Los signos del Crucificado
Jesús sorprende a sus discípulos el día de la Resurrección. El asombro los
sobrecoge. Entonces, les muestra sus manos, sus pies y su costado. Están
ahí vivas las señales de los clavos y la hendidura de la lanza. No hay cómo
perderse. Es el mismo Señor: El crucificado y el Viviente. El Resucitado lleva
los signos del Crucificado.
Jesús quiere darnos a entender la continuidad entre el Crucificado y el
Cristo de la pascua. Es uno y mismo amor que lo ha llevado a dar su vida
por la humanidad entera en un ´crescendo´ que jamás disminuye y que
está presente hoy y siempre en cada uno y cada una, en todo ser humano,
en toda la historia. Él nos da la seguridad de un amor siempre fiel, siempre
nuevo. A esto llamamos Pascua.
Pero hay más señales. Pide algo de comer. Y comparte con ellos en un
banquete que expresa la realidad honda de la Pascua como comunión,
encuentro, fiesta, gozo. El dolor que sintetiza el Calvario, se transforma en
un signo testimonial, pascual de reivindicación de nueva humanidad que
sienta a la mesa a todos los excluidos. No habrá celebración digna de la
Pascua hasta que no se haya tendido la mesa para todos, todas.
Entonces la Pascua se convierte en la celebración eucarística por excelencia.
Comienza por la reconciliación de la que nos hablan las dos primeras
lecturas para propiciar el ambiente de convivencia y fraternidad, propios de
la mesa eucarística. Y da sentido de continuidad a la vida, fortaleciéndola,
dándole sentido, contagiándola de alegría y realizando el milagro de hacer
festivo cada momento, es decir, pascual.
Cochabamba 22.04.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com