Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Un borrico y un laurel
El domingo de ramos vemos a Jesús que montado en un burrito entra glorioso en Jerusalén
entre aclamaciones. La gente extendía sus mantos en forma de alfombra y le glorificaba
agitando palmas y entonando cantos de júbilo diciendo: “Hosanna! Bendito el que bien en
el nombre del Seor! Hosanna en el cielo!” Quién podría imaginar que el viernes de esa
semana, esta misma gente estaría reclamando, histérica, su condena a muerte?
Jesús tiene necesidad de un borrico . Los guerreros montan a caballo. En el antiguo Oriente,
la mula ‒no el asno‒ servía de montura a reyes y nobles (I Re.1,33) El asno era la
cabalgadura de los pobres y de la gente de paz. Eligiendo este tipo de cabalgadura, Jesús
pretende resaltar el significado pacífico, prioritariamente espiritual de su misión. No es el
rey guerrero que viene a conquistar por la fuerza, ni un libertador político, sino el Mesías
que trae la salvación del pecado y de la muerte.
El ramo de palma es el símbolo de la victoria y se llevaba en los cortejos triunfales (I Mac
13,51) Los judíos usaban las palmas para conmemorar cada año su liberación de Egipto.
La multitud proclama a Jesús, pero en sus aclamaciones está latente un error: esperan de él
a un rey temporal, que se instale en el poder y les dé de comer. “Haz que estas piedras se
conviertan en panes y creeremos en ti” (Mt. 4,3). La multitud se va detrás de Jesús, pero sin
abandonar sus propios ideales.
Sólo a la luz de la resurrección de Cristo es como los discípulos, ‒y también nosotros‒
podremos entender el alcance de esta escena. Sólo entonces se iluminará el misterio de
Jesús. Descubriremos el verdadero rostro de Cristo que ha venido a liberarnos del mal, de la
muerte y del pecado. Hay personas que no lo quieren creer, pero es así, sólo Cristo se
realiza la redención. La fe son los ojos del alma y las realidades más profundas sólo se ven
con los ojos de la fe. Ya lo dijo Exupery: “Slo se ve bien con el corazn, lo esencial es
invisible para los ojos”.
Jesús guarda silencio. El silencio de Dios es más inquietante que cualquiera de sus palabras.
Y es que la masa nunca se entusiasma por la verdad. ¿Qué hay en su corazón, dolor o
tristeza? Parecerían dos sentimientos semejantes, pero no lo son. El dolor nace del amor.
Por eso es una gracia y un don experimentar dolor cuando le fallamos a Dios. La tristeza,
en cambio, nace del orgullo herido. El orgullo nos conduce a la tristeza.
Domingo de ramos, gloria de Dios y fragilidad del hombre; doloroso silencio de Dios, en
medio del bullicio de la gente. twitter.com/jmotaolaurruchi