Ni abril sin flores ni juventud sin amores
Domingo de Resurrección.B
Ha llegado el mes de abril, y con él la alegría de la Pascua de Cristo Jesús, la fiesta
de los creyentes, la gran fiesta de todos los tiempos, y que curiosamente había sido
olvidada no digo por muchos años sino por muchos siglos, pues no habíamos dado
el paso de la muerte a la resurrección de Cristo y parece que todo se decidía el
viernes santo con la muerte del Señor.
Fue tan difícil para los suyos la muerte del maestro, que el primer milagro, el gran
milagro de la Pascua, de la Resurrección del Señor fue precisamente que sus
apóstoles creyeran en él, que quedaran convencidos de que era él, el crucificado, el
que había muerto en la cruz, el que ahora los impulsaba a aceptarlo, pero no para
quedarse con ellos contemplándose unos a otros, sino para llevarlo a todos los
hombres para hacerlos portadores de su victoria y del perdón de los pecados para
todos ellos. Los mismos apóstoles no creían para nada en que su maestro
resucitaría. Cuando sellaron la tumba y lo dejaron dentro, fue la desbandada. Uno
lo había negado, otro lo había traicionado y muchos de entre sus discípulos
comenzaron a irse ese mismo día. Ese fue el milagro de Cristo. Volver a congregar
a los que él amaba para enviarlos por el mundo llevando su mensaje de paz, de
salvación y de fraternidad. Ellos quedaron convencidos de que el Padre por fin se
había decidido por su Hijo, que al fin había dado la cara por él, en contra de los que
pretendiendo quedarse acabar para siempre con la presencia de Cristo en el
mundo.
El Papa nos ha dicho varias veces que a pesar de que el mal extiende sus fronteras
y parece que su poder es omnipotente, más grande es el poder del Seor: “Si, la
maldad y la ignorancia de los hombres no es capaz de frenar el plan divino de
salvación, la redención. El mal no puede tanto…no hay motivos, pues, para
rendirse al despotismo del mal. Y pidamos al Señor Resucitado que manifieste su
fuerza en nuestras debilidades y penurias. (Benedicto XVI a los Obispos en la
Catedral de León).
Hoy podemos gozarnos de la presencia viva de Cristo entre los suyos a los que
impulsa a una sana convivencia en el mundo y los insta a dar lo mejor de sus
cualidades para hacer este mundo más fraternal y más cristiano. Que lleguemos a
sentirnos un regalo de Dios para el mundo, trabajando con empeño para dejarles
un mundo mejor a los que vendrán detrás de nosotros. El Papa nos señala como
celebrar esta Pascua: “Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y
para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad
en la sociedad, han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como
herencia un mundo mejor, sin envidias y ni divisiones” (Benedicto XVI a los nios
en Guanajuato).
Vayamos por el mundo con la alegría del Cristo resucitado que salva a todos los
hombres, y los impulsa a convertirse en testigo de su resurrección que al fin y al
cabo estaremos abogando por nuestra propia resurrección unido al Cristo vivo que
fue colocado sobre los ángeles y los santos: “Él nos mand predicar al pueblo y dar
testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos…que cuantos
creen en él reciben, pues su medio, el perdn de sus pecados”. Participemos al
mundo nuestro gozo, nuestra alegría; “Rey vencedor, apiádate de la miseria
humana, y da a tus fieles parte de tu victoria santa” (De la Secuencia del domingo
de Resurrección),
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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