“El que no está conmigo, está contra mí”
Lc 11, 15-26:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Dovina
Y SI EL HOMBRE NO GUARDA EN SU CORAZÓN LA PALABRA DE DIOS
Si instintivamente sentimos la necesidad de valorar personas y acontecimientos, viéndolo con
nuestros propios ojos, la Palabra que se nos actualiza hoy nos proporciona materia abundante:
para saber ver de verdad,es indispensable aprender antes a escuchar. Escuchar ¿qué? La voz
del que ha creado todo con su Palabra amorosa y tiene todo en su mano. Pero hay un enemigo
celoso de la felicidad del hombre siempre al acecho para impedirle escuchar la voz del Señor y
dejarse conducir por su mano.
El mentiroso sugiere pensamientos falsos, infunde dudas y sospechas. Y si el hombre no
guarda en su corazón la Palabra de Dios, lámpara de sus pasos, si no la medita día y noche,
no estará en disposición de discernir rectamente, con riesgo de extraviarse y hasta de caer
totalmente bajo el dominio de falsas doctrinas. Nos puede suceder también a nosotros, en
tantas cuestiones, quizás de ética personal, familiar o comunitaria, que no nos sintamos en
sintonía con el Evangelio, nos parezca duro, desfasado, incapaz de ponerse al día...
De este modo, imperceptiblemente, en muchas ocasiones aparentemente secundarias nos
deslizamos hacia un paganismo tal vez no de calibre mayor, pero paganismo al fin y al cabo. A
la larga, se perderá el gusto por la Palabra: no sólo no parecerá dulce al paladar, sino hasta
llegaremos a perder la necesidad de ella e incluso puede llegar a molestarnos si alguien nos la
recuerda.
ORACION
Padre, que tu voz resuene siempre en nuestro corazón, no permitas que otras voces la
apaguen. Vuelve a susurrarnos lo mucho que nos quieres, tanto cuando nos animas como
cuando nos corriges. Apártanos de esas sugestiones sutiles, de los mensajes persuasivos del
antiguo enemigo astuto, celoso de nuestra amistad contigo. Sabes bien que el orgullo
frecuentemente nos acecha, el miedo nos paraliza frente al dolor o la prueba.
Con tal de sufrir menos, estamos dispuestos a vender la piel al diablo. Perdona, Señor, nuestra
arrogancia, la audacia con que nos erguimos presumidos frente a tu Hijo y frente a ti, cuando
nos hablas de cruz, de camino estrecho, de escucha, obediencia, sacrificio...
Compadécete de nuestra fragilidad, mira nuestra buena voluntad, acrecienta en nosotros los
deseos de verdad y bondad. Si te ofendemos, no nos lo tomes en serio; si te comprendemos
mal, ayúdanos a rectificar; si te damos la espalda, sigue buscándonos.