“Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar”
Estudio del fragmento del Evangelio de Jn 2:13-22
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
BANDONAR UNA LÓGICA PURAMENTE HUMANA PARA SEGUIR CON FE EL CAMINO
DE LA CRUZ.
La vida fraterna es la piedra de toque de la autenticidad de nuestra escucha de la Palabra de
Dios y de nuestra respuesta a su amor eternamente fiel. Esta Palabra no es anónima; tiene un
rostro inconfundible, el rostro de Jesús de Nazaret, el Crucificado resucitado, aparecido primero
a los suyos y luego a Pablo en el camino de Damasco.
Para acogerla como nuestra sabiduría, se nos pide también a nosotros, como en otro tiempo a
los judíos y a los griegos, abandonar una lógica puramente humana para seguir con fe el
camino de la cruz. Y esto no sólo una vez, únicamente en eventuales circunstancias
extraordinarias, sino en cada momento, en la vida cotidiana personal y familiar, comunitaria y
social. Aquí los tradicionales diez mandamientos, resumidos en el "mandamiento nuevo"
consignado por Jesús a los suyos en la última cena, se traducen en gestos y palabras,
pensamientos y sentimientos. No pretendamos que Jesús nos dé otros "signos", porque no se
nos darán, pues no hay otro signo más elocuente que su amor por nosotros hasta aceptar la
muerte en cruz, hasta hacerse eucaristía en el altar.
ORACION
Jesús, penetra una vez más en nuestro corazón como en el santuario de tu Padre y Padre
nuestro. Posa tu mirada en sus escondrijos más secretos, donde ocultamos nuestras mayores
preocupaciones y los afanes más dolorosos, ésos que tantas veces nos roban serenidad y paz;
ésos que tantas veces nos hacen vacilar en la fe y nos llevan a mirar a otro lado, lejos de ti.
Ilumina, discierne, purifica y libéranos de los que no quisiéramos dejar, aunque nos esclavizan.
Que este pobre corazón sea casa de alabanza, de canto y de súplica. Que se inunde de luz,
que esté abierto a la escucha, que se enriquezca únicamente de ti para alabanza del Padre.
Visita, Jesús, nuestra comunidad y extirpa, en cuanto aparezca, cualquier asomo de envidia, de
rivalidad, de enfrentamiento. Que tu presencia traiga mansedumbre, humildad, compasión;
danos, sobre todo, la silenciosa capacidad de sacrificarnos unos por otros. Graba en el corazón
de cada uno y en el rostro de todos las "diez palabras" que manifiestan el único amor.