V Semana de Cuaresma
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
MIERCOLES
a.- Dan. 3,14-20.91-92.95: Los tres jóvenes en el horno.
b.- Jn. 8, 31-42: La verdad os hará libres.
Esta lectura de Daniel hay que leerla en clave ya que describe la persecución que
sufren los judíos en tiempos de Antíoco IV (s. II a. C.), para mantener la fidelidad
del pueblo a la alianza hecha con Yahvé, vuelve el autor su mirada a los tiempos
del destierro en Babilonia con el rey Nabucodonor (s. VI a. C.). Cada uno en su
tiempo, mandaron a los judíos, bajo pena de muerte, adorar un ídolo: en el caso
del rey babilonio su propia estatua, mientras que Antíoco mandó poner a Zeuz en
el templo de Jerusalén. Los tres jóvenes se niegan y son condenados a muerte.
Pero Dios los libra de las llamas de fuego por la acción de su ángel hasta que
finalmente el rey Nabucodonosor confiesa su fe en el Dios de Sidrac, Misac y
Abdénago cuando exclama. “Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó,
que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron
la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro
fuera de su Dios.” (v. 95).
El evangelio es continuación del discurso de Jesús a los judíos. Estas palabras las
dirige Jesús a quienes había creído en ÉL (v.31), pero también a quienes no le
aceptan, porque más tarde les acusará que lo quieran matar (v. 37). A quienes lo
aceptan, les enseña que para ser sus discípulos es necesario permanecer en su
Palabra, actitud de gran importancia para Juan en su evangelio. Significa mantener
una comunicación vital con Jesucristo, aceptación total de su Persona, centro vital
para el discípulo; sólo así se conoce la verdad, se gusta, se entra en ella, y de ella
germina la libertad. El discípulo a través de la Palabra de Jesús, se ve libre del
poder de la muerte en todas sus manifestaciones, de este modo salvación y
libertad, son una experiencia única. Dice Jesús: “La verdad os hará libres” (v. 32).
¿Cómo podía ser libre, quien ya lo era? Libre, ¿de qué? En el evangelio de Juan hay
que distinguir entre lo que nos narra y lo que está viviendo su comunidad a la hora
de escribir su evangelio. La respuesta no se deja esperar: “Nuestro padre es
Abraham” (v. 39). Las enseñanzas recibidas de Abraham, Moisés y los profetas
eran suficientes, como para que Jesús añadiese una nueva visión de la realidad. Ese
era el motivo de sentirse superiores al resto de los pueblos. Abraham había recibido
de Dios las promesas para su descendencia, lo que le aseguraba, creían ellos, un
lugar en esa nueva realidad futura, cuando viniera el Mesías. Estaban convencidos,
que la justicia y la santidad, eran fundamentales en ese nuevo orden, sin embargo,
pesaba mucho más el hecho que por ser judíos, era como la razón ultima que
contaría ante Dios. Se saben descendencia de Abraham, por ello se siente libres,
son el pueblo escogido, pero olvidan la esclavitud de Egipto y Babilonia. Ismael, era
hijo de Abraham, pero nació esclavo, se puede descender de él pero no ser libre.
Les reconoce su ascendencia, pero no que desciendan de Abraham en lo espiritual,
puesto que no le reconocen a ÉL. Lo que importa no es la descendencia étnica, sino
la espiritual, la que Abraham había recibido de Dios. A pesar de las humillaciones
históricas que habían vivido: esclavitud en Egipto, Babilonia, Roma, mantenían ese
sentimiento de superioridad. Contemplamos en el diálogo que inicia Jesús, como si
fuera entre dos hijos: Jesús habla de lo que ha visto y oído a su Padre y el grupo de
enemigos habla en nombre de Abraham. Pero ellos no descienden de tal padre,
porque Abraham no hubiese querido rechazar a Jesús, su anhelo más profundo (cfr.
Jn. 8, 59). La reacción del grupo dicen, no haber nacido de prostitución, es decir,
de la infidelidad, su padre es Dios, han mantenido la fidelidad a la alianza,
rechazando la idolatría, a Jesús lo consideran samaritano (cfr. Jn. 8, 48). Jesús
enseña en síntesis: que su palabra conduce a la libertad del hombre, hay que
dejarla germinar, permaneciendo en ella es vital (cfr. Jn.8, 31.37), de esta forma
se entra en el ámbito de la verdad y se alcanza la libertad. Todo este discurso de
Jesús se fundamenta en la conciencia que tiene de su comunión con Dios, a quien
ha visto y oído. Quien rechaza a Jesús rechaza a Yahvé, y no puede ser hijo de
Abraham, pues él era gran amigo de Dios. Entonces, ¿de quien son hijos estos
judíos?, ¿quién es su padre? Quien proviene del Padre acoge a Jesús, que expresa
la verdad y su amor, en sus palabras y obras, y le ama. En cambio, los judíos son
hijos de Satanás, por no aceptar su mensaje y desean eliminarlo, él es por
naturaleza mentiroso y asesino, desde el comienzo puesto que sembró la muerte en
el paraíso. Jesús no miente, dice la verdad, que se sustenta en su comunión con el
Padre y su entrega al prójimo. En esta Cuaresma permanezcamos en la Palabra,
para ser libres y vivir en la verdad que es Cristo.
Teresa mujer que luchó por la libertad interior, como espacio para crecimiento
humano y cristiano del orante que no nos espante la cruz cuando parece en nuestra
vida para ganar, precisamente libertad de espíritu. La voluntad entregada
totalmente al servicio de Dios, hacer realidad eso de “hágase tu voluntad” en la
propia existencia cristiana. “Así que torno a avisar, y aunque lo diga muchas veces
no va nada, que importa mucho que de sequedades, ni de inquietud y distraimiento
en los pensamientos, nadie se apriete ni aflija. Si quiere ganar libertad de espíritu y
no andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se
la ayuda también a llevar el Señor, y con el contento que anda y el provecho que
saca de todo; porque ya se ve, que si el pozo no mana, que nosotros no podemos
poner el agua. Verdad es que no hemos de estar descuidados, para que cuando la
haya, sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las
virtudes.” (Vida 11,17).