Comentario al evangelio del Martes 03 de Abril del 2012
Queridos amigos:
Hoy martes, y mañana miércoles, se trata de espabilar el oído para no perderse ninguna palabra. El
profeta Isaías comienza con una exhortación a escuchar: "Escuchadme, islas; atended, pueblos
lejanos". La escena que Juan describe está llena de confidencias que sólo pueden percibirse con un
oído fino: la pregunta del discípulo amado, la respuesta de Jesús, la admonición a Judas, el diálogo
entre Jesús y Pedro.
Me parece que el martes santo es un día ideal para el silencio y la escucha, para caer en la cuenta de un
par de verdades que sostienen nuestra vida.
Primera: existimos porque el Señor nos ha llamado en las entrañas maternas, porque ha pronunciado
nuestro nombre. ¿Te sientes un don nadie, producto del azar, poco querido por tus padres o por las
personas que te rodean? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre! ¿Te parece que tu vida es una
sucesión de acontecimientos sin sentido? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre! ¿Crees que no
merece la pena confiar en el futuro? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre!
Segunda: el Señor quiere hacer de nosotros una luz para que su salvación llegue a todos. ¿Te parece
que tu vida no sirve para nada? ¡Tú eres luz! ¿Tienes la impresión de que nunca cuentan contigo para
lo que merece la pena? ¡Tú eres luz! ¿Atraviesas un período de oscuridad, de desaliento, de prueba?
¡Tú eres luz!
No quisiera olvidar ese ejercicio de diálogo a cuatro bandas que se da entre Jesús, el discípulo amado,
Simón Pedro y Judas, en una cena trascendental en la que Jesús se encuentra "profundamente
conmovido".
El discípulo amado y Pedro formulan preguntas: "Señor, ¿quién es?", "Señor, ¿adónde vas?", "Señor,
¿por qué no puedo acompañarte ahora?". Quién, adónde, por qué. En sus preguntas reconocemos las
nuestras. Por boca del discípulo amado y de Pedro formulamos nuestras zozobras, nuestras
incertidumbres.
Judas interviene de modo no verbal. Primero toma el pan untado por Jesús y luego se va. Participa del
alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso "sale
inmediatamente". No sabe/no puede responder al amor que recibe.
Jesús observa, escucha y responde a cada uno: al discípulo amado, a Judas y a Simón Pedro. La
intimidad, la traición instantánea y la traición diferida se dan cita en una cena que resume toda una vida
y que anticipa su final. Lo que sucede en esta cena es una historia de entrega y de traición. Como la
vida misma.
Jesús Losada