III Semana de Cuaresma
Con permiso de dominicos.org
Introducción a la semana
Moisés releva a Abrahán en el protagonismo de la primera lectura del domingo;
unos y otros nos hacen avanzar en la comprensión de la alianza y en la iniciativa
de Yahvé de tomar a su pueblo como heredad. La brevedad de la segunda
lectura de este tercer domingo no puede ocultar su hermosa grandeza: Cristo es
nuestro mejor signo porque es la fuerza de Dios. Completa el tríptico dominical
una peculiar lectura del misterio pascual de Jesús de Nazaret, el que hablaba del
templo de su cuerpo. Etapa central del camino cuaresmal que es una útil posta
para reponer fuerzas en esta subida de la comunidad hacia Jerusalén.
El lunes inicia el recorrido semanal con dos lecturas que se necesitan la una a la
otra; es el episodio del sirio Naamán que, guiado por Eliseo, reconoce la acción
salvadora más allá de fronteras empequeñecedoras de la bondad de Dios.
Azarías nos regala, en las páginas de Daniel, una sentida oración del que sólo
pone en Dios su confianza, siendo contrapunto del horizonte cristiano que se
saborea en el perdón constante, setenta veces siete. Vuelve la alianza de Dios
con su pueblo en boca de Moisés y, además, presumiendo de tener el pueblo de
Israel a su Dios más cercano que cualquier otro pueblo; y tal cercanía la traduce
el evangelio en el respeto absoluto de la nueva ley, la del amor, donde no hay
detalles menos importantes.
El jueves adopta un estilo no tanto negativo, cuanto propio del que se empeña
en no escuchar la voz del Señor y deja que su corazón sea invadido por el mal,
con lo que es muy difícil que fermente la semilla del Reino. La vuelta al Señor, el
rechazo de los ídolos, la acogida complaciente del Señor que se sabe reconocido
en el corazón de sus hijos marca el tono penitencial del viernes. Y cierra la
semana con una de las mejores claves de la nueva forma de dar culto a un Dios
que es, por encima de todo, Padre de todos: quiere de cada uno de sus hijos un
corazón de carne, cercano, misericorde, antes que holocaustos y sacrificios, de
los que se confiesa bastante harto y defraudado; por eso quien se acerca a Dios
con estilo compasivo será bendecido por la gracia de un Padre que nos enaltece
con su amor perdonador.
Impulsos de vida que la Palabra nos brinda en el éxodo de nuestra cuaresma: no
perdamos de vista el horizonte gozoso de la Pascua.
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)