Firme en la fe, arraigado en Cristo, para ser siempre fiel.
2012-04-01
Evangelio
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 1427, 66
*¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?*
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos
sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me dan si les entregó a Jesús?» Ellos quedaron en
darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una
oportunidad para entregárselo.
*¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?*
El primer día de la fiesta de los panes Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y
le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» El
respondió: «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: «El Maestro dice: Mi
hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa»». Ellos
hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
*Uno de ustedes va a entregarme*
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce, y mientras cenaban, les dijo: «Yo les
aseguro que uno de ustedes va a entregarme». Ellos se pusieron muy tristes y
comenzaron a preguntarle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?» El respondió: «El
que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del
hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del
hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Acaso soy yo, Maestro?»
Jesús le respondió: «Tú lo has dicho».
*Este es mi Cuerpo. Esta es mi Sangre*
Durante la cena, Jesús tomó un pan, y pronunciada la bendición, lo partió y lo dio a
sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman. Este es mi Cuerpo». Luego tomó en sus
manos una copa de vino, y pronunciada la acción de gracias, la pasó a sus
discípulos, diciendo: «Beban todos de ella, porque ésta es mi Sangre, Sangre de la
nueva alianza, que será derramada por todos, para el perdón de los pecados. Les
digo que ya no beberé más del fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes
el vino nuevo en el Reino de mi Padre».
*Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas*
Después de haber cantado el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces
Jesús les dijo: «Todos ustedes se van a escandalizar de mí esta noche, porque está
escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de
que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea». Entonces Pedro le replicó:
«Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré». Jesús le dijo:
«Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, me habrás
negado tres veces». Pedro le replicó: «Aunque tenga que morir contigo, no te
negaré». Y lo mismo dijeron todos los discípulos.
*Comenzó a sentir tristeza y angustia*
Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a los discípulos:
«Quédense aquí mientras yo voy a orar más allá». Se llevó consigo a Pedro y a los
dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo: «Mi
alma está llena de una tristeza mortal. Quédense aquí y velen conmigo». Avanzó
unos pasos más, se postró rostro en tierra y comenzó a orar, diciendo: «Padre mío,
si es posible, que pase de mí este cáliz; pero que no se haga como yo quiero, sino
como quieres tú».
Volvió entonces a donde estaban los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a
Pedro: «¿No han podido velar conmigo ni una hora? Velen y oren, para no caer en
la tentación, porque el espíritu está pronto, pero la carne es débil». Y alejándose de
nuevo, se puso a orar, diciendo: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que
yo lo beba, hágase tu voluntad». Después volvió y encontró a sus discípulos otra
vez dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño. Los dejó y se fue a orar
de nuevo, por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Después de esto, volvió
a donde estaban los discípulos y les dijo: «Duerman ya y descansen. He aquí que
llega la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya está aquí el que me va a entregar».
*Echaron mano a Jesús y lo aprehendieron*
Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los Doce, seguido de
una chusma numerosa con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo. El que lo iba a entregar les había dado esta señal: «Aquel a
quien yo le dé un beso, ése es. Aprehéndanlo». Al instante se acercó a Jesús y le
dijo: «Buenas noches, Maestro!» Y lo besó. Jesús le dijo: «Amigo, ¿es esto a lo que
has venido?» Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo apresaron.
Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada, hirió a un criado del sumo
sacerdote y le cortó una oreja. Le dijo entonces Jesús: «Vuelve la espada a su
lugar, pues quien usa la espada, a espada morirá. ¿No crees que si yo se lo pidiera
a mi Padre, él pondría ahora mismo a mi disposición más de doce legiones de
ángeles? Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que dicen que así debe
suceder?» En seguida dijo Jesús a aquella chusma: «¿Han salido ustedes a
apresarme como a un bandido, con espadas y palos? Todos los días yo enseñaba,
sentado en el templo, y no me aprehendieron. Pero todo esto ha sucedido para que
se cumplieran las predicciones de los profetas». Entonces todos los discípulos lo
abandonaron y huyeron.
*Verán al Hijo del hombre sentado a la derecha de Dios*
Los que aprehendieron a Jesús lo llevaron a la casa del sumo sacerdote Caifás,
donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. Pedro los fue siguiendo de lejos
hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los criados para ver en
qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y todo el sanedrín andaban buscando un falso testimonio
contra Jesús, con ánimo de darle muerte; pero no lo encontraron, aunque se
presentaron muchos testigos falsos. Al fin llegaron dos, que dijeron: «Este dijo:
«Puedo derribar el templo de Dios y reconstruirlo en tres días»». Entonces el sumo
sacerdote se levantó y le dijo: «¿No respondes nada a lo que éstos atestiguan en
contra tuya?» Como Jesús callaba, el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el
Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús le respondió:
«Tú lo has dicho. Además, yo les declaro que pronto verán al Hijo del hombre,
sentado a la derecha de Dios, venir sobre las nubes del cielo».
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: «¡Ha blasfemado!
¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia.
¿Qué les parece?» Ellos respondieron: «Es reo de muerte». Luego comenzaron a
escupirle en la cara y a darle de bofetadas. Otros lo golpeaban, diciendo: «Adivina
quién es el que te ha pegado».
*Antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces*
Entretanto, Pedro estaba fuera, sentado en el patio. Una criada se le acercó y le
dijo: «Tú también estabas con Jesús, el galileo». Pero él lo negó ante todos,
diciendo: «No sé de qué me estás hablando». Ya se iba hacia el zaguán, cuando lo
vio otra criada y dijo a los que estaban ahí: «También ése andaba con Jesús, el
nazareno». El de nuevo lo negó con juramento: «No conozco a ese hombre». Poco
después se acercaron a Pedro los que estaban ahí y le dijeron: «No cabe duda de
que tú también eres de ellos, pues hasta tu modo de hablar te delata». Entonces él
comenzó a echar maldiciones y a jurar que no conocía a aquel hombre. Y en aquel
momento cantó el gallo. Entonces se acordó Pedro de que Jesús había dicho:
«Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces». Y saliendo de ahí se
soltó a llorar amargamente.
*Llevaron a Jesús ante el procurador Poncio Pilato*
Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo
celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Después de atarlo, lo llevaron
ante el procurador, Poncio Pilato, y se lo entregaron.
Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que Jesús había sido condenado
a muerte, devolvió arrepentido las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes
y a los ancianos, diciendo: «Pequé, entregando la sangre de un inocente». Ellos
dijeron: «¿Y a nosotros qué nos importa? Allá tú». Entonces Judas arrojó las
monedas de plata en el templo, se fue y se ahorcó.
*No es lícito juntarlas con el dinero de las limosnas*
Los sumos sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: «No es lícito
juntarlas con el dinero de las limosnas, porque son precio de sangre». Después de
deliberar, compraron con ellas el Campo del alfarero, para sepultar ahí a los
extranjeros. Por eso aquel campo se llama hasta el día de hoy «Campo de sangre».
Así se cumplió lo que dijo el profeta Jeremías: *Tomaron las treinta monedas de
plata en que fue tasado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel, y las
dieron por el Campo del alfarero, según lo que me ordenó el Señor.
¿Eres tú el rey de los judíos? *
Jesús compareció ante el procurador, Poncio Pilato, quien le preguntó: «¿Eres tú el
rey de los judíos?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho». Pero nada respondió a las
acusaciones que le hacían los sumos sacerdotes y los ancianos. Entonces le dijo
Pilato: «¿No oyes todo lo que dicen contra ti?» Pero él nada respondió, hasta el
punto de que el procurador se quedó muy extrañado. Con ocasión de la fiesta de la
Pascua, el procurador solía conceder a la multitud la libertad del preso que
quisieran. Tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Dijo, pues, Pilato a
los ahí reunidos: «¿A quién quieren que les deje en libertad: a Barrabás o a Jesús,
que se dice el Mesías?» Pilato sabía que se lo habían entregado por envidia.
Estando él sentado en el tribunal, su mujer mandó decirle: «No te metas con ese
hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa».
Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la
muchedumbre de que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Así,
cuando el procurador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?»,
ellos respondieron: «A Barrabás». Pilato les dijo: «¿Y qué voy a hacer con Jesús,
que se dice el Mesías?» Respondieron todos: «Crucifícalo». Pilato preguntó: «Pero,
¿qué mal ha hecho?» Mas ellos seguían gritando cada vez con más fuerza:
«¡Crucifícalo!» Entonces Pilato, viendo que nada conseguía y que crecía el tumulto,
pidió agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: «Yo no me hago
responsable de la muerte de este hombre justo. Allá ustedes». Todo el pueblo
respondió: «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» Entonces
Pilato puso en libertad a Barrabás. En cambio a Jesús lo hizo azotar y lo entregó
para que lo crucificaran.
*¡Viva el rey de los judíos! *
Los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él
a todo el batallón. Lo desnudaron, le echaron encima un manto de púrpura,
trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza; le pusieron una
caña en su mano derecha, y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo: «¡Viva el
rey de los judíos!»; y le escupían. Luego, quitándole la caña, lo golpeaban con ella
en la cabeza. Después de que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron
sus ropas y lo llevaron a crucificar.
*Juntamente con él crucificaron a dos ladrones*
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar
la cruz. Al llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir, «Lugar de la Calavera», le
dieron a beber a Jesús vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no lo quiso beber.
Los que lo crucificaron se repartieron sus vestidos, echando suertes, y se quedaron
sentados ahí para custodiarlo. Sobre su cabeza pusieron por escrito la causa de su
condena: “Este es Jesús, el rey de los judíos”. Juntamente con él, crucificaron a dos
ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
*Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz*
Los que pasaban por ahí lo insultaban moviendo la cabeza y gritándole: «Tú, que
destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo
de Dios, baja de la cruz». También se burlaban de él los sumos sacerdotes, los
escribas y los ancianos, diciendo: «Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí
mismo. Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y creeremos en él. Ha puesto su
confianza en Dios, que Dios lo salve ahora, si es que de verdad lo ama, pues él ha
dicho: «Soy el Hijo de Dios»». Hasta los ladrones que estaban crucificados a su
lado lo injuriaban.
*Elí, Elí, ¿lemá sabactaní? *
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, se oscureció toda aquella tierra. Y
alrededor de las tres, Jesús exclamó con fuerte voz: *«Elí, Elí, ¿lemá sabactaní?»* ,
que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Algunos de
los presentes, al oírlo, decían: «Está llamando a Elías».
Enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y
sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros le dijeron: «Déjalo.
Vamos a ver si viene Elías a salvarlo». Entonces Jesús, dando de nuevo un fuerte
grito, expiró.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba a abajo, la tierra
tembló y las rocas se partieron. Se abrieron los sepulcros y resucitaron muchos
justos que habían muerto, y después de la resurrección de Jesús, entraron en la
ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. Por su parte, el oficial y los que
estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que ocurrían, se
llenaron de un gran temor y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios».
Estaban también allí, mirando desde lejos, muchas de las mujeres que habían
seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena,
María, la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
*José tomó el cuerpo de Jesús y lo depositó en un sepulcro nuevo*
Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que se había hecho
también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y
Pilato dio orden de que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una
sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo, que había hecho excavar en la
roca para sí mismo. Hizo rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se
retiró. Estaban ahí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
*Tomen un pelotón de soldados, vayan y aseguren el sepulcro como quieran*
Al otro día, el siguiente de la preparación de la Pascua, los sumos sacerdotes y los
fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron: «Señor, nos hemos acordado de que
ese impostor, estando aún en vida, dijo: «A los tres días resucitaré». Manda, pues,
asegurar el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos, lo roben
y digan luego al pueblo: «Resucitó de entre los muertos», porque esta última
impostura sería peor que la primera». Pilato les dijo: «Tomen un pelotón de
soldados, vayan y aseguren el sepulcro como ustedes quieran». Ellos fueron y
aseguraron el sepulcro, poniendo un sello sobre la puerta y dejaron ahí la guardia.
Palabra del Señor.
Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente y, sobre todo, mi corazón. No quiero ser un
simple espectador, pasivo, indiferente, que hoy aclama ¡Hosanna! Bendito el que
viene… para abandonarte o traicionarte en un par de días más.
Petición
Jesús, que esta oración me dé la fuerza de voluntad para decidirme a seguirte
siempre de manera apasionada y fiel.
Meditación
Firme en la fe, arraigado en Cristo, para ser siempre fiel.
«En la liturgia del domingo de Ramos, a la exclamacin “¡Hosanna!” durante la
entrada del Seor en Jerusalén, siguen los gritos: “¡Crucifícalo!” en la Pasin. Las
dos expresiones están muy cercanas y manifiestan la inestabilidad del corazón
humano. Pidamos al Señor en esta Semana Santa que nos ayude a permanecer en
la fidelidad a Él. Que nos dé, por eso, la gracia que proviene de su muerte y su
resurreccin […] La cruz de Cristo “es el ‘sí’ de Dios al hombre, la expresin
máxima de su amor y la fuente de donde mana la vida eterna. (...) Por eso, quiero
invitaros a acoger la cruz de Jesús, signo del amor de Dios, como fuente de vida
nueva” […] Nos dirigimos en oracin a María, para que nos ayude a vivir con
intensa fe la Semana Santa. También María exultó en el espíritu cuando Jesús hizo
su entrada en Jerusalén, cumpliendo las profecías; pero su corazón, como el de su
Hijo, estaba preparado para el sacrificio. Aprendamos de ella, Virgen fiel, a seguir al
Señor también cuando el camino lleva a la cruz» (Benedicto XVI, 17 de abril de
2011).
Reflexión apostólica
«Que tengan sobre su mesa de trabajo en el hogar, o en un lugar visible de su
habitación, las imágenes de Cristo crucificado, de la Santísima Virgen y del Papa,
para que su presencia les estimule en su fidelidad a Cristo y a la Iglesia, en su
amor a la Santísima Virgen y en su lucha por el Reino. El hogar de un miembro del
Movimiento debe albergar un recuerdo de sus grandes amores» (Manual del
miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 288).
Propósito
Tomar, en familia, las decisiones sobre cómo vamos a vivir esta Semana Santa.
Diálogo con Cristo
Jesús mío, se inicia un tiempo especial para crecer en el amor, en todos los
sentidos. Permite que sepa desprenderme de todo lo que me impida entregarme
plenamente a los demás, especialmente a aquellos con los que voy a pasar esta
Semana Santa. Quiero desgastarme, trabajar y luchar, desde mi vocación, para que
tu mensaje de amor alcance al mayor número posible de hombres y mujeres.
«Ama y sé consecuente con el amor, hasta los más pequeños detalles de tu vida»
( Cristo al centro, n. 41)