“Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy?”
Jn 7, 1-2.10.14.25-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SOBRE EL MISTERIO DE LA PERSONA DE JESÚS Y ADHERIRNOS A ÉL CON MAYOR
AMOR
Juan ubica el drama mesiánico en el interior de la historia del pueblo de Dios; en particular, une
la vida de Jesús con las celebraciones de las grandes fiestas hebreas, que tenían como
objetivo mantener viva la memoria de las grandes obras de Dios. Como siempre, en el cuarto
evangelio, los pequeños detalles adquieren un valor simbólico. ¿Por qué aparece el complot
contra Jesús pocos días antes de la celebración de la fiesta de las Tiendas? En esta fiesta se
agradecía a Dios las cosechas y se recordaban los cuarenta años pasados en el desierto. Se
construían chozas con ramas -también en Jerusalén-, a las que se iba a meditar: retiro en un
desierto simbólico.
La controversia que relata Juan se sitúa precisamente en vísperas de este tiempo propicio a la
reflexión. Es como si Jesús hiciese un último esfuerzo para invitar a los adversarios a
reflexionar sobre su persona y sobre sus "obras". Sabemos que el resultado fue negativo. ¿No
podríamos quizás nosotros, acogiendo la sugerencia de la liturgia de hoy, hacer este alto en
nuestro camino hacia la pascua, tomarnos un tiempo para dedicarlo a releer y meditar este
texto tan denso e inagotable, para interrogarnos más profundamente sobre el misterio de la
persona de Jesús y adherirnos a él con mayor amor?
ORACION
¡Ven, Espíritu Santo de Dios!
Hemos endurecido nuestros corazones como una piedra a causa de nuestro pertinaz orgullo, la
violencia finamente perpetrada, las grandes o pequeñas ambiciones que perseguimos a toda
costa. Cada día condenamos al Inocente a una muerte infame, cuando nos mueve un principio
distinto de el del amor. El mal que hacemos, quizás sin darnos cuenta, aplasta hoy a los
inocentes.
¡Ven, Espíritu Santo, crea en nosotros un corazón nuevo!
Tú, luz santísima, esclarece la conciencia, ilumina la inteligencia: pretendíamos conocer a Dios
y hemos despreciado a su Cristo en la multitud de pobres humillados por la vida que, sin
apariencia ni brillo, han pasado junto a nosotros.
¡Ven, Espíritu Santo, crea en nosotros un corazón nuevo!
Dulce huésped del alma, ayúdanos a descubrir el origen del Humilde que soportó en silencio la
iniquidad de todos nosotros sin avergonzarse de llamarnos "hermanos". Confórmanos a él para
que comprendamos la gracia de vivir como hijos del único Padre, enviados por él con Cristo a
llevar el amor a todo ser humano.
¡Ven, Espíritu Santo, crea en nosotros un corazón nuevo!