Dos hombres suben al templo a orar. La soberbia versus la humildad
Lc 18, 9-14
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
¿QUÉ ES EL HOMBRE SIN DIOS?
Conocer a Dios y conocerse a sí mismo o, mejor, conocerse a sí mismo en Dios: ése es el
comienzo de la sabiduría y de la verdadera vida. Todos los santos lo han experimentado.
De hecho, ¿qué es el hombre sin Dios? Un soberbio destinado a la oscura soledad,
rodeado de presuntos rivales o de seres juzgados indignos; en resumidas cuentas, un
desesperado pillado en el cepo de su egoísmo, de su pecado. ¿Qué es el hombre con
Dios?
Sigue siendo un orgulloso, un pecador. Pero sabe que precisamente la experiencia del
pecado puede convertirse en un lugar en el que Dios —el Misericordioso— revela su rostro.
Vemos, pues, lo importante que es dejar caer las caretas con las que pretendemos
ocultarnos, sobre todo a nosotros mismos, la pobreza de nuestro ser, la mezquindad de
nuestro corazón, la dureza de nuestros juicios. Uno sólo puede curarse si se reconoce
enfermo, necesitado de salvación. Dios espera este momento, incluso hasta lo provoca
sabiamente con su pedagogía inconfundible. Todos somos siempre un poco "fariseos", pero
a todos nos brinda Dios poder hacer la experiencia del publicano de la parábola, lograr una
auténtica humildad, la que reconoce que Dios es mayor que nuestro corazón y que siempre
perdona.
ORACION
Oh Dios, creador del cielo y la tierra, el universo entero es lugar de tu presencia, morada de
tu santo nombre. En ti, bajo tu mirada, vivimos, nos movemos y existimos. Todas nuestras
palabras y acciones son oración que sube a tu presencia. La verdad de nosotros mismos
está patente a tus ojos. El temor nos asalta porque sabemos que nuestro corazón no es
puro, que nuestra vida no es santa, y tratamos de ocultarnos y de despreciar a los demás
para justificarnos a nosotros mismos; pensamos adornarnos con tantas obras que son pura
apariencia. Tratamos, en vano, de buscar una seguridad.