SEMANA SANTA/SEMANA DE PASION
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO DE PALMAS
Evangelio para la Procesión:
Mc. 11,1-10: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Lecturas de la Eucaristía:
a.- Is. 50, 4-7: El Siervo paciente del Señor.
El profeta nos presenta al Israel que ha sido fiel a Yahvé. Lo representa el Siervo
sufriente de Yahvé, descrito con rasgos personales muy sólidos. Es un testimonio
personal de la profecía de Israel, dentro del plan de Dios. Este Siervo escucha,
habla, y comunica la enseñanza revelada. Su palabra es fuerza para el débil, al
Israel histórico, que se mueve entre la incredulidad y falta de confianza. El Siervo
escucha, porque Yahvé le ha abierto el oído (vv. 4-5). Todas las humillaciones y
vejaciones descritas, son símbolo de lo que sufrió Israel cuando fue cautivo en
Egipto, en Babilonia, por ser fiel a la alianza con Yahvé. Este Siervo representa al
“resto” de Israel, el de la fe, resultado de muchas generaciones de hombres y
mujeres que fueron fieles, que sufrieron en su carne, la violencia y la vejación. Los
Sinópticos, usan este texto del profeta para presentarnos la situación que vive
Jesús ante Pilatos, y lo que a nosotros nos falta por completar de la Pasión de
Cristo. Es también un testimonio del profeta, que quizás también sufrió en su vida,
este dolor moral y espiritual, sufrimientos amargos, y a pesar de todo, seguir
confiando en Yahvé. En ÉL encontraba su fuerza y el sentido de su dolor, porque su
esperanza estaba puesta en Quien era su justificador, lo tenía muy cerca. Era la
certeza de saber que Dios, defiende al inocente, mientras todos lo acusan, lo
condenan los poderosos. El Siervo de Yahvé, nos conduce a Cristo Jesús, Mesías
Crucificado.
b.- Flp. 2, 6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo exaltó.
El texto de Pablo, tiene como trasfondo, la afirmación: Cristo es el Señor. Se
refiere a su triunfo sobre la muerte, su estar sentado a la derecha del Padre y su
poder sobre la Iglesia y toda la creación que quiere alcanzar su liberación (cfr. Rm.
2, 5-11). Ahora toda autoridad en la Iglesia, deberá seguir el ejemplo de Cristo, es
decir, su mismo proceso de de despojamiento de toda ambición de poder, para
servir a la comunidad. En un primer estadio Pablo, nos presenta a Jesucristo en su
condición divina, es Dios y hombre verdadero, libre de toda miseria humana. Dios
se hizo hombre, pero lo admirable, no es sólo el misterio de su Encarnación, sino el
haberse despojado de los privilegios divinos que poseía, para vaciarse, los que eran
inherentes a su condición de Dios. Hace su proceso de kénosis. Un segundo estadio,
nos presenta a este Dios-Hombre, despojado voluntariamente. De toda su condición
divina. Hace su kénosis, sumergiéndose en todo el caudal humano; se hace
hombre, uno cualquiera, sometido a todas las limitaciones humanas, incluida la
tentación y la muerte; y morir crucificado era la peor de las muertes. Se sumerge
en la miseria humana que iba a redimir, en el mismo pecado, se hizo carne de
pecado (cfr. 2Cor. 5, 21; Rm. 8, 3). Finalmente, el tercer estadio, se produce la
redención, después de todo este proceso de encarnación en la miseria humana. Por
esto, Dios lo exalt, para que toda lengua proclame que Cristo Jesús, “es el Seor”,
para gloria de Dios Padre (v. 11). En esta forma Pablo propone como todo cristiano,
contando con todo su caudal humano al servicio de la redención, descubra la
necesidad que tiene de la Cruz, donde encuentra la sabiduría de Dios. Solo quien se
sumerge en la existencia personal y del prójimo, descubre la gracia de la redención,
en su propia carne, podrá luego gozar del señorío de Cristo en el cielo .
Mc. 14, 1-72; 15,1- 47: Pasión de N.S. Jesucristo según San Marcos.
El evangelio de este Domingo de Palmas, nos introduce de lleno, en el misterio de
sufrimiento y de muerte de Jesús, que será el centro de la liturgia en los próximos
días, como es la Pasión, que nos narra este año el evangelista Marcos. Quizás es el
que relata con mayor crudeza, los hechos desconcertantes de la pasión y muerte de
Jesús en la cruz. La riqueza de su teología, está en el hecho de descubrir, en el
escándalo de la cruz, la máxima revelación de Jesús. Ahí se revela definitivamente
el misterio de quién era Jesús: el Hijo de Dios, pronunciado por la boca del
centurión romano.
1.- La conspiración contra Jesús (Mc.14, 1-2).
La Pascua hebrea, comenzaba la tarde del 14 de Nissan, cuando se comía la cena
con el cordero pascual. Las autoridades religiosas de Jerusalén, toman la resolución
de dar muerte a Jesús. Tenían prisa, por la proximidad de la Pascua, en que sería
más difícil actuar debido a la popularidad de Jesús entre el pueblo. El evangelista,
hace notar la diferencia entre autoridades y el pueblo, a pesar de sus precauciones,
lo condenarán precisamente durante las fiestas.
2.- La unción en Betania (Mc. 14, 3-9).
La escena de la unción en Betania, casa donde Jesús pasa la noche. Una mujer
desconocida, irrumpe en una cena de puros varones y derrama perfume de nardo
carísimo sobre la cabeza de Jesús, acto que no era costumbre durante un
banquete. El valor del perfume correspondía a la paga anual de un jornalero. Jesús
exalta su tiempo, los tiempos mesiánicos, los del esposo, por sobre aquel de los
deberes religiosos del ayuno y la limosna, frente a ÉL hay que actuar de un modo
distinto, porque no siempre le tendrán (v.7). Los comensales reprochan tan
despilfarro, contrario al amor al prójimo, tiempo habrá para preocuparse de los
pobres, que siempre estarán presentes, enseña Jesús. Mientras los sacerdotes y los
escribas, andan buscando el modo de arrestar a Jesús, y darle muerte (14,1), esta
mujer descubre su identidad mesiánica, comprende el camino y el destino del
Maestro y proféticamente lo unge en la cabeza. Anticipa la unción de su sepultura y
prepara a Jesús para el sacrificio mesiánico (v.8). La acción de esta mujer es
simbólica, guiada por el amor, comprende que es el Mesías de Dios, el Hijo del
Hombre ajusticiado, derrama el perfume sobre su cabeza, anunciando muerte.
Comprende que es el Mesías que huye del triunfalismo, de la exaltación de los
pobres. Esta mujer desconocida, es figura de la Iglesia creyente y profética, que
vive indisolublemente unida a Jesús y que comparte el camino de cruz y de muerte
por la salvacin de los hombres. De ahí que Jesús afirma: “les aseguro que en
cualquier parte del mundo donde se anuncie la buena noticia será recordada esta
mujer y lo que ha hecho” (v. 9).
3.- La traición (Mc. 14, 10-11)
Las autoridades judías, le prometen dinero a Judas si le entrega a Jesús. Quizás
también Judas, tenía estrechos lazos con los zelotas, la resistencia judía contra
Roma, desconcertado por la actitud de Jesús, que ponía en evidencia a las
autoridades del templo, se habría puesto de acuerdo con éstas, en la forma de su
arresto. Se puede pensar que Jesús se hospedaba fuera de Jerusalén, para reunirse
con los suyos, y evitar la captura por parte de las autoridades judías.
4.- La Cena de Pascua de Jesús con los discípulos (Mc. 14, 12-16. 22-25.
26-31).
Esta última escena de la pasión comienza como la primera, haciendo alusión a los
preparativos de la cena pascual. Mientras los jefes judíos se preparan para arrestar
y dar muerte a Jesús (cfr. Mc.14,1), Jesús y sus discípulos, preparan la cena de
pascua (vv.12-16). La antigua cena pascual judía se transforma en la cena de
Jesús, expresión y símbolo de su entrega y su amor por todos los hombres. La
narración de la cena (vv. 22-26) está enmarcada por dos anuncios proféticos: la
traición de Judas (vv. 17-21) y la predicción de las negaciones de Pedro (vv. 26-
31). El relato de la cena, comienza con el anuncio de la traición, de uno de los
discípulos, donde se alude al texto del Salmo 41,10: “Hasta mi amigo más íntimo
que comía de mi pan, me ha dado puntapiés”, es uno de los que come con ÉL, esa
noche (v.18). Esa cena de pascua, el Hijo del Hombre anuncia que se va, no
significaba necesariamente morir, sino más bien, recorrer el camino señalado por
Dios. Realidad de la pasión, que había sido anunciada por la Escritura, y la
asociación del Hijo del Hombre con el arresto, y la entrega. Todo se cumplirá de
acuerdo con la voluntad de Dios, lo que no deja de admitir la culpa del hombre en
toda esta tragedia. La sentencia contra el traidor es clara: “Porque el Hijo del
hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del
hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» (v. 21). En
la cena, curiosamente no se menciona ni el cordero, ni el relato de la liberación de
Egipto, solo las palabras y las acciones de Jesús sobre el pan y el vino, son lo
importante, que anticipan el banquete escatológico del reino, y explican la vida y el
destino de Jesús. La Eucaristía, encierra todo el misterio de la vida de Jesús como
donación de amor y plenitud de salvación para los hombres. El pan partido,
representa su vida donada por todos, en el que se hará realidad, la presencia
mesiánica de Jesús a lo largo de la historia futura de los hombres; el vino, es su
sangre derramada que sella la alianza gratuita, universal y eterna de Dios con toda
la humanidad. Esta cena es totalmente particular. Jesús es la víctima que con su
sangre sella un pacto, no sólo con Israel, sino con la humanidad, la multitud. Así
como la alianza del Sinaí formó de las tribus, un solo pueblo, ahora Jesús con su
sacrificio, hace desaparecer las fronteras entre los hombres y forma la comunidad
eclesial con el ingreso de los gentiles. Mientras van de camino del Huerto de los
Olivos, Jesús les anuncia que ha llegado su Hora, la pasión de la que no se deben
escandalizar, porque va a resucitar e irá delante de ellos a Galilea: “Y cantados los
himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Jesús les dice: «Todos os vais a
escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. Pero
después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea.» Pedro le dijo:
«Aunque todos se escandalicen, yo no.» Jesús le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta
misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres.» Pero
él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían
también todos. (vv. 26-31; cfr. Zac.11, 15-17; 13,5-6). La referencia al texto de
Zacarías, más que aplicarlo a Cristo, a su arresto y dispersión de los discípulos,
porque en definitiva, el pastor que menciona el profeta, abandona su misión, y por
eso la grey se dispersa, habría que aplicarlo a Pedro. Este pastor que obra en
nombre de Dios, se podría pensar en Pedro, en sus negaciones, por ello es
advertido por Jesús proféticamente. Desde esta perspectiva, coincide la actitud de
Pedro, con la profecía de Zacarías, porque el apóstol se habría convertido, en uno
de esos malos pastores, que con miedo temía ser descubierto como discípulo de
Jesús por su mala conducta.
5.- Agonía de Jesús, en una inmensa soledad (Mc 14,32-42).
El huerto de Getsemaní se encontraba en el monte de los olivos (cfr. Mc 14,26),
una pequeña colina situada al este de Jerusalén. En el monte Tabor, el de la
transfiguración, Jesús había mostrado su gloria (cfr. Mc 9,2-9); en el monte de los
olivos, muestra su humanidad sumida en el dolor y la angustia. “Y les dice: Mi
alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad.» Y adelantándose
un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Y
decía: «¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea
lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.» (vv. 34-36). Pedro, Santiago y Juan, son
los testigos privilegiados de esta oración, los demás quedaron a la entrada del
huerto. En la escena resaltan dos elementos de la humanidad de Jesús: su
sufrimiento y su oración. El evangelio no oculta el lado humano de Jesús, su
incertidumbre, la necesidad de estar acompañado de los suyos, su dolor y su
miedo. Sin esta dimensión de su persona, Jesús no sería humano, no habría podido
realizar la salvación de los hombres, y tampoco representaría el principio de una
nueva humanidad. Con su oración se revela como el Hijo, que sabe acoger la
voluntad del Padre y se abandona a él sin reservas. El, que había escuchado con
tanta certeza la voz del Padre en el Jordán y en el monte de la transfiguración,
ahora debe acoger y amar también su silencio. Seguramente la oración, duró largo
rato, se presume que el evangelista, por los detalles que describe, vivó esos
momentos. La angustia de muerte de Cristo está en la línea de la cristología de
Marcos, se siente sólo, por eso invita a los suyos a velar y orar, porque el espíritu
está pronto, pero la carne es débil (v.38). Pedro y sus compañeros se caen de
sueño; Pedro comienza a obrar mal, y los discípulos se dispersan.
6.- Prendimiento de Jesús (Mc. 14, 43-52).
El arresto de Jesús se lleva a cabo en el Huerto de los Olivos, es ya noche cerrada,
casi sin llamar la atención; el beso de Judas era la señal, para los guardias, que
quizás no lo conocían personalmente: “El que le iba a entregar les había dado esta
contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con
cautela.» Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso. Ellos
le echaron mano y le prendieron.” (vv. 44-46).
Con esto se confirma que Judas formaba parte de los Zelotas, puesto que piensa
que Jesús se defenderá con armas, es decir, podía responder al ataque por eso
venían armados. S. Juan es quien señala que fue Pedro quien hirió a Malco, el
criado del sumo sacerdote (cfr. Jn.18, 10-11), Marcos no menciona el nombre del
agresor, para no oscurecer la memoria del apóstol. Jesús no se defiende, declara,
que siempre estuvo predicando libremente en el templo, centro del judaísmo, y no
actuando desde la clandestinidad, como ellos, los Zelotas, en contra de Roma. Los
discípulos huyen, Judas lo permite, todo se hizo según lo convenido.
7.- Jesús ante el Sanedrín (Mc 14, 53-65).
El proceso que nos presenta Marcos, transcurre con escenas que se suceden con
notable rapidez, como si todo estuviera preparado, para una sentencia rápida y
contundente. No se observa el propósito de guardar los pasos de un proceso
judicial, como estaba mandado según el derecho, en lo mínimo eran tres días de
comparendos entre las partes. Tenemos el dato, que los ancianos se reunieron muy
temprano, al menos, se dio el primer paso del proceso (cfr. Jn.15, 1). Esta
reunión, era contraria a lo mandado por las leyes, sesionar durante la noche de
pascua, pero se ve que la necesidad pudo más, y actuar cuanto antes. El Sanedrín,
no tenía la facultad de disponer la pena capital, estaba en manos de los romanos,
como la crucifixión que pidieron ellos desde el primero momento para Jesús. Con
ello querían demostrar al pueblo que quedaban muertas sus pretensiones
mesiánicas porque la Escritura decía: “El colgado es una maldicin de Dios” (cfr. Dt.
21,23; Gal.3,13). Al juicio se le quiso dar una forma de legalidad, con las
consabidas prisas: se trajeron testigos cuyo testimonio probaran la condena; la ley
exigía al menos el testimonio de dos testigos que con su deposición formularan la
condena. Se alude a la frase dicha por Jesús, respecto de haber podido destruir el
templo, significando con ello, la importancia de la verdadera adoración a Dios,
quedando el tema de templo, en segundo lugar. El sumo sacerdote, le da la
oportunidad legal de responder, de defenderse, sin embargo, Jesús calla (v. 61).
Marcos en su redacción, ha colocado la escena del proceso ante las autoridades
judías (vv. 53. 55-56) en paralelo, con las negaciones de Pedro). El v. 53, sirve de
introducción al proceso de Jesús ante el Sanedrín, y el v. 54, anuncia la escena de
Pedro que niega al Maestro. La pregunta que decidía todo: “El Sumo Sacerdote le
preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?» Y dijo Jesús: «Sí, yo
soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las
nubes del cielo.» El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad
tenemos ya de testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos
juzgaron que era reo de muerte.” (vv. 61-64). Declararse mesías, no constituía un
delito, pues otros se proclamaron tales, y no los mataron, sin embargo la respuesta
de Jesús va en línea de la cristología del Hijo del Hombre. Es el Mesías, pero no
glorioso, ni armado ni político, como pensaban ellos, sino paciente y capaz de
sufrir. El sumo sacerdote por unanimidad lo condena a la cruz, por pretender ser el
Mesías esperado por Israel. Vemos, que mientras Jesús declara, por única vez en
todo el evangelio de Marcos, que Él es el Mesías (v. 62), Pedro lo niega conocer
(vv. 68-72). A la obediencia del Mesías y Maestro, se contrapone la negación del
discípulo. La frase de Pedro “yo no conozco a ese hombre del que me hablan” (v.
71), es la última palabra que pronuncia el discípulo en el evangelio de Marcos. A
continuación Pedro se echa a llorar amargamente. Así termina esta escena de
Pedro: infiel, entre lágrimas, negando conocer al Maestro. Sólo la pascua podrá
rehacer a Pedro y al resto de los discípulos. El miedo invade los espíritus de todos.
El Sanedrín judío, ante la declaración mesiánica de Jesús, que escandaliza a todos,
lo declara reo de muerte.
7.- El llanto de Pedro (Mc.14, 66-72)
A la declaración de Jesús de ser el Mesías, sigue la negación de Pedro. El mismo
que había declarado: “Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no. Jesús
le dice: «Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces,
tú me habrás negado tres.» Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo
no te negaré. Lo mismo decían también todos.” (Jn.14, 29- 31). Ahora niega
conocerlo, no delante de un tribunal, sino que responde a la curiosidad de una
criada, ni siquiera ante una amenaza de muerte, sino ante la posibilidad de verse
descubierto como discípulo de Jesús. El evangelista presenta a Pedro, en su
máxima debilidad: negando su adhesión a Cristo, renegar de su fe. De ahí la
importancia, de las lágrimas que Pedro derramó, como signo de arrepentimiento,
porque cuando Marcos redacta su evangelio, Pedro era el Pastor de la Iglesia, la
Piedra sobre la cual Cristo levantó su Iglesia. Era un gran motivo verlo débil,
arrepentido, dispuesto a reconocer el error, precisamente en la confesión de la
propia fe.
8.- Jesús ante Pilato (Mc. 15,1-20).
Las autoridades judías, se presentan ante Pilato muy temprano para presentarle la
acusación: Jesús es acusado de presentarse como rey de los judíos, con lo que
manifiestan que no están de acuerdo con él, de lo contrario, lo habrían protegido.
La verdadera razón es el peligro de perder el poder sobre el templo y el prestigio de
que gozaban ante el pueblo. La pretensión mesiánica de Jesús no inquieta a Pilatos
porque no supone una insurrección en Jerusalén. Ante la pregunta de Pilato: “¿Eres
tú el rey de los judíos?”, Jesús responde: “Sí, tú lo dices” (v.2). No calla su
identidad y da testimonio solemne. Pero después, ante las falsas acusaciones, Jesús
calla, no vuelve a responder a Pilato, lo cual extraña mucho al procurador romano
(v. 5). Defenderse en un proceso jurídico sería probar que los otros mienten, lo cual
tendría como efecto el condenar a la parte adversa. Con su silencio, Jesús renuncia
al legítimo derecho de defenderse, acepta pasar por uno que no puede responder,
con tal de que su inocencia no sirva de condena para ninguno. Voluntariamente va
hacia la muerte: calla de frente a las acusaciones y no huye de la condena, para
que en el proceso quede claro que su deseo no era vencer a costa de los otros, sino
padecer, incluso la muerte, con tal de no tratar a ninguno como enemigo. Las
autoridades judías, esperan que el procurador, ratifique la sentencia de muerte y la
ejecute. Pilato, “queriendo complacer a la gente” (v. 15), cae víctima de las intrigas
de los sacerdotes que han manipulado la voluntad del pueblo y decide dar muerte a
Jesús (vv. 2-15). Pilato comprende que la única acusación era la relativa a la
pretensión de ser rey de los judíos. Por lo demás, la acusación desde el punto de
vista judicial no era válida, ya que la pretensión era rechazada por las propias
autoridades de la nación. Pilato, con el asunto de Barrabás, resuelve el problema
que le presentan: le deja en libertad porque no significa un problema para Roma,
complace y domina con ello al pueblo, crece su prestigio ante el emperador, puesto
que las autoridades le entregan al que de verdad, movía las muchedumbres y
pretendía ser rey de los judíos.
9.- La coronación de espinas (Mc.15, 16-20).
Se cumplen las palabras del tercer anuncio de la pasión (cfr. Mc.10, 34), es la burla
de los paganos. Se cumple en el patio del pretorio, palacio construido por Herodes,
la fortaleza Antonia, hospedaje del procurador romano cuando estaba en Jerusalén.
Entregar a la soldadesca al condenado, era para ser víctima de sus diversiones más
crueles. Le visten de púrpura como rey y le coronan con un trenzado de espinas
que le incrustan en la cabeza, le escupen y golpean en la cabeza: “Salve rey de los
judíos” (v.18), y doblaban la rodilla como si de rey se tratara. Este es otro proceso,
oscuro, burlesco, ofensivo, realizado como una farsa jurídica de parte los soldados,
en el calabozo del palacio del procurador romano (vv. 16-20). Los soldados
romanos, convierten a Jesús, en objeto de su burla, simulando tributarle homenaje
de rey. Se ensañan contra el condenado Jesús, con toda su carga de agresividad,
pero Jesús aquí todavía calla. Su silencio es anuncio de victoria, la pascua: la
victoria de la palabra de la vida, única necesaria, sobre el pecado y la muerte.
10.- El camino de la cruz y la crucifixión (Mc 15,21-32).
Era el condenado quien solía llevar la cruz al lugar de la crucifixión, de lo contrario,
lo hacía otro, como Simón de Cirene, uno que estaba cerca, le pidieron que ayudara
a Jesús. La bebida para aliviar los dolores, vino con mirra, era para prolongar la
agonía, el rechazo de beber el brebaje, es porque Jesús quiere mantener viva su
conciencia hasta el final. La inscripción sobre la cruz era una burla, aunque
explicaba el motivo de la condena, exhibía el complot entre judíos y romanos para
bien de todos: “El rey de los judíos” (v.26). Las burlas de los que asisten a la
crucifixión, mueven la cabeza y dicen: «¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo
levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!» Igualmente los
sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: «A otros
salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora
de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él
estaban crucificados “(vv. 29-32). Jesús no vino a convencer a nadie a fuerza de
milagros o portentos, y menos, cuando se refiere a su propia persona. También los
sumos sacerdotes y los escribas, se burlan de ÉL, y de los otros crucificados, que
también en cierto modo le rechazan como compañero que por diversos motivos
están unidos en el mismo suplicio. Jesús, si bien rodeado de personas, permanece
en la más absoluta soledad, entre el cielo y la tierra.
11.- La muerte de Jesús (Mc. 15, 33-39).
La sobriedad del relato marcano acerca de la muerte de Cristo, hace pensar que los
hechos históricos son reales, aunque hay alusiones a elementos de la apocalíptica
judía relacionados con el día del “Juicio de Dios”, envuelto en las tinieblas, que
ahora, cubren la región del Calvario, antes de la muerte de Jesús (v.33). Es el
profeta Ams, quien describe esta profecía: “Sucederá aquel día, oráculo del Seor
Yahveh, que yo haré ponerse el sol a mediodía, y en plena luz del día cubriré la
tierra de tinieblas.” (Am. 8, 9, cfr. Is.58,10; Sof.1,15; Zac.12,10). Jesús en este
evangelio, es el Hijo de Dios, pero su revelación, paradojalmente, se presenta en la
oscuridad, no en el triunfalismo o epifanía esperada por los judíos. Las tinieblas del
Calvario, son signo de la solemne presencia del juicio de Dios, presencia mesiánica
del Hijo del Hombre. Para Marcos, Jesús se revela plenamente como el “Hijo de
Dios”, slo en el momento de la crucifixin (v. 39). Jesús muere, dando un fuerte
grito, que presenta un rostro absolutamente humano, alcanza la extrema debilidad,
y angustia, siente al abandono de Dios (v. 37). Invoca de Dios una palabra (v. 34),
en medio de la burla y el sarcasmo de los sumos sacerdotes y maestros de la ley,
de la gente que pasaba por allí, y de los que habían sido crucificados con Él (vv. 29-
33). En aquel momento de expiar Jesús, “la cortina del templo se rasg en dos de
arriba abajo” (v. 38), se puede equiparar al eclipse del sol. Las diversas cortinas del
Templo de Jerusalén, ocultaban el “Sancta Sanctorun”, de las miradas de los
paganos, para Marcos, es un dato teológico esencial: con la muerte de Jesús el
santuario, la presencia de Dios, se ha hecho ahora accesible a todos, y no hay un
Dios de los elegidos e Israel, pero que precisamente desde Israel, puede
convertirse en Dios de todos los pueblos de la tierra; en Jesús, Dios es
directamente Dios de toda la humanidad. En Cristo Crucificado y Resucitado, el
Padre es Dios de todos los hombres que habiten este mundo, si creen en su Hijo
Jesús. Es por esto que Marcos, presenta la confesión de un centurión romano, que
estaba frente a Jesús Crucificado que exclam: “Verdaderamente este hombre era
Hijo de Dios” (v. 39). Con la muerte de Jesús, termina la función del templo y todas
las instituciones religiosas de Israel, como medios de salvación de la antigua Ley, y
ahora se abre a los gentiles, los paganos, el camino de la salvación en Jesús de
Nazaret. Es precisamente un pagano, ese centurión romano que estaba frente a la
cruz, quien reconoce la plenitud de la manifestación divina en Cristo Crucificado, en
quien se revela la fuerza salvífica, de un Dios, que actúa en la debilidad y la
impotencia de su Hijo. Al centurión romano, que ha dirigido la crucifixión de Jesús,
Dios se le revela en la muerte del Crucificado, su Hijo. Esta es la paradoja, que
desde ahora en adelante, marcará su vida y la de todos los que descubran a Dios
en Cristo.
La fuerza de Dios, germina de la debilidad de la Cruz; la salvación, de la
impotencia de un hombre aparentemente fracasado, pero al mismo tiempo, que
manifiesta todo su poder glorioso. El pecado se vuelve principio de gracia: Jesús se
revela y salva a los mismos hombres que le han dado muerte con su poder
Salvador que une y purifica en el amor crucificado con que los levantó a la dignidad
de discípulos e hijos de Dios. Importante la participación, si bien discreta, de las
mujeres, que aunque de lejos siguen los acontecimientos, desde Galilea donde le
servían y otras que habían subido con ÉL, desde Jerusalén (vv. 40-41. 47). Esta
presencia femenina, es fruto de su apostolado en Galilea, lo que demuestra por otra
parte, que los discípulos habían huido, dejando a Jesús en la más completa soledad.
Sólo en este pasaje, se habla de este verdadero discipulado femenino, le seguían,
le servían, es decir, pertenecían al grupo de los discípulos de Jesús.
12.- Sepultura de Jesús (Mc. 15, 42-47).
Muerto Jesús, aparece la figura de José de Arimatea, miembro del Sanedrín,
simpatizando o admirador de Jesús y su doctrina, confirmando quizás realizada la
antigua esperanza de restaurar el reino de Dios. Huidos los apóstoles, se preocupa
del cuerpo de Jesús, es más “se atrevi”, fue valiente en ir a Pilato y traspasar de
este modo, el umbral de un palacio habitado por paganos (v.44). En la época, los
difuntos eran enterrados en lugares alejados de las ciudades o en sus propios
terrenos. Se hizo rodar la piedra para evita el ingreso de animales o incluso
ladrones. Todos los trabajos que hizo José de Arimatea, pedir el cuerpo de Jesús,
comprar la sabana, bajar a Jesús de la Cruz, luego envolverlo y enterrarlo, supone
bastantes horas antes de comenzar la víspera de la Pascua, lo que habla que Jesús
murió a eso de media tarde, la hora nona (cfr. Mc.15, 25.33.34). Son las mujeres
las que asisten al final de esta verdadera tragedia de la muerte y entierro de Jesús
de Nazaret, profeta de Dios.