrificio, oblación ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias, y
hallar gracia a tus ojos. Mas con alma contrita y espíritu humillado te seamos
aceptos, como con holocaustos de carneros y toros, y con millares de corderos
pingües; tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade que plenamente te
sigamos, porque no hay confusin para los que en ti confían.” (vv. 37-40). La auto
- oblación del siervo paciente de Isaías se realizará plenamente en Cristo Jesús, de
ahí que todo cristiano debe comprender su vida como una oblación, un sacrificio
espiritual, a Dios, unido a la Víctima por excelencia Jesucristo el Señor en la liturgia
cotidiana de la existencia diaria.
El evangelio nos presenta la pregunta de Pedro que ayuda a esta reflexión, aunque
es un resabio de la casuística judía. “Pedro se acerc entonces y le dijo: «Seor,
¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta
siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces
siete.» (vv. 21-22). Es una contraposición a la sentencia pronunciada por Lámek:
setenta veces siete (cfr. Gn. 4, 24). La pregunta de Pedro, era una inquietud en la
comunidad y por lo tanto, hacerla resuelve el problema. La ley judía establecía que
se podía perdonar la misma culpa tres veces, si Pedro lo extiende a siete veces
hablamos de un generoso perdón, sin embargo, lo que propone Jesús es un perdón
ilimitado, más allá de la ley, hay que perdonar sin cálculo matemático, perdonar
siempre, como forma real de romper la cadena del odio y la venganza. Hay una
clara alusión al canto de Lámek, que pretendió ser vengado setenta veces siete,
muy superior a la establecida por Yahvé para Caín (cfr. Gn. 4, 23). Este perdón,
encuentra su cimiento en el actuar de Dios con cada uno de sus hijos que los
perdona con amor. Se trata, de un cambio radical de mentalidad, en que el hombre
pasa de ser el centro de sí mismo y de la reivindicación de sus derechos, al amor
gratuito y desinteresado por el otro. Es lo que restaura la imagen de Dios en su
vida, haciéndole perfecto, como el Padre, misericordioso más allá de todo cálculo.
Jesús propone la parábola del siervo sin entrañas. El deudor de la parábola, que
debe una gran suma a su rey y al que es perdonada toda la deuda, debería haber
tenido la misma actitud con el compañero que le debía una pequeña cantidad. Al
no actuar como debía, pierde el favor de su señor y el perdón recibido. Hay una
clara presentación de dos posturas que se pueden tomar frente a un deudor: la
misericordia para con el otro, aunque sea en perjuicio personal, o la dureza
extrema de quien hace aniquilar al otro en beneficio propio (vv.24-27; 28-30).
Finalmente, el malvado recibe el castigo de quien no fue benévolo en esta vida. El
lenguaje es inminente escatológico, en vista de las exigencias de la comunidad
eclesial del evangelista. El mejor testimonio que podemos dar del perdón recibido
de Dios, es perdonar con largueza a nuestros hermanos las ofensas que nos hacen.
Está dentro de las actitudes del cristiano, porque experimenta la misericordia divina
y se sabe reconciliado con Dios. Por lo mismo, capacitado para amar y perdonar al
hermano con el mismo amor y perdón con él es aceptado en la comunidad. La
Escritura nos habla de ese perdón en el caso de José y sus hermanos en Egipto,
David a Saúl, se puede decir que superada la ley del talión, consagrada y regulada
por la ley de Moisés, el perdón así extendido a todo hombre, es novedad del Nuevo
Testamento. Con su vida Jesucristo nos dio testimonio, perdonó a sus enemigos
que lo crucificaron, luego vino Esteban y Pablo que perdonaron a sus verdugos. El
siervo inicuo, se condenó porque habiendo experimentado el perdón, no lo supo
entregar a su compañero. En la oración que Jesús nos enseñó, para obtener el
perdón del Padre, debemos perdonar a los hermanos. Por nosotros mismos no
podemos perdonar como Dios quiere, porque estamos heridos por el pecado, pero
fue el propio Jesús, perdón del Padre para la humanidad, quien clavó en la cruz, el
protocolo de nuestra deuda y derramó el Espíritu Santo de su amor divino (cfr. Col.
2,14). Cada confesión que hacemos nos capacita para perdonar a los hermanos,
ese perdón recibidos debemos creer que tiene la fuerza para brindar perdón al
hermano. El examen de Cuaresma debería consistir en pensar ¿a quién le he
retenido el perdón? Esto hay que orarlo en la presencia del Señor Jesús.
Santa Teresa de Jesús, conoce lo que es el perón divino, pero en su comentario del
Padre Nuestro insiste también en perdonar al prjimo. “Pues viendo nuestro buen
Maestro que con este manjar celestial todo nos es fácil, si no es por nuestra culpa,
y que podemos cumplir muy bien lo que hemos dicho al Padre de que se cumpla en
nosotros su voluntad, dícele ahora que nos perdone nuestras deudas, pues
perdonamos nosotros. Y así, prosiguiendo en la oración que nos enseña, dice estas
palabras: «Y perdónanos, Señor, nuestras deudas, así como nosotros las
perdonamos a nuestros deudores». Miremos, hermanas, que no dice: «como
perdonaremos»; porque entendamos que quien pide un don tan grande como el
pasado y quien ya ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar
hecho; y así dice: «como nosotros las perdonamos». Así que, quien de veras
hubiere dicho esta palabra al Señor: «fiat voluntas tua», todo lo ha de tener hecho,
con la determinación al menos. Veis aquí cómo los santos se holgaban con las
injurias y persecuciones, porque tenían algo que presentar al Señor cuando le
pedían. ¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y
tanto que se me perdone? Cosa es ésta, hermanas, para que miremos mucho en
ella; que una cosa tan grave y de tanta importancia como que nos perdone nuestro
Señor nuestras culpas, que merecían fuego eterno, se nos perdone con tan baja
cosa como es que perdonemos; y aun de esta bajeza tengo tan pocas que ofrecer,
que de balde me habéis, Señor, de perdonar; aquí cabe bien vuestra misericordia.
Bendito seáis Vos, que tan pobre me sufrís, que lo que vuestro Hijo dice en nombre
de todos, por ser yo tal y tan sin caudal, me he de salir de la cuenta.” (Camino de
Perfección 36, 1-2).