¡A POR NOSOTROS!
Padre Javier Leoz
1.- En la Solemnidad de la Anunciación del Señor, saboreando de lleno estos
últimos compases de la cuaresma, nos sorprende y visita la opción de Dios por los
hombres.
¿Me dejas descender a tus entrañas? Es la pregunta (Dios propone no impone) a
María. Y, en María, Dios entra de lleno en la humanidad. Además de divino será
humano y compartirá nuestra condición, llorará en nuestras lágrimas, gozará en
nuestra fiesta y se quedará entre nosotros.
¿Me dejas descender a tus entrañas? Y, ante tal despropósito, María responde con
otra pregunta ¿Y cómo será? Dios, una vez más, asombra en ese intento de
acercarse al hombre.
Sin ruido, tan sólo con el suave aleteo de un ángel, Dios viene hasta nosotros. Se
anuncia lo que tantos de nosotros aguardamos: la hora de la Salvación. Es el
momento de comenzar a esperar. Estamos llamados a la esperanza.
2.- En la Solemnidad de la Anunciación, sin coros celestiales ni trompetas, Dios se
arrima a una humilde nazarena: María. Esta fiesta, aun siendo del Señor, tiene
aroma a María. ¿Acaso puede estar ausente la Madre de toda profunda, gozosa,
mistérica o festiva celebración cristiana? Sinceramente ¡no! Ella traspasa, sin ser
redentora, uno de los misterios más bonitos y más dulces al paladar cristiano: La
Anunciación.
--Sin Ella, sin su “sí”, no hubiera sido posible la Encarnación de Cristo. Sin Ella, sin
su disponibilidad, muchos de nosotros no hubiéramos entendido que la apertura y
la sencillez son las ventanas por las que podemos contemplar la grandeza de Dios.
--Sin Ella, sin su “si”, no hubiera sido posible pensar que, Dios, algo hermoso
descubrió en la pobreza de María para premiarla de tal modo: ser la elegida, la
tocada, la agraciada para ser la Madre de Jesús.
--Sin Ella, sin su “si”, no hubiéramos caído en la cuenta de que Dios respeta
nuestra libertad. Que podemos responder “si” o “no” a sus planes de salvación. Que
el amor de Dios, en los inicios del cristianismo, quiso contar con la humanidad para
ser como ella excepto en una cosa: en el pecado. ¡Gracias, Señor, por salir a
nuestro encuentro! ¡Por preguntarnos! ¡Por contar con nosotros!
3.- Abramos también nosotros en este día, junto con María, los balcones de nuestro
corazón. Dejemos que Dios penetre toda nuestra existencia. Que su persona vaya
haciéndose grande y fuerte en medio de tanta maniobra o intento de negarle y de
no permitir su presencia salvadora en el entramado del mundo.
--Abramos, en estas horas de la Anunciación del Señor, la gruta de nuestra alma.
Permitamos a Dios que nos seduzca. Que sean capaces nuestros oídos de escuchar
su llegada. Para ello, como María, vivamos cerca de la azotea de la gracia,
buscando el silencio donde el Señor se manifiesta cercano, confidente y Padre.
--Abramos, en esta solemnidad, lo más hondo de nuestros fondos de fe y, como
María, como San José, respondamos con generosidad a un Dios que tanto espera
de cada uno de nosotros.
--Felicitemos, en este día de la Anunciación del Señor, a todas las personas
consagradas (muy especialmente a las Hijas de la Caridad) que como María
renuevan su testimonio y su entrega, su dedicación y su vocación con un “sí”
gratuito, generoso y apasionado.
¡Gracias, oh Dios! ¡Como María también decimos “sí” a tu presencia! ¡”Sí” a tu
descenso en favor de todos nosotros!
4.- COMO MARÍA ABRIREMOS, SEÑOR
Las ventanas de nuestra vida
para que entres y, con tu ser divino,
inundes de verdad y de gracia nuestro existir
Porque no siempre, Señor,
andamos en la verdad ni la suerte nos acompaña
¡Ven, oh Dios!
Y, en las entrañas santas y puras de María
comienza la Obra que Tú pensaste desde siglos.
¡Ven, oh Dios!
Y, en la sencillez de María,
muéstranos tu grandeza y tu ternura
tu rostro de hombre y de hermano
COMO MARÍA ABRIREMOS, SEÑOR
Los balcones de nuestros ojos
para que, asomándonos hacia el cielo,
descubramos la luz que desciende
y rompe la oscuridad de una humanidad perdida
Para que, mirando hacia el cielo,
sintamos curiosidad por saber lo que nos aguarda
ganas de ser mejores y empeño en superarnos
Para que, mirando hacia el cielo,
con María y por María
añoremos contemplar cara a cara
lo que Jesucristo nos traerá.
COMO MARÍA ABRIREMOS, SEÑOR
Los cerrojos de nuestros corazones
y haciéndolos tuyos, solo tuyos,
siembres en ellos obediencia y fíat
alegría y aventura, oración y pobreza
nitidez y pasión, apertura y confianza
COMO MARIA ABRIREMOS, SEÑOR
Las puertas de nuestros labios
y, abriéndolos para Ti,
repetir una y otra vez que “sí”
Que ha merecido la pena esperarte
recibirte y creer siempre en Ti.
Amén.