EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 7,1-2.10.25-30.
Encíclica «Dios, rico en misericordia» Nº 8 (trad. © copyright Libreria Editrice
Vatican
Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los
judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,
Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero
en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?
¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las
autoridades que es verdaderamente el Mesías?
Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías,
nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me
conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta;
pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía
no había llegado su hora.
Comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dios, rico en misericordia» Nº 8 (trad. © copyright Libreria
Editrice Vaticana)
«¿Me conocéis? ¿Sabéis de dónde vengo? " (cf Jn 7,28)
El misterio pascual es Cristo en el culmen de la revelación del inescrutable
misterio de Dios. Precisamente entonces se cumplen hasta lo último las palabras
pronunciadas en el cenáculo: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre.» (Jn 14,9)
Efectivamente, Cristo, a quien el Padre «no perdonó» (Rm 8,32) en bien del
hombre y que en su pasión así como en el suplicio de la cruz no encontró
misericordia humana, en su resurrección ha revelado la plenitud del amor que el
Padre nutre por El y, en El, por todos los hombres. «No es un Dios de muertos, sino
de vivos.» (Mc 12,27) En su Resurrección, Cristo ha revelado al Dios del Amor
misericordioso, precisamente porque ha aceptado la Cruz como vía hacia la
resurrección. Por esto –cuando recordamos la cruz de Cristo, su pasión y su
muerte- nuestra fe y nuestra esperanza se centran en el resucitado: en Cristo que
«la tarde de aquel mismo día, el primero después del sábado... se presentó en
medio de ellos» en el cenáculo, «donde estaban los discípulos..., alentó sobre ellos
y les dijo: recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les serán
perdonados y a quienes los retengáis les serán retenidos.» (Jn 20, 19-23)
Este es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado de manera
radical en sí mismo la misericordia, es decir, el amor del Padre que es más fuerte
que la muerte. Y es también el mismo Cristo, Hijo de Dios, quien al término –y, en
cierto sentido, más allá del término- de su misión mesiánica, se revela a sí mismo
como fuente inagotable de la misericordia, del mismo amor que, en la perspectiva
ulterior de la historia de la salvación en la Iglesia, debe confirmarse perennemente
más fuerte que el pecado.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”