“Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”
Jn 10, 31-42
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
FRECUENTAR ASIDUAMENTE LA PALABRA DE DIOS ES FORTALECER NUESTRA
FE EN ESTA PALABRA
El cuarto evangelio presenta siempre situaciones en las que se dividen los ánimos: se
ofrece bastante luz para poder creer, pero también la suficiente oscuridad para justificar el
rechazo de adhesión a Cristo. También el fragmento que hemos leído hoy concluye
afirmando que "muchos creyeron en él", pero no todos. Algunos se dejan convencer,
mientras que otros se atrincheran en su postura. Estos últimos actúan de buena fe, porque
desean "defender a su" Dios. Durante la última cena Jesús dirá a sus discípulos: "Llegará la
hora en la que os quiten la vida pensando que dan culto a Dios" (Jn 16,2).
¿Acaso estas tendencias extremas, diversas y contradictorias referentes a la fe no se
encuentran, aunque sea en grado menor, en nuestro corazón? Nuestra fe pasa con
frecuencia por altibajos. Es como si la muchedumbre de la que habla Juan estuviera dentro
de nosotros. Jesús con su ejemplo nos enseña cómo superar oscilaciones tan peligrosas
dictadas por el sentimiento o por el estado de ánimo, o el escepticismo sutil que se respira
en la mentalidad de nuestros días. La fe cristiana, para que arraigue en lo hondo de nuestro
ser y permanezca firme, a pesar de los temporales de superficie, precisa fundarse
sólidamente en la Sagrada Escritura, que llega en el Nuevo Testamento a su cumplimiento
y plenitud. Frecuentar asiduamente la Palabra de Dios es fortalecer nuestra fe en esta
Palabra que tiene rostro: el del Hijo igual al Padre.
ORACION
Señor, ¿cómo creer que eres Hijo de Dios cuando te haces presente en medio de nosotros
de modo tan desconcertante? ¡Cuántas veces quisiéramos también nosotros reducir al
silencio las exigencias de tu Palabra, cuando nos toca en lo vivo pidiéndonos opciones
costosas y coherentes! ¿Acaso nuestras resistencias, nuestros rechazos o indecisiones no
pesan en tu corazón como las piedras que los judíos cogieron para lapidarte?... Pero tú
huyes.
Señor, tú huyes siempre de la presa, de los que tratan de reducirte a su medida, a sus
ideas, a sus imágenes, a sus absurdas pretensiones de comprender y explicar todo. Tú
huyes de las miradas de los que se miran a sí mismos y sus ideas, cuando deberían fijar los
ojos en ti y en tu luz.
Señor, concédenos acogerte en tu Palabra de verdad, de acogerte a ti, que te revelas como
Hijo del hombre e Hijo de Dios. Derrama tu luz sobre nosotros para que nos permita creer
sin vacilar, para que nos conceda perseverar en la fe sin ceder a compromisos alienantes.