IV DOMINGO DE CUARESMA B
2Cro 36, 14-16.19-23; Sal 137; Ef 2,4-10; Jn 3,14-21
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado
el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna.Porque Dios no ha enviado a su
Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque
no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino
la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque
sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a
la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va
a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según
Dios."
El tiempo de cuaresma siempre representa para el creyente un tiempo de
combate, el cual el hombre es libre de enfrentar o no, pero cuando la vida del
hombre está iluminada y llena de la gracia de Dios, su corazón, sus deseos se
inclinarán siempre a abrirse a que en su vida se realice el plan divino. De esta
manera, la cuaresma nos ayuda a ejercer nuestra libertad. Por eso la vida
cristiana se debate como en un binomio: muerte – vida; esclavitud – libertad;
odio – amor; luz y tinieblas; así es como termina el evangelio de este
domingo diciéndonos aquellos que no aman la luz permanecen en las tinieblas
y aquellos que aman la luz, sus obras quedan de manifiesto a la vida de los
hombres.
Las lecturas de la presente semana nos remarcan con mucha fuerza la
fidelidad de Dios ante la infidelidad del hombre. Pues, en la primera lectura se
nos hace ver como Dios a través de un pagano, que era el rey Ciro, manifiesta
su misericordia para con su pueblo, vemos como Dios responde ante la
infidelidad con la fidelidad. Uno de los aspectos de este tiempo de gracia, que
la cuaresma en la Iglesia, no solo nos invita a confesarnos y reconciliarnos
con Dios, sino que sobre todo, la Iglesia quiere ayudar a que podamos
entender este amor gratuito de Dios, que se manifiesta sobre todo por el
corazón frágil y tantas veces infiel del hombre. Por eso la profecía de Simeón
a María cuando le dice una espada te traspasará el alma, y refiriéndose
a Jesús: este estará puesto para salvación y tropiezo de muchos, para que
se vea la intención del corazón de los hombres.
Con respecto al evangelio de la presente semana, nos pone al frente del signo
de nuestra salvación: la cruz, pues Moisés levantó la serpiente en una cruz, y
el Nuevo Moisés, Cristo, no levanta la cruz sino que es levantado en la cruz
para que creyendo en Él y contemplando en Él el amor misericordioso de Dios,
no solo recibamos el antídoto para que el veneno de la serpiente no nos mate,
sino que aún más, Dios al hacernos contemplar a su Hijo elevado sobre la
cruz, ha destruido nuestra muerte, nos ha reconciliado con Él y nos ha dado
un ser de vida eterna, pues en Cristo el Padre Dios ha recreado su obra. El
Génesis nos dice que Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza,
Cristo dando cumplimiento a las promesas del Padre, ha hecho de nosotros
una nueva creación, que es vivir en Cristo según como el Padre nos ha
creado, por eso nos dice el evangelio de Mateo: sed perfectos como
vuestro Padre del cielo.
La cruz no es el instrumento de muerte sino el instrumento donde se nos ha
revelado y se nos ha anunciado como una Buena Noticia la vida que viene de
Dios. Pero así como la cruz es el signo con el cual Dios hace descubrir la
intención del corazón de los hombres, así también a través de la cruz nosotros
hemos podido conocer, y hasta ahora incluso no llegamos a comprender en
toda su dimensión, el amor de Dios, porque la cruz nos revela el insondable e
inalcanzable amor de Dios. De esta manera, la cruz para el creyente se
convierte en el medio a través del cual el hombre puede experimentar
profundamente la salvación y la redención, porque experimentando quién es,
descubre en su profundidad el misterioso amor de Dios, que lo ama
radicalmente como el hombre es.
Al respecto San Agustín nos dice: Ahora, entre tanto, hermanos, miremos
a Cristo crucificado para sanar de los pecados; porque así como Moisés
levantó la serpiente en el desierto, así conviene que sea levantado el Hijo del
hombre, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida
eterna. Los que miraban a aquella serpiente no morían de la mordedura de las
mismas; de idéntica manera los que miran con fe la muerte de Cristo sanan
de las mordeduras de los pecados. Aquellos se libraban de la muerte para
seguir en la vida temporal; aquí, en cambio, se habla de la vida eterna. He
aquí la diferencia entre la figura y la realidad: la figura sólo daba la vida
temporal; la realidad indicada en la figura da la vida eterna (San Agustín,
Comentarios sobre el evangelio de San Juan 12,11-12).
En la segunda lectura su contenido se convierte como un canto a la
misericordia de Dios, a través del cual se hace presente el don inmenso del
amor de Dios que se ha concretizado cuando Cristo se ha hecho carne, ha
tomado la condición del hombre para rescatar al hombre. De esta manera, la
vida del creyente debe transformarse en un canto de gratitud a Dios. Al
respecto tenemos que decir que la vida cristiana no es una resignación, ni
tampoco es una vía dolorosa o simplemente la pasión de dolor, Dios ha creado
al hombre para que en nombre de Él gobierne la tierra y no para que viva
como un esclavo de aquello que ha creado y ha puesto en las manos del
hombre.
La vida que Dios nos tiene reservada en el cielo no será el premio a los
sufrimientos de la vida sobre la tierra; sino que la vida eterna la vivamos en
este mundo, como un anticipo, como peregrinos la comenzamos a vivir como
signo de hombres redimidos, de hombres que ante el amor de Dios nada nos
podrá separar. La cruz podemos decir que, significa la muerte del hombre
viejo, como diría San Pablo, y vivir ya la vida del hombre nuevo, por eso
como el mismo apóstol dice en una de sus cartas: "...la cruz se convierte para
unos en escándalo y necedad, para otros en vía, camino de salvación...". En la
cruz de Cristo se nos ha revelado y podemos conocer el amor misericordioso-
redentor-recreador de Dios Padre (amor y comunión de la Santísima
Trinidad).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar