Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
“Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel” (Mt. 21,9)
Este domingo abre la Semana Santa, recordamos a Cristo entrando triunfalmente a Jerusalén
que se verificó exactamente el domingo antes de su Pasión. Es la única manifestación pública
de Jesús, pues él se había opuesto siempre a ellas y hoy él mismo se deja llevar en triunfo.
Ahora que está preparado para su oblación en la cruz, se deja llevar triunfalmente aceptando
su aclamación pública como Mesías y es precisamente en estos momentos en que se
aproxima la Pascua acepta esta aclamación, porque muriendo en la cruz será verdaderamente
el Mesías, el Redentor, el Salvador.
Pero es un rey distinto al que conoce Israel, es un rey manso y humilde que viene montado en
un asno y proclamará su realeza en los tribunales de Pilatos y se pondrá solamente en la cruz
de la redención ese título de Rey. Para que se cumpla el oráculo del Profeta Zacarías: “alégrate
mucho hija de Sión! Grita con júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti, él es
justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre una cría de asna” (Zac. 9,9
y Mt. 21,5).
En nuestra cultura moderna el asno carece casi de importancia, pero en las épocas de Jesús
era el transporte de los notables y esta borrica no había sido montada todavía siendo
reservada para algún personaje religioso o sagrado del momento y fue así “trono portátil para el
Rey Mesías”. Y aquellos que lo vieron y luego lo acompañaron algunos cientos quizás -niños y
adultos- que Lucas dice “espontáneamente comenzaron a alabar a Dios y San Juan dice que
los discípulos recordaron las maravillas que habían visto obrar por él y lo que estaba escrito
sobre él.
Sin duda alguna el Espíritu ha suscitado esa espontánea aclamación a Jesús, quizás no lo
entendían toda la realidad de su significado: que Jesús se encamina a través de la Pasión y la
Muerte a la plena manifestación de su realiza divina. Ellos no podían comprender el pleno
significado de esta aclamación y menos aún que un rey y libertador se encaminara a la muerte
y a la muerte ignominiosa de la cruz. Ella y la resurrección suscitaron la fe de muchos y hoy
esa misma fe -crecida y madura- hace que los fieles repitan -si pueden comprender su
profundo significado- lo que dice en nombre del pueblo el misal romano: “Tú eres el Rey de
Israel y el noble Hijo de David, tú, que vienes Rey bendito, en nombre del Señor. Ellos te
aclamaban jubilosamente cuando ibas a morir, nosotros celebramos tu gloria ¡oh Rey eterno!
Hoy la liturgia nos invita a seguir a Jesús al Calvario, donde muriendo en la Cruz triunfará para
siempre sobre el pecado y la muerte. Estos son los sentimientos de la Iglesia que se expresan
cuando, al bendecir los ramos, ora para que el pueblo cristiano complete el rito externo “con
devoción profunda, triunfando del enemigo y honrando de todo corazón la misericordiosa obra
de salvacin” del Seor. Unirse a Cristo en su Pasin y Muerte, honrando su Pasin, es el
modo más firme de saber triunfar con Cristo del enemigo, que es el pecado.
Leamos con detención las lecturas de la Misa, que nos introducen plenamente en la Pasión del
Señor. El Profeta Isaías y el Salmo Responsorial nos revelan los detalles de la Pasión y el
Profeta las relata con tremenda realidad: “ofrecía la espalda a los que me golpeaban, la mejilla
a los que me tiraban la barba. No oculté mi rostro a insultos y salivazos” (Is.50, 6). Esta es la
Voluntad del Padre y el Siervo del Señor está total y sumisamente orientado a ella y con el
Padre, Jesús quiere el sacrificio de si mismo por la salvación de los hombres: “El Seor Dios
me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás” (Ib.5). Por eso le vemos
arrastrado a los tribunales y de estos al Calvario, y tendido sobre la Cruz: “me taladran las
manos y los pies, puedo contar mis huesos” (Sal.22). A esto vemos reducido al Hijo de Dios,
por un solo y único motivo: “el amor”. Amor al Padre cuya gloria quiere resarcir y amor a los
hombres a los que quiere reconciliar con el Padre. Sólo un amor infinito puede explicar las
humillaciones de Jesús: “Cristo a pesar de su condicin divina, no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario se despoj de su rango y tom la condicin de esclavo” (Fil. 2, 6-7). Cristo
lleva a los límites extremos su renuncia a hacer valer su condición divina. Se despoja
totalmente de todo lo suyo tomando la condición de esclavo. Se somete al suplicio de la Cruz y
a los más amargos insultos y los soporta solamente por amor. Por amor entregó su vida, por
amor fundó la Iglesia y por amor nos conduce a la liberación total, al final, cuando él venga en
toda su gloria.
La Iglesia nos propone la Pasión de Cristo con toda su cruda realidad para que quede claro
que él siendo verdadero Dios, es también verdadero hombre y que como tal sufrió y
anonadando todo vestigio de su naturaleza divina, se hizo hermano de todos los hombres
hasta compartir con ellos el sufrimiento, el dolor y la muerte y todo esto para hacer al hombre
partícipe de su divinidad.
Hoy comienza la Semana Santa, vivamos con un corazón bien dispuesto a seguir los pasos de
Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección y unidos a él encontremos nueva vida y renovados
en él podamos ser participes de la renovación del mundo y de la sociedad que nos rodea.
Que la Virgen al pie de la cruz nos asocie a la cruz de Jesús.
+ Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Puerto Iguazú