JESÚS ES EL GRANO QUE MUERE PARA DAR VIDA A TODOS,
CON SUS SUFRIMIENTOS, FUE CAUSA DE SALVACIÓN ETERNA PARA TODOS.
Jn 12, 20-33
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
"QUISIÉRAMOS VER A JESÚS, QUISIÉRAMOS CONOCERLO".
El pasaje evangélico de hoy es muy significativo en nuestro camino cuaresmal.
Jesús ha subido a Jerusalén a la fiesta de pascua. Algunos griegos acuden a Felipe
y le dicen: "Quisiéramos ver a Jesús, quisiéramos conocerlo". Es una pregunta que
también nosotros deberíamos hacer siempre. Siempre necesitamos acercarnos a
Jesús, conocerlo de nuevo, como si nunca lo hubiésemos visto, porque nunca
acabamos de conocer al Señor. Cada día deberíamos sentir cómo surge dentro de
nosotros más vivamente este deseo: ver a Jesús. ¿Quién nos conducirá a él, quién
nos lo señalará, quién nos lo hará ver?
Precisamente este deseo nos lleva a escuchar su Palabra, a buscarle en la Sagrada
Escritura, en el Evangelio, en la Iglesia, en los hermanos, en los sacramentos, en
nuestro corazón. Ahora ya no debemos buscarle fuera de nosotros, porque Jesús
vive en nosotros, si de verdad creemos. Lo más importante es participar
íntimamente, con corazón de creyente, en el misterio de Cristo. Sólo así daremos
fruto. Pero Jesús nos recuerda que nadie vive verdaderamente -y esto significa dar
fruto- si no acepta penetrar en el misterio del grano que muere, misterio vivido por él
antes que nadie.
Nosotros no tenemos fuerza suficiente para ahondar en la tierra fecunda si no
tenemos presente que el terreno para morir es el del amor, que da sentido a la cruz
de Cristo y a todas las cruces que se levantan junto a ella, esperando a su sombra el
cumplimiento de la alianza nueva que es su pascua (cf. Ap 14,13).
ORACION
También nosotros queremos verte, Jesús, en esta hora en que, como semilla, te
siembras en la tierra de nuestro dolor y germinal en apretada espiga, esperanza de
mies abundante. Tú nos descubres qué dulce es morir para el que ama y se da con
alegría. Perder la vida por ti y contigo es encontrarla. Entonces hasta el llanto florece
en sonrisa.
En tus llagas encontramos refugio y en ellas recobra sentido el padecer humano.
Sólo mirándote hallamos fuerza para abandonarnos confiadamente en las manos
paternas de Dios. Purifica los ojos de nuestro corazón hasta que, no como en un
espejo ni de modo confuso, sino en un amoroso cara a cara te veamos como eres.
Amén.