IV Semana de Cuaresma
Con permiso de dominicos.org
Martes
“Los judíos acosaban a Jesús porque hacía milagros en sábado”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del
templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba
bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la
puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua
iba corriendo por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano
salió hacia levante. Midió mil codos y me hizo atravesar las aguas: ¡agua hasta
los tobillos! Midió otros mil y me hizo cruzar las aguas: ¡agua hasta las rodillas!
Midió otros mil y me hizo pasar: ¡agua hasta la cintura! Midió otros mil. Era un
torrente que no pude cruzar pues habían crecido las aguas y no se hacía pie; era
un torrente que no se podía vadear. Me dijo entonces: - «¿Has visto, hijo de
Adán?» A la vuelta me condujo por la orilla del torrente. Al regresar, vi a la orilla
del río una gran arboleda en sus dos márgenes. Me dijo: - «Estas aguas fluyen
hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de
las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde
desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al
desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera
que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase
de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán
cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su
fruto será comestible y sus hojas medicinales.»
Sal 45: R. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios
de Jacob
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R.
Lectura del santo evangelio según san Juan 5, 1-3. 5-16
En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en
hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos
enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba
treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba
mucho tiempo, le dice: - «¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: -
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el
agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: -
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó
sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron
al hombre que había quedado sano: - «Hoy es sábado, y no se puede llevar la
camilla.» Él les contestó: - «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu
camilla y echa a andar.» Ellos le preguntaron: - «¿Quién es el que te ha dicho
que tomes la camilla y eches a andar?» Pero el que había quedado sano no sabía
quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había
alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: - «Mira, has
quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.» Se marchó
aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto
los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
II. Oramos con la Palabra
CRISTO, cuántas veces has acudido a mí cuando estaba enfermo y tullido por
mis pecados, y me has perdonado en el sacramento de la reconciliación. Escucho
tu consejo: Has quedado sano, no peques más, no sea que te ocurra algo peor.
El enfermo te encontró en el templo, y yo en la Iglesia, que en tu nombre me
perdona y me alimenta, con la Palabra y la Eucaristía, para fortalecer mis
buenos deseos.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
“Y habrá vida donde llegue la corriente”
El profeta Ezequiel, junto con los judíos desterrados en Babilonia , conoció, como
Jerusalén y su Templo, centro de la vida religiosa de Israel y lugar donde YHWH
tenía su torno, habían sido saqueados por sus dominadores. Desde el destierro
viven con la nostalgia de volver a reconstruir sus lugares sagrados; Dios se
manifiesta a Ezequiel con un mensaje esperanzador para su pueblo, por medio
de una visión, le hace contemplar la “Vida” que nacerá del nuevo templo, de él,
manarán torrentes de agua que darán vida: renacerá la estepa, brotarán los
árboles, correrán los arroyos y llegará el agua con tanta abundancia que, hasta
el mar de las aguas salobres (Mar Muerto) tendrá vida, en él habrá peces y
riqueza en abundancia. Desde el trono de Dios brotará la vida, pues toda vida
procede de Dios.
Los cristianos, recibimos la nueva vida, como don ganado por Cristo, en las
aguas bautismales pero tenemos que trabajar para mantenerla. La escucha de la
Palabra, interiorizada y profundizada, hará que el agua viva que mantiene
nuestras vidas salte hasta la vida eterna.
Nos acercamos a la Pascua; en la celebración de la Vigilia Pascual, renovaremos
las promesas del bautismo, muramos con Cristo al pecado para resucitar con Él ,
renaciendo a la Nueva vida.
“Los judíos acosaban a Jesús porque hacía milagros en sábado”
Jesús, como buen judío, es fiel cumplidor de la Ley, por ello, sube a Jerusalén a
celebrar las fiestas. En Jerusalén encuentra un paralítico, Jesús lo ve, le mira con
compasión y le hace una pregunta al parecer superflua: ¿Quieres curarte?, si el
enfermo estaba allí era buscando la curación, ¿Cómo pregunta eso Jesús?. La
pregunta de Jesús tiene una intencionalidad: despertar la fe y levantar la
esperanza del enfermo, Jesús busca la salud del cuerpo y del alma, el bien de la
persona y el requisito, que precede siempre al milagro es la fe.
Jesús le manda levantarse, tomar la camilla y andar. En ese momento entran en
escena los “celosos de la Ley” y le dicen: “es sábado y no puedes cargar tu
camilla” a lo que el paralítico responde: el que me ha curado me ha ordenado
que lo haga. Para aquellos letrados, era incumplir la Ley y por tanto había que
perseguirlo.
Jesús, ha venido a liberar al hombre de toda esclavitud, para Él tiene mayor
importancia la persona enferma que la letra de la ley que ellos defendían, el
espíritu de la Ley es el amor por eso, Jesús responde: Mi Padre trabaja y yo
también trabajo.
Aprendamos de Jesús a vivir siempre según el espíritu de la Ley , que no es otro
que el Amor.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario