COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
Domingo 01 de abril de 2012
Domingo de Ramos
Evangelio según San Marcos 11, 1-10 (ciclo B)
Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de
los Olivos, y Jesús envi a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al
pueblo que está enfrente y al entrar encontrarán un asno atado, que nadie
ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les pregunta por
qué lo hacen, contesten: ‘El Seor lo necesita y lo devolverá pronto’. Ellos
fueron y encontraron el asno atado, cerca de una puerta de la calle y lo
desataron. Algunos de los presentes les preguntaron: ‘Qué hacen? ¿Por
qué desatan el asno?’ Ellos respondieron como había dicho Jesús; y nadie
los molestó. Entonces llevaron el asno, le echaron encima sus mantos y
Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con
ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
“Hosanna!, bendito el que viene en nombre del Seor! Bendito el Reino
que llega, el de nuestro padre David! Hosanna en el cielo!”
Unidos en la esperanza de la Resurrección .
Se trata de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pero que después, a
los pocos días -y la Liturgia va a señalar el momento-, se produce la
contradiccin de esas voces que dirán “crucifíquenlo, crucifíquenlo!”
Cristo va al encuentro de la muerte con libertad de Hijo. Él sabe
perfectamente a lo que va. Va sabiendo que está todo preparado y que
nadie le quita la vida, sino que Él libremente la entrega, la da, la consigna.
Es parte de su soberanía: libre de toda presión y sabiendo que Él venía a
hacer la voluntad del Padre.
Por un lado está la obediencia del Hijo; por otro lado está el mandato del
Padre, y el misterio de ambas realidades: ¡qué costo tan alto es el pecado y
qué costo tan alto es la muerte, para que este Hijo permita y asuma todos
los dolores de la cruz!: las humillaciones, las ignominias, las burlas, los
escupitajos, y tantas otras cosas más que el Hijo de Dios, el Mesías, tuvo
que aceptar por amor al Padre y por amor a su Pueblo.
Él elige, no la fuerza ni la riqueza sino la obediencia, la debilidad y la
pobreza; siguiéndolo hasta la muerte de cruz para poder participar de su
resurrección. Eso es lo que nosotros tenemos que hacer.
Pero la pregunta que nos formulamos es: ¿cuántas veces, nosotros, nos
incorporamos y nos unimos a nuestra pasión, es decir, completamos lo que
le falta a la Pasión de Cristo? A Cristo no le falta nada pero le falta nuestra
propia historia, nuestro propio proceso y nuestro propio sufrimiento. Si
sufrió Él ¿por qué no nosotros? ¡Qué misterio tan grande que el Padre le
pide y Él lo aceptó!
Otra pregunta muy importantes es: ¿por qué Dios no interviene?, ¿por qué
Dios no actúa?, ¿por qué Dios permite esto? ¡Es un misterio! ¿Por qué Dios
permite que se muera un niño? ¿Por qué Dios permite que haya un
accidente y se muera tanta gente?; ¿Por qué hay una enfermedad terminal
que llega de improviso? Y así tantas cosas.
La conclusión es: Dios no nos quita los sufrimientos sino que da sentido al
sufrimiento y permite que nos unamos a la esperanza de la Resurrección.
Vamos a pedir al Señor que vivamos más internamente esta Semana Santa
y no nos quedemos con la celebración de la celebración, y nada más; ¡qué
lindo esto!, ¡qué lindo lo otro! No, entremos en el misterio, entremos en la
Historia de la Salvación de Cristo, que es participación de nuestra propia
historia de salvación. ¡Hay que entrar, no hay que distraerse!, ¡no hay que
banalizarla!, ¡no hay que superficializarla! Acompañemos leyendo la Palabra
de Dios, leyendo los relatos de la Pasión; recordemos bien cada palabra y
ubiquémonos bien en cada escena.
Que tengamos una buena Semana Santa, sobre todo sabiendo que es el
triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, pero también sabiendo de
nuestra posible definición y de nuestro posible seguimiento de Jesús.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén