VIERNES SANTO
SERMON 2º DE LA PASION
DE CRISTO NUESTRO SEÑOR 1
"Nosotros tenemos una ley, y según la ley debe morir, porque se ha hecho Hijo de
Dios" Juan 19,7
1.- Este es el tiempo en el que en Egipto no hubo quien no llorase con muchas
lágrimas la muerte de algún primogénito. Celebramos hoy el soberano sacrificio del
Cordero sin mancilla, Jesucristo, nuestro Redentor, y cada uno debe ponerse la mano en
el pecho, porque siempre hallará en él pecados, por los que ha de llorar, ya que hoy
murió la flor de Israel. Y es que en todas las casas encontraremos algún primogénito
que ha muerto, y es menester llorarlo y sentirlo. Y como siempre solemos pedir el favor
de la gracia para hablar bien, hoy debemos pedirlo no sólo para hablar bien, sino
también para sentir la Pasión de Cristo. Y puesto que es norma de prudencia el acudir a
por el remedio, adonde sabemos que podemos encontrarlo, ¿quién mejor nos puede
obtener este favor y ayuda de sentir profundamente la Pasión de Cristo que su Madre
Santísima, de la que nos dice San Juan que estaba junto a la Cruz (Jn 19,25), dolorida y
apenada? En la mesa en donde come un rey sólo suele sentarse la reina. Todos los
demás caballeros y gentes de la casa real suelen comer en otro aposento. Pues pensad
que en la mesa de la Cruz estaba sentado el rey, Jesucristo, y que los manjares que en
ella se comían eran sus dolores, amarguras y sufrimientos; y junto a él la única que
estaba era la Reina de los ángeles. Todos los demás caballeros, esto es, los apóstoles,
comían en la mesa de otra cruz. En el juego el ajedrez, cuando se da mate al rey, los
golpes resuenan sobre la tabla. Pues igualmente, siempre que se daba mate al rey,
Jesucristo, los golpes de sus trabajos, fatigas y tormentos resonaban en la tabla que era
la Santísima Reina de los ángeles, de tal manera que, como profetizó Jeremías, su
tribulación era grande como el mar ( Lm 2,13). Por otra parte, observaréis que los ríos
entran en el mar con mucho ímpetu y fuerza, y si les preguntáis adonde van, os
responderán que al mar en donde reposan, pues por dondequiera que pasan siempre van
corriendo sin reposo alguno. ¡Oh vituperios y afrentas de Cristo! ¿Adónde vais? Y os
responderán que al mar, que es María Santísima, porque en otra parte no hallan reposo.
Si pasamos por el Templo de Jerusalén, rómpese el velo; si por el cielo, se obscurece el
sol y pierdan su luz las estrellas; si por el mundo, todo son tinieblas; y si por la tierra,
todo son temblores. Por eso nos vamos a embalsar y embeber en María, porque en ella
hallamos reposo, y no en otra parte. Por un lado, porque ella era amorosísima, hasta el
punto que le daba lástima y compasión un simple perro herido. Y por otro, porque
siempre anduvo muy recogida y encerrada en su casa, de forma que nunca vió que
coronaran con espinas a nadie, ni que le azotaran y crucificaran. El primero a quien vio
martirizar de esta manera fue a su Hijo santísimo, y por eso lo sintió tanto. Así que, por
ser una Madre tan tierna, y por ser aquélla la primera vez que veía atormentar a nadie de
esta manera, le causó tanto dolor y sentimiento, que por eso decimos que los trabajos de
su Hijo hallaron en ella reposo, pues le causaron un gran sentimiento; lo mismo que la
paloma del diluvio no halló lugar donde reposar, porque por todas partes había agua.
¡Oh diluvio santísimo de la Pasión de Cristo, en el que la Santísima Paloma no halló
1 Obras y sermones , vol. I, pp.481-487.
lugar donde reposar! Si miraba a la cabeza, la hallaba llena de espinas y abrojos; si a la
boca, que tantas veces besó, la hallaba llena de hiel y vinagre; si a la cara, la veía toda
cubierta de sangre y abofeteada; si acudía al pecho, lo encontraba abierto por la lanzada;
y si a los pies y manos, hallábalos clavados. ¡Oh mansa Paloma! ¿No halláis donde
reposar? Venid a nuestras almas llenas de sentimiento y de dolor, y descargad en ellas
vuestras amarguras. Y para que con mayor liberalidad lo haga, supliquémoselo con
humildad, poniendo las rodillas en el suelo y los corazones en el cielo, diciendo
piadosamente: Ave Maria .
2.- Nosotros tenemos una ley, y según la ley debe morir . Estas palabras son
como una sentencia definitiva que se dictó contra el Hijo omnipotentísimo del Padre
eterno. Nosotros tenemos una ley, y según la ley debe morir . Si queremos considerar
profundamente las cosas de este mundo, hallaremos que, desde el principio de la
creación hasta ahora, el mundo ha sido gobernado con tres leyes. La primera ley con
que se comenzó a gobernar, fue la ley de la naturaleza, que duró hasta Moisés. La
segunda fue la ley escrita, que duró desde Moisés hasta la venida de Cristo. Y la tercera
es la ley de la gracia, que durará hasta el fin del mundo.
3.- Pues cada una de estas leyes condenaron a Cristo a que muriera para lograr
así la redención del género humano. En primer lugar, en la ley de la naturaleza hubo ya
muchas señales por las cuales se mostraba claramente lo que acabo de indicar. Dice el
Génesis que después que Dios hubo creado a Adán, se encontraba éste adormecido en
un profundo sueño, y Dios le sacó una costilla de la que formó a nuestra madre Eva (cfr.
Gn 2,21-22). Pues este hecho prefiguró ya misteriosamente la Pasión y muerte del Hijo
de Dios. En efecto, estaba el segundo Adán, que es Cristo, sumido en el profundísimo
sueño de su divinidad, y el Padre eterno sacó de él una costilla de merecimientos, y con
ella fue formada la segunda Eva, que es la Madre de la gracia; y así como la primera
Eva, al coger del fruto del árbol no sólo para sí, sino también para Adán, tendió una
mano hacia el árbol y otra hacia Adán, formando como una cruz, con esto representó
que el pecado había de pagarse en una cruz.
4.- Si pasamos más adelante, veremos que en el diluvio universal que recayó
sobre el mundo, Dios mandó a Noé que hiciese un Arca con una ventana o puerta a un
lado por donde entrasen los animales para librarse del diluvio. Esta Arca fue figura de la
Santísima Humanidad de Jesucristo fabricada por el Espíritu Santo, embriagado de
amor y caridad. Y la madera de la que la fabricó fue la purísima sangre de María, su
Santísima Madre. Ahora bien, así como el Arca de Noé, durante el diluvio, iba de una
parte a otra, y de un lugar a otro, así también la Santísima Humanidad de Cristo en el
diluvio de su Pasión y muerte iba vadeando de casa de Anás a la de Caifás, de ésta a la
de Pilatos y Herodes, y nunca se estaba quieta. Y así como en el Arca de Noé Dios
mandó que se hiciese una puerta por donde entrasen los animales; así también en la
Humanidad Santísima de Cristo se le abrió una puerta en un costado con una lanza, para
que por allí entrasen los hombres y de esta manera de protegiesen de las aguas de las
tentaciones y de los pecados del mundo 2 .
5.- Andando más abajo, hallaremos en el Génesis que Dios mandó a Abraham
que le ofreciese un gran sacrificio de becerros, tórtolas y otras aves; y le ordenó
2 San Luis cita en apoyo de los símbolos comentados en este párrafo a S AN A GUSTÍN , La ciudad de Dios ,
lib. 15, cap. 26; y S AN G REGORIO M AGNO , Homilía 16 sobre Ezequiel .
asimismo que las partes de los animales fuesen despedazadas, pero no las de las aves y
tórtolas, que debían quedar enteras. Y dice el texto que Abraham se adormeció y luego
se apoderó de él un pavor grande al ver que una antorcha de fuego pasaba de largo
sobre los animales sin detenerse; y añade el texto: Fue entonces cuando el Señor firmó
alianza con Abraham (Gn 15,9-18). ¡Ved qué altísimos misterios se encierran en este
relato! Aquel sacrificio fue figura del que Cristo hizo sobre la Cruz. El partirse y
despedazarse los animales significa que las partes de su humanidad habían de ser
despedazadas con azotes, como los becerros; y las tórtolas son símbolo de su alma, que
había de quedar entera, porque es indivisible y no se puede partir. El fuego representa su
divinidad, que estaba en las sombras de la invisibilidad; y el hecho de que pasara
adelante sin detenerse significa que ella no podía sentir los trabajos de la Pasión, porque
es gloriosa y bienaventurada, y no podía sentir pena alguna. Por eso, cuando se puso el
sol, Abraham se durmió y quedó despavorido al entrever que Dios había de padecer; y
fue entonces cuando Dios hizo las paces con él. Con lo que se denota que, mediante ese
santísimo sacrificio, se establecerían las paces entre Dios y el hombre. Este es el
misterio aquí encerrado.
6.- Si seguimos más adelante, hallaremos en el Génesis que Isaac era muy rico y
poseía muchos ganados y una gran hacienda: Tuvo rebaños de ovejas y de ganados
mayores, y muchísimos criados (Gn 26,14). Y añade el texto: Por lo cual, envidiosos de
él los palestinos, cegaron por aquel tiempo todos los pozos que habían abierto los
criados de su padre Abraham, llenándolos de tierra (ibíd. 15). En suma, que se
recomían de envidia porque era rico 3
Toda esta familia de ángeles y de hombres, el Padre eterno la puso debajo de los
pies de Cristo, y éste la amó tanto que la puso sobre su cabeza, por encima d e toda
potestad, fuerza y dominación (cfr. Ef 1,22). Y fijaos si esto es verdad, que cuando los
sayones vinieron a prenderle en el huerto, les dijo: No toquéis a mis ovejas, no les
hagáis nada a mis discípulos: Dejad que éstos se marchen (Jn 18,8). Decíamos antes
que Isaac fue muy envidiado por los palestinos, porque lo veían muy rico y próspero en
sus cosas. Pues igualmente este santísimo Isaac, Cristo, fue muy envidiado por estos
otros palestinos, los fariseos y sátrapas, no porque él les hiciese ningún mal, sino porque
les daba mucha envidia el ver que hacía tantos milagros, que curaba a los ciegos, que
devolvía el habla a los mudos y que resucitaba a los muertos. A Israel le cerraron los
pozos con tierra, y a Cristo le hicieron pozos en su santísimo cuerpo a fuerza de
lanzadas y de gruesos clavos. A Isaac no le tocaron, pero a Cristo le martirizaron el
cuerpo y luego lo mataron. En fin, como veis, en lo ocurrido a Isaac está retratado el
misterio de la Pasión y muerte de Cristo.
7.- Siguiendo más adelante en el texto del Génesis hallamos otra figura.
Andando Jacob, hijo de Isaac, por los montes, llegó al monte adonde Abraham llevó a
sacrificar a su padre, que ahora se llama monte Calvario, y viniéndole un gran sueño, se
puso tres piedras como cabecera. Y cuando se despertó no halló más que una, porque las
tres se habían convertido en una. Dicen los doctores hebreos 4 , que estas tres piedras
representan las Personas de la Santísima Trinidad; y que el hecho de que luego se
3 Al llegar aquí, una nota marginal de los editores de 1688, dice: "Está truncado este discurso por hallarse
cortado el original, por devoción". Véase nuestra Introducción general en la que explicamos cómo los
originales de San Luis se los repartieron sus devotos como reliquias.
4 En una n ota marginal se lee: "Esta historia es una fábula de los rabinos, porque ni San Jerónimo, ni
ninguno de los doctores antiguos y modernos la trae".
convirtieran en una significa que, aunque son tres Personas, sólo hay una divina esencia;
y también, que una de las tres Personas debía encarnarse, y por eso Jacob, cuando
despertó, exclamó: Verdaderamente que el Señor habita en este lugar y yo no lo sabía
(Gn 28,16). Y allí vio una escalera por donde bajaban y subían los ángeles (ibíd.12).
Pues, ¿cuál es la escalera por la que suben los hombres para hacerse ángeles por la
gracia, y por dónde a su vez bajan los ángeles con las mercedes, dones y gracias que
Dios nos envía, sino la Cruz, Pasión y muerte de Cristo?
5
8.- Pasemos adelante y veréis cómo también se prefiguró claramente este
misterio de Cristo en la persona de José, cuando sus hermanos le pusieron una ropa
blanca y lo metieron en un pozo seco, sin agua (cfr. Gn 37,24). ¡Oh Cristo, verdadero
José! ¿De cuándo acá le faltó a ningún sentenciado una ropa con que cubrir sus carnes,
y a vos, mi Dios, que cubristeis los cielos de estrellas, y que hermoseasteis los campos
con flores, os falta un simple manto con que cubrir vuestras preciosísimas carnes? Por
eso, una de las cosas que más sintió Cristo en la Cruz fue el verse desnudo, como dice el
Salmo: Todo el día tengo delante de mis ojos la ignominia, y está mi rostro cubierto de
confusión ( Sal 43,16). ¡Virgen Santísima que estáis a sus pies!, ¿no veis...?
9.- Después de esta primera etapa, comenzó la segunda, que fue la etapa de la ley
escrita. Esta se inicia con Moisés, al que su madre lo crió, escondiéndolo y guardándolo
de los que le perseguían. Y cuando ya no pudo más, lo puso en una cestilla y lo echó al
río, en donde hallándole los egipcios dijeron: Este es un niño de los hebreos (Ex 2,6).
Más tarde llegó a ser uno de los grandes de Egipto. La madre de Moisés fue una
clarísima figura de la Santísima Reina de los ángeles, la cual iba de un lugar a otro,
protegiéndole del maldito Herodes, y de unos y de otros. Y cuando ya no pudo más, lo
puso en el canastillo de la Cruz y lo arrojó al río de tantos sufrimientos y tormentos,
conformándose así con la voluntad del Padre eterno, que así lo quería. Y de la misma
manera que afirmamos que Dios quiso y permitió que padeciese, lo mismo podemos
decir de ella, porque quiso que muriese y para ello le dio la carne con que pudiese morir
y sentir las penas y los tormentos de la Pasión, pues Dios, en cuanto tal, no puede morir,
ni sentir pena ni dolor, y fue ella la que lo puso en el mar y la corriente de tantos
trabajos. Por eso salió luego la sinagoga diciendo: Si eres Hijo de Dios, baja de la Cruz
(Mt 27,40). Y después de tantos trabajos y fatigas, llegó a ser capitán en Egipto, esto es,
capitán del cielo y de la tierra. Por todo lo dicho entenderéis, hermanos, por qué
afirmamos que Moisés fue figura de la Pasión de Cristo.
10.- Este misterio de Cristo fue prefigurado más tarde por el real profeta David,
quien, tañendo con su arpa, echaba los demonios del cuerpo de Saúl (cfr. 1 R 16,23).
Pues Cristo es el verdadero David que está en la Cruz tañendo el arpa. Las clavijas son
los durísimos clavos; las cuerdas sus santísimas manos y pies; y en esa posición echa a
los demonios fuera, según aquella sentencia de San Juan: Ahora va a ser expulsado el
príncipe de este mundo (Jn 12,31). ¡Que salgan los demonios con esta música suave!...
También se profetizó la Pasión de Cristo en la figura del santo profeta Jonás que,
estando muy a gusto en la nave, de pronto se levantó una gran borrasca y tempestad en
el mar, y al darse cuenta dijo: Echadme al mar y luego cesará la tempestad, pues yo sé
muy bien que por mi causa os ha sobrevenido esta gran borrasca (Jon 1,12). Pues
Cristo, el Verbo divino, la segunda Persona de la Trinidad, es el verdadero Jonás que,
estando durmiendo en el sueño de su divinidad y eternidad, se desencadenó luego una
5 Los editores de 1688 anotan de nuevo: "Aquí corresponde otra hoja cortada del original".
fuerte borrasca y tempestad en el mar de este mundo. Adán comenzó a pecar por querer
ser tan sabio como Dios: Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal (Gn 3,5).
Y viendo esto el Hijo de Dios, que es la sabiduría eterna, le dijo al Padre: Echadme al
mar porque por mi causa ha sobrevenido esta gran borrasca . Como si le dijera: Padre
eterno, echadme en el mar de este mundo, en donde padezca pasión y muerte, pues mira
que por mí se ha levantado esta tempestad, al querer los hombres poseer la misma
sabiduría que yo soy. Echadme, pues, allá, que luego cesará la tempestad... Podríamos
seguir discurriendo por los demás profetas de la etapa de la ley escrita, porque todos
ellos son figuras de la muerte de Cristo. Y por eso los fariseos dijeron: Nosotros
tenemos una ley, y según esa ley debe morir . Esto es: Tenemos muchas figuras, muchas
profecías y muchas leyes según las cuales conviene que muera el Hijo de Dios. Y esta
ley escrita duró hasta la venida de Cristo.
11.- Llegó luego la ley de la gracia, que es la postrera hasta el fin del mundo. Pues
bien, en esta etapa de la ley, también condenaron a Cristo en el maldito cabildo,
ayuntamiento o consejo que hicieron los fariseos. Y aunque ellos lo decidieron con mala
voluntad y movidos por un mal fin, sin embargo su decisión fue una cosa santa, porque
así lo tenía previsto Dios, como lo atestigua San Juan al afirmar que Caifás hablaba
movido por el Espíritu Santo (cfr. Jn 11,51) y que esta sentencia estaba decretada en el
consistorio de la Santísima Trinidad. También es ley de la gracia, por lo que dijo el
propio Cristo: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida (Jn
6,55). Como si dijera: Vengo al mundo para concertar una solemne comida y un
espléndido banquete, al cual he invitado a todos los hombres. Ahora bien, en estas
ocasiones, suele ofrecerse a los convidados de postre algún pastel o empanada
procedente de un buen animal, como de un cerdo montés, o de algún tierno corzo,
ciervo o de algún buen venado; pero bien sabéis que éste tiene mejor sabor cuanto más
acosado, corrido, cansado y mordido ha sido por los lebreles. Pues bien, vino Cristo al
final de las etapas anteriores para ofrecer un banquete, y puesto que en ellas había
ofrecido otros manjares, beneficios y mercedes, ahora viene como en el momento del
postre a darles la empanada del Verbo divino, que era aquel Verbo velocísimo que había
dejado a tantos profetas atrás, como dice el Cantar de los Cantares: ¡La voz de mi
amado! Vedle cómo viene saltando por los montes y brincando por los collados (Ct
2,8). Es decir, que venía corriendo y saltando por los montes y collados, herido por la
saeta del amor, por llegar a la fuente en donde pudiera beber, que eran las entrañas de la
Sacratísima Señora de los ángeles. Pues este divino y maravilloso corzo se nos da en la
empanada de la Hostia consagrada, recubierto con la cobertura de los accidentes del
pan; pero para que nos diese más sabor y gusto, quiso ser acosado y corrido por los
perros, representados aquí por los malditos fariseos. Ya veis cuántas corridas le
obligaron a hacer en una sola noche, sin dejarle parar: ahora del huerto a casa de Anás,
luego a la de Caifás, y a continuación al pretorio de Pilato. Además no paró en toda la
noche de recibir en una parte bofetones, en otra pescozones; aquí cañadas, más allá
azotes y empujones; y finalmente lo mordieron y acocearan por entero, como hacen los
perros cuando corren tras el venado entre espinas y abrojos, pero sin comer ellos la
caza, sino el cazador. Pues esto es lo que hicieron con Cristo estos malditos perros de
los fariseos, que se cansaron y fatigaron, saltando entre las espinas y abrojos de sus
vicios y pecados, pero no mataron la caza, no se la comieron, sino que la dejaron para
los cazadores, que somos los cristianos. Ellos, malaventurados, no la comieron y se
quedaron cansados, como dice el Sabio: Nos hemos fatigado en seguir la carrera de la
iniquidad y de la perdición (Sb 5,7).
12.- Esta divina empanada produce dulzura a los que debidamente la comen,
porque estaba hecha con carne muerta, corrida, cansada, mordida y acoceada. Y puesto
que los venados comúnmente están fuera de las ciudades, por los montes y collados, así
estos malditos perros carniceros se fueron a cazar al divino corzo en el huerto de
Getsemaní. Y para mejor hallarlo se trajeron a un perro de muestra, esto es, al maldito
Judas, el cual, como conocía muy bien la vida de su Maestro, sabía dónde lo hallaría, a
saber: en el huerto orando. E incluso les dio la señal con la que reconocerían al venado,
para que cuando ladrase él, se echaran sobre la pieza los alanos hambrientos. Y la señal
que les dio fue ésta: Al que besare, ése es; prendedlo (Mt 26,48).
13.- Ahora bien, estando el Señor en el huerto sumido en profundísima oración, se
desató en él una batalla campal entre el amor y el temor. Por una parte, en cuanto
hombre, sentía temor ante la muerte, porque su carne se resistía a morir. Pero por otra,
el gran amor que tenía de morir por nosotros se oponía de tal manera al temor, que al
final el amor venció a éste y lo echó fuera. Como dice San Juan: La perfecta caridad
echa fuera el temor (1 Jn 4,18). Y acabada esta agonía y sufrimiento, vino a sudar
sangre; de suerte que si antes derramaba lágrimas por sus ojos, después pasó a derramar
sangre por todo su cuerpo (cfr. Lc 22,44). Una vez terminada su oración y echado fuera
el temor, Cristo se levanta con dificultad y se dirige a sus discípulos. Pero para que no le
viesen ensangrentado, se limpió aquel rostro de ángeles con su misma ropa. ¡Considerad
qué aspereza sentiría en su dulcísima cara y qué amargura debió experimentar!...
Hermanos, ¿qué corazón habrá que no se derrita en sangre y en lágrimas de dolor con
sólo oírlo contar? ¿Qué alma habrá que no se sienta anegada en un mar de amargura?
14.- Viendo este divino corzo que los dragones hambrientos le acechaban,
comenzó a caminar hacia ellos, y llegóse primero al excomulgado y sacrílego Judas, el
cual le dio un beso de paz, cuando en realidad era una declaración de guerra. Entonces
el Señor preguntó: ¿A quién buscáis? Respondieron ellos: A Jesús el nazareno. Y
díjoles él: Yo soy (Jn 18,4-5). Y añade el evangelista que, en cuanto oyeron esto, todos
se echaron hacia atrás y cayeron al suelo. Y esto se repitió por tres veces. Finalmente,
cuando el Señor fue servido de darles licencia, arremetieron contra él como leones
feroces, y comenzaron a agarrotarlo y a echarle una cadena o soga a su sacratísima
garganta. ¡Contemplad aquí, hermanos, atado y amarrado al que da libertad a los cielos
y a la tierra! Y, como digo, le echaron una soga a la garganta. ¡Oh divino respiradero de
nuestras almas! Si vos no respiráis, quedaremos todos ahogados sin la gracia y la virtud,
pues como sois nuestra cabeza, si a ésta le falta la virtud, también le faltará a los
miembros.
15.- Una vez que hubieron prendido al Verbo divino, comenzaron a
propinarle toda clase de golpes, de bofetones y pescozones. Su santísima cabeza quedó
cubierta por todas partes de punchas y espinas, sin que hubiera lugar para punzarle más.
¡Oh ángeles!, ¡oh cielos!, ¿cómo no os rasgáis? ¡Oh tierra!, ¿cómo no te abres? Aires y
animales todos, ¿cómo no bramáis al ver una maldad tan diabólica y luciferina? ¡Quién
viera a aquel mansísimo cordero, que con tanta mansedumbre y paciencia lo recibía
todo sin proferir palabra! Lo único que dijo fue: Como a un ladrón habéis salido a
prenderme, con espadas y palos, cuando diariamente enseñaba sentado en el Templo y
no me prendisteis (Mt 26,55). Como si preguntara: ¿Salís a prenderme con espadas y
palos como si yo fuera un robador y salteador de caminos?... Pero, ¡redentor de mi
alma!, ¿acaso no sois robador y ladrón, pues robáis los pecados de los demás y os los
apropiáis? Si esto es así, justo es que pague el hurto quien lo ha cometido; y puesto que
vos os convertís en encubridor y amigo de los pecadores, justo es que paguéis la pena
por ellos y que seáis castigado en lugar de ellos. Y llegados aquí ved cómo lo llevan
arrastrando por todas partes y atropellándolo. Y como el dulcísimo Señor iba descalzo
por aquellos montes y valles, considerad cómo le correrían por los pies fuentes de
sangre a causa de las agudos espinos que le atravesarían el alma. ¡Oh Alma de mi alma!
¡Oh Vida de mi vida! ¡Quién pudiese, mi Dios, lavaros vuestros dulcísimos pies con
corrientes de lágrimas y limpiároslos! ¡Oh Santa Magdalena!, ¿adónde están vuestros
rubios cabellos? ¿Dónde vuestro ungüento para ungir los pies el Señor? Y considerad
también cómo al pasar por el torrente Cedrón le diron puñetazos y le hicieron caer de
bruces en mitad del agua. ¿Qué escozor y amargura no sentiría estando tan llagado?...
Pues de allí se dirigen hacia Jerusalén y, en llegando,... 6
6 En una nota marginal leemos: "El resto de esta historia complétalo con la narración que hacen los
Evangelios". A continuación, los editores de 1688 transcriben un breve texto, de media página, bajo el
título Otra introducción para el Sermón de la Pasión.